PETER
estaba sentado en su despacho londinense, revisando las cuentas de sus
propiedades con su secretario, Peterson. Se masajeó las sienes a fin de
aliviarse el palpitante dolor de cabeza que le estaba torturando, pero
el masaje no surtió efecto. La voz de Peterson le zumbaba monótonamente
en los oídos, intentando ponerle al corriente sobre lo que había
ocurrido durante su ausencia. PETER llevaba en su casa de Londres casi dos semanas, pero todavía no se había puesto al día con las finanzas.
Miraba, fijamente pero sin ver nada, los papeles que tenía delante; las
pequeñas filas de números le bailaban ante los ojos sin que nada
tuviera sentido. Por primera vez en la vida, le traían sin cuidado sus
intereses financieros. Para ser francos, le importaban muy pocas cosas.
- ¿Le gustaría revisar las cuentas de sus propiedades de Yorkshire,
milord? - Le preguntó Peterson, observándole por encima de las gafas.
- Disculpe, ¿Qué me acaba de preguntar?-
- Las propiedades de Yorkshire. ¿Quiere revisar...?-
- No - PETER se levantó con brusquedad y se pasó las manos por el pelo -
Tendremos que acabar esto mañana por la mañana, Peterson.-
- Pero, milord - Protestó Peterson - Las propiedades de Yorkshire...-
- Haga lo que crea conveniente - Le dijo PETER, tajante, mientras le
indicaba con la mano que podía irse. Peterson, sin palabras, cogió
precipitadamente el fajo de papeles y salió del despacho visiblemente
consternado.
James vació su copa de brandy y se alejó de la chimenea
para volver a llenarla. Las dos últimas semanas habían sido la peor
época de su vida. En su casa de Londres todo funcionaba a la perfección.
Tenía un servicio impecable, y sus comidas, formales y aburridas, eran
obras maestras del arte culinario. Sin niños, sin perros, sin ruidos y
sin caos.
Odiaba cada minuto de aquella asquerosa vida.
El día
de su regreso había entrado en la cocina, sembrando el pánico entre el
abnegado personal del servicio con tan impropia visita. Un marqués nunca
entraría en la cocina a menos que hubiera encontrado algo horrible o
imperdonable en la comida.
El segundo día PETER le había pedido a
Sigfried que le enseñara a afeitarse. Su ayuda de cámara le miró como si
se hubiera vuelto loco y pidió inmediatamente una infusión
reconstituyente para su señoría.
En aquel preciso momento, mientras
apuraba su segundo brandy, la mente de PETER retrocedió hasta la velada
que había pasado con LALI en el despacho de la casa de los ESPOSITO. Una
sonrisa iluminó su rostro cuando la recordó bebiéndose el brandy de un
trago y estando a punto de ahogarse cuando el fuerte licor le quemó la
garganta. Luego él le había recitado un poema. Y la había besado.
PETER cerró los ojos y casi pudo notar la suave caricia de aquellos
labios en los suyos, aquellas manos rodeándole el cuello, aquella
lengua...
- No tengo ni idea de en qué estás pensando - La voz rota
de PABLO venía de la puerta - Pero debe de ser fascinante. Llevo casi un
minuto intentando captar tu atención - Entró en la habitación y se
sirvió un brandy - ¿Quieres compartir conmigo tus pensamientos?-
- No - Espetó PETER arrugando la nariz, y luego ignoró completamente a su amigo.
- Creía que estarías poniéndote al día con las finanzas - Comentó PABLO con aire despreocupado.
Dio un sorbo a su brandy y estudió a PETER por encima del borde de la copa.
- He despachado a Peterson por el resto del día.-
- ¿Ah, sí? ¿Por qué?-
- Porque no podía concentrarme y estaba malgastando tanto su tiempo
como el mío - PETER miró con dureza a su amigo - ¿Has invadido mi
intimidad por alguna razón en particular, aparte de para beberte mi
brandy?-
- Ya que lo preguntas, hay dos razones. La primera es que tenemos que hablar sobre el último atentado contra tu vida.-
James suspiró sonoramente.
- ¿Y qué sentido tiene que hablemos sobre ello?-
PABLO arqueó una ceja.
- Alguien intentó atropellarte ayer por la noche a la salida del club White. ¿No te parece un suceso digno de comentar?-
- Creía que lo habíamos comentado ayer por la noche.-
- El hecho de que alguien haya intentado asesinarte otra vez bien
merece nuestra atención. Es evidente que tenemos que vigilar a Gregory
de cerca.-
- Gregory estaba dentro del club cuando ocurrió el
incidente - Le recordó JPETER - No hacía ni cinco minutos que yo le
había dejado sentado en la mesa del farolito.-
- Es fácil contratar a alguien- Señaló PABLO.
PETER se encogió de hombros.
- Supongo que sí.-
- La verdad es que se te ve bastante tranquilo, dadas las circunstancias.-
- ¿Cómo se supone que debería comportarme? - Preguntó PETER - ¿Quizá preferirías que me desmayara o que estallara en llanto?-
- Me tranquilizaría si te viera por lo menos un poco preocupado - Dijo
PABLO - Debemos averiguar quién está detrás de todo esto antes de que
vuelva a atacar. Tal vez no tengamos tanta suerte la próxima vez. Ya lo
hemos retrasado bastante. Gregory es nuestro principal sospechoso.-
PETER volvió a encogerse de hombros.
