lunes, 11 de abril de 2016

CAPITULO 60

- Estás bastante pálido - Comentó la madre de PETER mientras lo observaba por encima del borde del vaso de vino - ¿Estás enfermo?-
PETER miró fijamente al otro lado de la mesa, donde se sentaba la mujer que le había traído al mundo y enseguida se había olvidado de que tenía un hijo salvo cuando a ella le convenía.
Estaba innegablemente estupenda, y era una anfitriona encantadora, así como un miembro honorable de las listas de invitados de todas las celebraciones de la alta sociedad. Pero también era el egoísmo personificado y no se esforzaba por disimular que le traía sin cuidado todo lo que no estuviera directamente relacionado con su persona. PETER sabía que, en el fondo, no le preocupaba en absoluto su salud, sólo la posibilidad de que le pudiera contagiar alguna enfermedad, obligándole a interrumpir sus numerosos compromisos sociales.
Se percató de que llevaba una nueva gargantilla, una gran esmeralda tallada en forma de cuadrado flanqueada de diamantes. Obviamente, un obsequio de su último amante, su marido hacía años que había dejado de comprarle joyas.
- Estoy bien, madre. Es muy amable de su parte preocuparse por mi salud.-
Podía palparse el sarcasmo en sus palabras, como él bien sabía, pero su madre sonrió, visiblemente aliviada por la respuesta.
- ¿Tienes las cuentas de las propiedades de Yorkshire listas para que las revise?-
PETER se volvió hacia su padre. Con cincuenta y dos años, el duque de Moreland, alto y espigado, todavía tenía una figura imponente. Vetas grises salpicaban su pelo oscuro, y profundas líneas enmarcaban una boca incapaz de esbozar una sonrisa. Tenía la mirada más fría que PETER había visto en toda su vida.
- No, necesito un día más para concluirlas.-
- Ya entiendo.-
El duque acompañó aquellas dos palabras con una larga, silenciosa y gélida mirada que indicaba claramente su desaprobación. Volvió a centrarse en la cena, despreciando a su hijo mayor como si le hubiera cerrado una puerta en las narices.
PETER se dio cuenta de que aquel breve intercambio había sido la conversación más larga que había mantenido con su padre desde su regreso a Londres.
- He oído una noticia interesante esta tarde en el club White - Dijo Gregory mientras asentía para que un lacayo le sirviera otra copa de vino - El libro de apuestas está al rojo vivo.-
La mirada de PETER recorrió la larga mesa hasta detenerse en su hermano. El estilo de vida disipado de Gregory estaba empezando a pasarle factura, estropeando su atractivo rostro; la expresión somnolienta provocada por el alcohol nunca desaparecía completamente de sus ojos. El color de sus mejillas anunciaba un estado de inminente embriaguez. Si Gregory no fuera un indeseable completamente inmoral, PETER hasta le tendría lástima.
- ¿Qué has oído? - Preguntó ROCIO.
- Se rumorea que el autor de una serie de relatos que se publican por capítulos en Gentleman 's Weekly es una mujer.-
PETER se quedó helado.
- ¿Qué?-
Gregory dio un sorbo a la copa, salpicando su corbata blanca de gotas de vino de Borgoña.
- ¿Suelen leer “Las aventuras de un capitán de barco”, escritas por H. Tripp en Gentleman's Weekly?-
- Ya lo creo que sí - Dijo PABLO desde la cabecera de la mesa - Tú también las lees, PETER.-
- Sí. Prosigue, Gregory.-
Claramente convencido de que tenía cautivados a sus oyentes, Gregory dijo:
- De todos los autores de los relatos por capítulos que se han publicado en la revista, H. Tripp es el único escritor que nunca ha aparecido en público. ¿Por qué no es miembro de ninguna sociedad de autores? ¿Por qué no asiste a ninguna reunión social? Se especula que la razón es que se trata de una mujer.-
- Tal vez sea tímido o esté enfermo o viva demasiado lejos - Sugirió Melissa con la boca pequeña.
Gregory fulminó a su esposa con su hosca mirada.
- ¡Vaya sugerencia tan aguda! - Se mofó con evidente sarcasmo - No me puedo imaginar cómo podríamos proseguir la velada sin tus ocurrentes intervenciones.-
Sendas pinceladas de roja humillación colorearon los escuálidos pómulos de Melissa mientras bajaba la mirada.
Poniendo cara de póquer para ocultar sus sentimientos, intervino PETER.
- Lo que acaba de sugerir Melissa explica con suma lógica por qué nadie ha visto nunca a H. Tripp.-
- Entonces explícame por qué el señor Timothy, editor de la revista, se altera visiblemente cuando sale el nombre de H. Tripp en la conversación - Le desafió Gregory - Se pone lívido y le empieza a sudar la frente.-
Una amarga sonrisa curvó los labios de PETER.
- Tal vez el alcohol que emana de tu aliento le hace sentirse indispuesto.-
El rostro de Gregory se tiñó de rojo carmesí. Hizo el ademán de levantarse de la silla, pero Melissa le puso la mano sobre el brazo para retenerlo.
- Gregory, por favor, no montes una escenita.-
La atención de Gregory se centró en su esposa, a quien dirigió una mirada asesina.
- ¡Quítame la mano de encima! ¡Ahora!-
El pálido rostro de Melissa adquirió el mismo color carmesí que el de su marido. Retiró la mano y, durante un breve instante, antes de que volviera a bajar la mirada, PETER creyó ver un destello de odio en sus ojos.
Gregory hizo el gesto de cepillarse con la mano la manga donde su esposa le había puesto la mano.
- Tu contacto me pone enfermo. Limítate a quedarte sentadita y a mantener tu estúpida boca cerrada.-
Los dedos de PETER se apretaron alrededor de su copa de vino.
- Ya basta, Gregory. Y, en lo que respecta a tu teoría sobre H. Tripp, espero que no te hayas apostado más de lo que te puedes permitir perder.-
- ¿Ah, sí? ¿Por qué motivo?-
- Porque yo conozco bastante bien a H. Tripp, y te aseguro que lleva pantalones.-
PETER supo inmediatamente por la expresión de consternación que se dibujó en el rostro de Gregory que su hermano se había excedido en sus apuestas. Pero la beligerancia sustituyó rápidamente a la consternación, y Gregory lo miró con los ojos entornados.
- ¿Dónde lo conociste?-
- No estoy autorizado a decirlo.-
- ¿Y cómo sé que estás diciendo la verdad?-
- ¿Acaso estás poniendo en duda mi palabra, Gregory? - Preguntó PETER en un tono gélido y fingidamente sereno.
Los ojos acuosos de Gregory se movían nerviosamente.
- ¿Me das tu palabra de caballero?-
- Absolutamente - Dijo PETER sin atisbo de duda - De hecho, pienso pasarme por el club en cuanto me sea posible para poner fin a esas habladurías.-
Con una indiferencia que estaba lejos de sentir, PETER se volvió hacia ROCIO y le preguntó sobre la fiesta que estaba organizando, sabiendo que ella se extendería sobre los preparativos por lo menos durante un cuarto de hora.
Se aseguraría de pasarse por el club de camino a casa aquella misma noche para acallar aquel maldito rumor. Nadie se atrevería a cuestionar la palabra de honor del marqués de Glenfield.
Se dio cuenta de que probablemente aquélla era la primera vez en toda su vida que se sentía agradecido por el título que ostentaba.

