martes, 19 de abril de 2016

CAPITULO 79

La boda tuvo lugar a las diez de la mañana del día siguiente en la catedral de San Pablo.
PETER estaba de pie junto al altar, al lado de Gregory, esperando con una impaciencia apenas disimulada a que LALI recorriera el largo pasillo de la catedral.
Callie llegó primero, sonriendo tímidamente y esparciendo pétalos de rosa. Cuando vio a PETER, miró disimuladamente a ambos lados y luego frunció los labios y le envió un beso. PETER miró rápidamente a su alrededor y le guiñó el ojo exageradamente, lo que provocó una risita sofocada en la pequeña.
Lucy fue la segunda en llegar, encantadora, con un vestido color melocotón claro. Sonrió a PETER mientras ocupaba su sitio en la parte delantera de la iglesia. PETER le devolvió la sonrisa y luego se quedó extasiado al divisar a LALI. Se deslizaba lentamente por el pasillo, con la mano apenas apoyada en el brazo de Andrew. PETER contuvo la respiración y sintió que se le paraba el corazón.
Vestida con un sencillo y elegante vestido de satén color marfil de cola corta, era la criatura más exquisita que habían visto los ojos de PETER. Largos y finos filamentos de los que colgaban aguamarinas y diamantes se entrelazaban entre sus rizos castaños, titilando cuando los iluminaba la luz solar que entraba por las vidrieras de la catedral.
Pero fueron sus ojos los que cautivaron a PETER y lo convirtieron en su eterno prisionero. Aquellos hermosos ojos de un azul cristalino lo miraban fijamente, luminosos, resplandecientes y rebosantes de un amor tan evidente que James se sintió profundamente abrumado. No estaba seguro de qué había hecho para merecer el amor de aquel hermoso ángel, pero iba a aceptarlo con los brazos abiertos, agradeciéndoselo a Dios cada día.
La ceremonia duró sólo un cuarto de hora y, cuando concluyó, PETER apretó la mano de su mujer («¡Su mujer!») contra su brazo y la condujo triunfalmente hasta la puerta de la iglesia.
De vuelta a la casa de Londres, se sirvió un suntuoso banquete de boda, pero PETER apenas probó bocado. Lo único en que podía concentrarse era en LALI. Sus resplandecientes ojos azules, su radiante sonrisa y aquel atractivo rubor que coloreaba sus mejillas cada vez que se cruzaban sus miradas por encima de la mesa.
PETER no podía esperar a tenerla sólo para él, y se felicitó mentalmente por su brillante plan de empezar la primera etapa del viaje de novios inmediatamente después de la comida. No tenía ningunas ganas de pasar la noche de bodas en una casa de ciudad atiborrada de gente, por muy a gusto que se sintiera con ellos. Aquella misma tarde viajarían a su finca del campo, donde pasarían una semana antes de proseguir el viaje de novios por Francia.
PETER miró disimuladamente el reloj de sobremesa e intentó ocultar su impaciencia.
«Ya falta poco. Muy poco».
Tras dos horas que a él le parecieron años, PETER por fin ayudó a LALI a subir al elegante carruaje negro. Ella sacó la mano por la ventana y lanzó por los aires el ramo de rosas y pensamientos. El ama de llaves de PETER, visiblemente emocionada, lo cogió al vuelo.
PETER tomó asiento delante de LALI e hizo una seña al chofer para que se pusiera en camino. Los invitados despidieron a la pareja de recién casados agitando las manos en el aire y LALI les respondió con el mismo gesto hasta que desaparecieron en la distancia.
PETER la observó encandilado, el corazón golpeándole fuertemente contra la caja torácica, el pulso acelerado y descontrolado. Era suya. Por fin.
Ella le sonrió, con ojos brillantes, y a él se le cortó la respiración. Había tantas cosas que quería, necesitaba decirle y, sin embargo, no encontraba las palabras.
- La ceremonia ha sido hermosa, ¿Verdad? - Preguntó ella. Él tragó saliva y asintió - Y en el banquete estaba todo delicioso. Todo el mundo ha disfrutado de lo lindo... - Su voz se fue desvaneciendo y su expresión se tornó seria - PETER, ¿Va algo mal?-
PETER carraspeó. Tenía la garganta muy seca.
- No. Todo es perfecto.-
- ¿Estás seguro? Pareces...-
- Te amo, LALI.-
Las palabras brotaron de su boca como el vapor saliendo a borbotones de una tetera hirviendo. Resopló, profundamente frustrado por su incapacidad para expresar los sentimientos que se agolpaban en su interior.
- Cuando te he visto en la iglesia, avanzando hacia mí, estabas tan exquisita... Eres todo cuanto podría haber soñado - Le cogió las manos y las apretó entre las suyas - Me gustaría tener palabras para decirte lo mucho que significas para mí, lo mucho que has cambiado mi vida, lo inmensamente feliz que me haces.-
- Lo sé, PETER - Dijo LALI con lágrimas en los ojos - Me lo demuestras cada día con las cosas tan maravillosas que haces. Tus acciones hablan de tu amor, y tu hermosa sonrisa me dice lo feliz que eres. Las palabras no siempre son necesarias.-
Él sintió un gran alivio interior. Ella lo entendía. Ella lo sabía.
Sin dejar de mirarse mutuamente, él se sentó al lado de ella y ahuecó las palmas alrededor de su rostro. Rozó suavemente los labios de LALI con los suyos mientras el corazón le latía con fuerza, rebosante de un amor tan intenso que hasta le dolía.
Cuando ella suspiró su nombre, él la rodeó con los brazos, ahondando el beso hasta que empezó a temblar del esfuerzo por contenerse.
Levantando la cabeza, PETER miró aquellas acuosas profundidades donde flotaba el amor. Amor por él.