- Sí, supongo que lo es.-
- Entonces ya es hora de que le tendamos una trampa. Me he tomado la
libertad de organizar una situación donde los dos podrán estar juntos y a
solas. Tú te dejarás ver y, cuando él haga un movimiento para atacarte,
lo cogeremos.-
- Bien - Dijo PETER, trayéndole sin cuidado lo que le acababa de decir su amigo.
- Sé que es peligroso - Dijo PABLO poniéndose serio - Pero debemos
hacer algo, y rápido. Si nuestro plan sale bien, lo cogeremos y a ti
nadie te tocará ni un pelo.-
- Pero... ¿Y si sale mal? - Dijo PETER sarcásticamente - Me imagino que en tal caso me tocarán bastante más que un pelo.-
- Eso no ocurrirá, PETER - Le prometió PABLO solemnemente.
- ¿En qué has pensado concretamente?-
- En una fiesta. En la casa que tengo a las afueras de Londres. Grandes
espacios. Mucha gente. Probablemente Gregory intentará llevarte a algún
lugar apartado de las miradas de la gente para atacarte.-
PETER levantó las cejas.
- ¿No crees que es bastante improbable que intente algo con tanta gente alrededor?-
- Creo que lo verá como la perfecta oportunidad para atacar. Creo que
se adherirá al axioma de «ocultarse a la vista de todos». Hay más
confusión en una multitud, más oportunidades para escabullirse sin que
nadie se dé cuenta, como ayer por la noche. Podría haberse levantado de
la mesa, haber salido de la sala, matarte, volver en cuestión de minutos
y encontrar a media docena de testigos que jurarían que había estado
allí todo el rato.
Si esto falla - Prosiguió PABLO - Sencillamente
te haremos salir a pasear solo por los jardines, lejos de la casa, para
que quienquiera que desee acabar contigo tenga la oportunidad de
seguirte. Ni yo ni varios agentes de la ley te quitaremos la vista de
encima. Con medio Londres en la fiesta, aunque Gregory resultara no ser
nuestro hombre, seguro que el verdadero culpable estará presente.-
PETER reflexionó sobre las palabras de PABLO.
- De acuerdo. Terminemos de una vez. ¿Cuándo es la fiesta?-
- Dentro de cuatro días. Yo quería celebrarla inmediatamente, pero
ROCIO insistió en que necesitaba ese tiempo para organizarlo todo.
Bueno, de hecho insistió en que necesitaba dos semanas, pero yo sólo le
di cuatro días.-
- Ella no sabe nada de...-
- Por supuesto que
no - Le interrumpió PABLO - Pero no podía organizar una fiesta sin ella.
También he contratado a varios agentes de la ley para que vigilen a tu
hermano.-
- Parece que lo tienes todo controlado - Comentó PETER entre sorbos de brandy.
- Alguien tiene que hacerlo. Es evidente que tú tienes la cabeza en otra parte.-
PETER dirigió a su amigo una mirada represora.
- Dijiste que habías invadido mi santuario por dos motivos. ¿Cuál es el otro? ¿O acaso no lo quiero saber?-
- Mi querida esposa me ha encargado que te pida que nos honres con tu presencia en la cena de esta noche.-
- Podía haberme enviado una invitación con un mensajero.-
- Sabía que la rechazarías, de modo que me ha convencido para que te lo
pida en persona. Has rechazado sus tres últimas invitaciones.-
- No puedo ir.-
- Le darás un disgusto a ROCIO - Dijo PABLO - Y a mí también.-
PETER apuró su brandy y dejó bruscamente la copa sobre la mesa. Avanzó a
pasos largos hasta la ventana y miró hacia fuera. Al otro lado de la
calle se extendían los caros terrenos que rodeaban los prados de Hyde
Park. Ante sus ojos ciegos desfilaban lujosos carruajes con elegantes
caballos que transportaban a destacados miembros de la aristocracia
londinense.
- ¿Te esperamos a las siete? - Preguntó PABLO.
PETER
quería rechazar la invitación. No le apetecía nada conversar
educadamente con nadie. De hecho, se sentía completamente incapaz de
hacerlo. Pero había pocas cosas que podía negarle a su hermana, y como
ya había rechazado sus últimas invitaciones, se sintió obligado a
aceptar.
- ¿Habrá alguien más?-
- De hecho, sí. Hemos invitado también a tus padres y a Gregory y a Melissae.-
A PETER se le escapó una carcajada.
- ¿Una íntima cena familiar? Olvídalo, PABLO.-
- Quiero observar cómo reacciona Gregory en la intimidad. Tú no tendrás
que hacer nada más que estar sentado, comer y beber brandy.-
- ¿Cuánto brandy tienen?-
- Suficiente.-
PETER dudaba que hubiera suficiente brandy en todo el asqueroso reino para aliviar su dolor.
- De acuerdo. Allí estaré, a las siete. Seguro que es una velada encantadora.-
El lujoso carruaje avanzaba lentamente por Hyde Park mientras su único
ocupante miraba fijamente por la ventana con los ojos llenos de odio.
«Has vuelto a salir con vida, indeseable. ¿Por qué no te mueres de una vez?»
Sus manos, enfundadas en guantes negros, se cerraron en apretados puños.
«Tú eres la única cosa que se interpone entre mí y todo lo que siempre
he deseado y merecido. No habrá más errores. Ni más estúpidos asesinos a
sueldo. Te mataré con mis propias manos».
Mas?;
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