- Una cena encantadora, PABLO - Comentó James varias horas después cuando él y su amigo se retiraron a la biblioteca.
El duque y la duquesa se habían excusado, sin duda ansiosos por encontrarse con sus respectivos amantes, y Gregory había salido del comedor tambaleándose y echando pestes contra Melissa, quien lo siguió sumisamente. ROCIO se había retirado a su alcoba alegando un fuerte dolor de cabeza. A PETER no le extrañó nada, pues a él también le latían las sienes a consecuencia de la tensión que se podía palpar en aquella atmósfera tan viciada.
Sirviéndose una generosa copa de brandy, PETER se la bebió de un trago. El licor le quemó la garganta y le relajó los tensos músculos. Enseguida volvió a servirse otra copa y se la llevó, junto con la garrafa, a la butaca orejera que había cerca del fuego, dejando el licor en una mesita baja de caoba, al lado del sillón.
PABLO se sirvió un dedo de brandy y tomó asiento en la butaca que había enfrente de la de PETER. Los dos hombres permanecieron en silencio durante varios minutos, mirando fijamente la danza de las llamas.
PABLO se aclaró la garganta.
- Si continúas bebiendo a ese ritmo, vas a acabar en un estado incluso peor que el de Gregory al marcharse - Miró la copa de brandy que PETER tenía en la mano - Tal vez ya lo estés.-
- Todavía no, pero ésa es mi meta - Contestó PETER.
Apuró la copa y se sirvió otra.
- Ya entiendo. Entonces, antes de que lo consigas, ¿Quieres oír mis observaciones sobre la cena de hoy?-
- Por supuesto, aunque estoy seguro de que coincidirán con las mías.-
- ¿Cuáles son las tuyas?-
- Mi hermano es un borracho ambicioso, ofensivo y endeudado que estoy seguro de que ha deseado verme muerto por lo menos una docena de veces durante la cena - Volvió a dar otro trago al brandy, deseoso de alcanzar la insensibilidad - ¿Tienes algo que añadir?-
PABLO negó con la cabeza.
- No - Tras varios minutos de violento silencio, preguntó - ¿Quieres hablar sobre lo que realmente te preocupa?-

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