PETER soltó un suspiro y apoyó decididamente las manos en los hombros de LALI. Mirándola directamente a los ojos, rezó para que ella percibiera la profundidad de su tristeza.
- LALI, no tengo nada que ofrecerte. No puedo darte todo lo que te mereces, lo que querría darte, como querría dártelo. No puedo.-
Aquellas palabras apagaron el tenue brillo de la esperanza en los ojos de LALI, extinguiendo sus tiernos anhelos, instaurando el vacío donde había latido el deseo hacía sólo un momento. A PETER el sufrimiento que traslucía aquella mirada se le clavó en las entrañas como una fría puñalada.
Zafándose de él, LALI se acercó a la ventana y miró fijamente la negra noche con la mirada perdida. Él se quedó mirándole fijamente la espalda y tuvo que hacer de tripas corazón para no lanzarse sobre ella, estrecharla entre sus brazos. Hacerla suya.
Cuando por fin LALI se dio la vuelta y se encaró a PETER, tenía los dedos de ambas manos fuertemente entrelazados y la mirada clavada en el suelo.
- Lo entiendo. Disculpa mi desmesurado atrevimiento. Es obvio que no deseas...-
Su voz se fue desvaneciendo y cerró fuertemente los ojos.
La visión de LALI, destrozada y humillada, destruyó a PETER, haciéndole añicos por dentro. Cruzó el espacio que los separaba con dos largas zancadas y la agarró por los hombros.
- ¿Qué no deseo…? ¿Que no te deseo? - Respiró entrecortadamente y se le escapó una risa llena de amargura - ¡Por el amor de Dios, LALI! Te deseo tan terriblemente que estoy temblando. Te deseo tanto que no puedo dormir por las noches. Sufro por ti constantemente.-
Le cogió la mano y se la restregó lentamente por la entrepierna de los pantalones, presionando la palma de LALI contra la dura prominencia de carne palpitante.
- Así es como te deseo. Pienses lo que pienses, no se te ocurra decirme que no te deseo.-
LALI se quedó helada, sintiendo cómo la turgente virilidad de PETER palpitaba en su palma. Las emociones la bombardeaban por todos los flancos, como un barco vapuleado por la furia de un huracán. Él la deseaba. No del mismo modo en que ella lo deseaba a él, pero la prueba de su deseo era real e inconfundible, literalmente palpable. Y demasiado irresistible.
La cabeza de LALI se rebeló contra el deseo de su cuerpo, gritándole que era demasiado arriesgado, que tenía demasiado que perder. Su reputación, el respeto de su familia. ¿Y si se quedaba embarazada?
Pero no podía acallar a su corazón. Ya tenía veintiséis años. Y durante toda su vida había sido muchas cosas: hermana, amiga, enfermera, cuidadora. Pero nunca había sido, sencillamente, mujer.
LALI_ miró aquellos hermosos ojos, atormentados por la pasión contenida, aquella mirada tan intensa que transmitía una necesidad que ella jamás había soñado con provocar en un hombre. No podía seguir esquivándolo, huyendo de aquella ardiente promesa sensual que manaba de todos y cada uno de sus poros, del mismo modo que no podía arrancar la luna del cielo. Quería experimentar la pasión, y no quería hacerlo en las manos de ningún otro hombre más que él.
PETER estudió el rostro ruborizado de LALI y casi se cae de rodillas al comprender lo que le estaban diciendo sus ojos. Bastó con una sola mirada para sellar su destino.
Un impulso irrefrenable se apoderó de él y entregó su conciencia al mismísimo diablo. La atrajo fuertemente hacia sí y tomó su boca, abriendo con la lengua la entrada a aquella cálida gruta. Temió que su intensidad la asustara, pero ella le devolvió el beso con la misma pasión, enredando los dedos en su pelo y poniéndose de puntillas para apretarse más contra él. Cada parte de ella se adaptaba perfectamente al cuerpo de él, todos sus picos y valles encajados en su cuerpo como si los dioses los hubieran tallado expresamente el uno para el otro. Él la rodeó fuertemente con ambos brazos, pero parecía no tenerla lo bastante cerca. Deseaba absorberla literalmente, metérsela en la piel. En el alma.
Los labios de PETER dejaron un ardiente rastro en el fino cuello de LALI, mientras él se dejaba embargar por su embriagador perfume a rosas y sus gemidos entrecortados. Cuando los labios de PETER llegaron al escote del camisón, él levantó la cabeza. Mirándola a los ojos, PETER le desabrochó lentamente los botones del camisón hasta la cintura, con dedos temblorosos pero decididos.
Cuando hubo acabado, separó el tejido hacia ambos lados, lo deslizó sobre los hombros de LALI y luego se lo bajó por los brazos. Soltó el camisón y éste cayó sobre los tobillos de LALI hecho un remolino.
Bajó la mirada y se quedó sin respiración. Ella era increíble. Absolutamente perfecta.
Sus enhiestos senos apuntaban a PETER con orgullo, sus crestas de color coral endureciéndose bajo su ardiente mirada masculina. Su estrecha cintura daba paso a unas voluptuosas caderas que desembocaban en dos largas y esbeltas piernas. La visión del triángulo de rizos castaños en el vértice de los muslos amenazó con eliminar el poco control que James creía que poseía todavía. Cogiéndole las manos, entrelazó sus dedos con los de ella.