«¡Dios! ¡Vaya sensación!»
Todo su cuerpo empezó a palpitar en respuesta, llenándolo de una acuciante necesidad de hacerle el amor. Justo allí. En aquel momento. Una vivida imagen de LALI desnuda, ofreciéndosele, restregándose contra su cuerpo, relampagueó en su mente y lo obligó a ahogar un gemido. Apartó los brazos de ella de su cuello y colocó decididamente las manos de su amada sobre la falda del vestido de novia. Luego se alejó de ella al máximo en el asiento de terciopelo. Su esposa se merecía una noche de bodas en un lecho como Dios manda, con champán y luz de velas. Era un hombre capaz de controlarse. Podía esperar hasta la noche. Siempre y cuando dejara de tocarla.
En un intento de centrar la atención en otra cosa, James sacó un fajo de cartas del bolsillo.
- ¿Te apetece jugar a cartas?-
Ella se quedó boquiabierta.
- ¿Estás enfadado conmigo?-
- No.-
- Entonces, ¿Qué diablos te pasa? Decías que te morías de ganas por estar a solas conmigo y ahora que lo estás, ¿Te apetece jugar a cartas?-
Él le acarició la cara con ambas manos.
- Por supuesto que no me apetece jugar a cartas, pero no puedo seguir besándote.-
- ¿Puedo preguntarte por qué no?-
- Porque te deseo desesperadamente. ¡Maldita sea! - Lo dijo como si fuera a explotarle el pecho, casi violentamente - Si te vuelvo a tocar, no podré contenerme. Te mereces algo mejor que un rápido revolcón en un coche de caballos en marcha.-
La comprensión se reflejó en los ojos de LALI, y la mirada que dirigió a James transmitía tal invitación sensual que PETER sintió que el deseo le hormigueaba en todos los poros. El sudor le perló la frente mientras luchaba por mantener el control.
- Si continúas mirándome de ese modo, amor mío, te desnudaré en menos que canta un gallo, te lo puedo jurar.-
- ¡Santo Dios! - Ella deslizó la yema de un dedo por el labio inferior de PETER - ¿En menos que canta un gallo? ¿Cuánto dura eso?-
Con una sola y sutil caricia, PETER perdió la batalla.
- Estás a punto de comprobarlo.-
Con un hondo gemido, PETER deslizó los dedos por el cabello de LALI, esparciendo alfileres a diestro y siniestro. Apretó los labios contra los de ella en un beso desesperado y dolorido que les dejó a ambos sin aliento. Si no le hubieran temblado tanto las manos, indudablemente la habría desnudado en menos de un minuto. Los dos minutos y medio que tardó casi lo matan. A pesar de sus trémulas manos, él se desembarazó de su propia ropa en menos de treinta segundos.
- LALI - Gimió PETER, cubriéndola con su cuerpo - ¡Dios, cómo te quiero!-
Su tacto era tan increíblemente reconfortante. Parecía que había pasado una eternidad desde que notó su piel contra la de ella por última vez. Cubrió la boca de LALI con la suya y jugueteó con la lengua, introduciéndosela y sacándosela frenéticamente en un baile amoroso que le hizo fluir la sangre por las venas a borbotones.
PETER intentó ir despacio, pero no podía. Estaba demasiado duro, demasiado excitado, se había contenido durante demasiado tiempo, la deseaba demasiado desesperadamente. La penetró con una larga embestida que le paró el corazón y arrancó un gemido entrecortado de su pecho.
Ella se apretó contra él, suspirando su nombre una y otra vez. Él sintió las oleadas del climax atravesando el cuerpo de ella y explotó su pasión. La explosión duró un momento interminable y fue tan profunda que PETER no sabía dónde acababa ella y dónde empezaba él. Se desplomó sobre ella, sin aliento, saciado y muy cerca de la muerte.
Pasaron tres largos minutos hasta que fue capaz de levantar la cabeza y mirar a LALI. Ella lo miró con ojos brillantes.
- Santo Dios, creo que me gusta bastante eso de un rápido revolcón en un coche de caballos en marcha.-
PETER se tumbó al lado de LALI y le apartó un rizo rebelde de la frente con una media sonrisa en los labios.
- Ya te había avisado de lo que pasaría.-
- ¿Ah, sí?-
PETER deslizó sutilmente un dedo por el puente de la nariz de LALI.
- He intentado comportarme como un caballero, esperando a tener una cómoda cama.-
- Llevaba tres meses esperando, PETER. No quería esperar más tiempo. Además, la puerta del establo ya estaba abierta. Tú ya sabes a qué me refiero... No veía ninguna razón para prolongar más nuestra agonía.-
PETER soltó una risita.
- Sólo tú podrías pensar en vacas en un momento como éste.-
Un brillo malicioso iluminó los ojos de LALI.
- De hecho, no es precisamente en vacas en lo que estaba pensado.-
- ¿No?-
LALI deslizó las manos por el pecho de PETER, luego le hizo cosquillas en el abdomen con las palmas y siguió bajando hasta que sus yemas rozaron su virilidad.
- Categóricamente, no estaba pensando en vacas - Musitó ella, y luego deslizó la lengua por el labio inferior de PETER mientras sus dedos rodeaban y apretaban suavemente el turgente miembro.
PETER gimió, sin acabarse de creer que volviera a estar duro como el hierro tan pronto, pero lo estaba. Empujó a LALI sobre la espalda y se colocó entre sus muslos.
- Sólo es un viaje de cinco horas y tenemos que recuperar el tiempo perdido durante tres largos meses, querida esposa - Dijo él, deslizándose en su aterciopelada y acogedora calidez - No podemos desperdiciar ni un solo segundo.-
- No - Dijo ella soltando un profundo suspiro - Ni un solo segundo.-

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