- Eres hermosa, LALI. Increíblemente hermosa.-
PETER sentía como si le fuera a estallar el corazón. Le bombardeaban emociones completamente desconocidas, atacándole por todos los flancos. Ella estaba allí delante, alta y orgullosa, pero sus ojos abiertos de par en par y el rápido ascenso y descenso de su pecho delataban su nerviosismo.
Desentrelazando los dedos, PETER deslizó las manos sobre los brazos de LALI describiendo un movimiento ascendente, y luego le acarició la espalda. Bajó la cabeza y la besó, muy lentamente y con una gran ternura, para ayudarle a relajarse. Siguió el contorno de sus labios con la lengua, saboreándola, tentándola hasta que ella fundió su boca con la de él y le rodeó el cuello con ambos brazos.
Él la sedujo poco a poco, con la boca y con las manos, intentando hacer de aquella experiencia todo cuanto ella deseaba, cuanto ella merecía. Los ángeles merecen el cielo, y aunque sólo fuera por aquella única y maravillosa noche, PETER estaba decidido a dárselo o a morir en el intento.
PETER se colocó detrás de ella y le deslizó ambas manos por la espalda hacia arriba y hacia abajo, desde los hombros hasta las nalgas, acariciando con los dedos la suavidad de su piel. Ella se retorcía de placer, restregándose contra el cuerpo de PETER, la respiración, irregular, los suspiros, entrecortados. Aquéllos eran los sonidos más eróticos que PETER había oído nunca.
Cuando le acarició con las palmas los lados de los senos, él supo que había tocado la tecla adecuada cuando ella respiró brusca y profundamente. Inclinándose hacia delante para verla mejor, deslizó los pulgares suavemente sobre los pezones de LALI. Ella le recompensó con un gemido de placer.
Llenándose las manos con la turgencia de aquella carne tan sensible, él la siguió atormentando con los dedos, y luego bajó la cabeza y le rozó levemente los erectos pezones con la lengua. Ella emitió un largo y hondo suspiro, enredó los dedos en el pelo de James, tiró de su cabeza y la atrajo hacia sus senos.
Él se dejó guiar por LALI, se colocó delante de ella y le lamió el pezón, acariciándoselo suavemente con la lengua, luego se introdujo el palpitante ápice en la boca y succionó. Los labios de PETER se movían frenéticamente hacia dentro y hacia fuera, alternando entre ambos senos, hasta que los quejidos de LALI se fusionaron en un largo y efusivo gemido de placer.
PETER deslizó una mano hacia abajo y enredó los dedos en los suaves rizos que cubrían las partes íntimas de LALI.
- Separa las piernas para mí, LALI.-
Ella obedeció y él acarició su humedad, separando los protuberantes pliegues de carne femenina. Una carne que sólo él había tocado, una carne que ya estaba caliente y húmeda. Para él. Una oleada de posesividad se adueñó súbitamente de PETER. Aquella mujer era suya. Sólo suya.
Deslizó suavemente un dedo dentro de ella, gimiendo de placer cuando sus aterciopeladas paredes se contrajeron en torno a él.
LALI cerró los ojos y se aferró a los hombros de James mientras susurraba su nombre.
La visión de su rostro ruborizado, sus labios húmedos y enrojecidos por los besos, y aquella palpitante presión en su dedo hicieron que James perdiera el control por completo. Quería, necesitaba sentir las manos de LALI sobre su cuerpo. Por todo su cuerpo. Deseaba sentirlas sobre su piel.
Se despojó rápidamente de sus ropas y se quedó de pie, inmóvil ante ella, dejando que los ojos de LALI captaran todos los detalles, dándole tiempo para que observara su virilidad. LALI lo miró de arriba abajo con pasión y él apretó los dientes, ansiando su tacto, pero dejándole que se tomara el tiempo que necesitaba... Hasta que no podía aguantar ni un segundo más.
- Tócame, LALI.-
En los ojos de LALI parpadeaba el reflejo de la duda.
- No sé cómo hacerlo.-
- Sólo... Tócame. Quiero que percibas con tu tacto lo mucho que te deseo.-
Tendió el brazo y guió las manos de LALI hasta su pecho. Ella extendió los dedos bajo los de él.
- Te late muy fuerte el corazón – Susurró - Y te arde la piel.-
Él deslizó las manos de LAI hacia los costados de su cuerpo.
- No tengas miedo.-
Ella deslizó las palmas por el torso de PETER, primero con inseguridad, luego con mayor atrevimiento, acariciándole también los hombros y la espalda. Los músculos de PETER se tensaban y contraían bajo las caricias, delicadas e inexpertas, de LALI, volviéndole loco. Cuando ella empezó a descender, acariciándole el vientre, él no pudo contener un gemido. Ella se detuvo en seco.
- ¿Te he hecho daño?-
«¡Me estás matando!»
- No, mi ángel. No pares.-
Visiblemente envalentonada por la respuesta, LALI deslizó las manos por el cuerpo de PETER una y otra vez. El soportó aquella dulce tortura, consciente de que el entusiasmo y la admiración ante aquel sensual descubrimiento que se reflejaba en los ojos de LALI compensaba con creces cualquier tormento. Cuando ella se inclinó hacia delante y apretó sus labios contra el pecho de PETER, éste respiró hondo y apretó los puños.
- ¿Te gusta?-
- ¡Dios! ¡Sí!-
sigueee
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