domingo, 3 de abril de 2016

CAPITULO 46

Aquella tarde, PETER se pasó toda la cena mirando de soslayo a LALI, que se sonrojaba cada vez que se cruzaban sus miradas. Él intentaba centrarse en la charla distendida que había a su alrededor, pero le resultaba imposible. Sus pensamientos deambulaban constantemente entre el sorprendente descubrimiento de que LALI era H. Tripp y la conversación que sabía tenía que mantener con ella sobre su inminente marcha de Halstead.
Aquella noche Nathan se unió al resto de la familia y, como fue el centro de atención tras su accidente, PETER no tuvo que hablar mucho. Y a él ya le iba bien así.
LALI estaba sentada a su lado, ataviada con un sencillo vestido. A pesar de que hablaba con todo el mundo, PETER pensó que, en cierto modo, se la veía apagada. Ella intentó varias veces implicarlo en la conversación, pero los comentarios de PETER fueron, en el mejor de los casos, lacónicos.
«Mañana. Se lo diré mañana. Si me quedo a solas con ella esta noche, sólo Dios sabe lo que puede pasar».
Tras tomar esa decisión, PETER se excusó inmediatamente después de la cena, alegando un fuerte dolor de cabeza. Se dirigió hacia las escaleras, pero sólo había subido la mitad del largo tramo de escaleras cuando LALI lo abordó.
- ¿Te pasa algo, PETER? - Le preguntó, tocándole la manga.
PETER bajó la mirada y miró la mano de LALI, luego sus ojos. Parecía preocupada.
- Sólo estoy cansado y me duele la cabeza - Le mintió.
«No sé cómo decirte que me voy. Y tengo que alejarme de ti o acabaremos otra vez en el sofá del despacho y concluiré lo que empecé la otra noche. Créeme, lo hago por tu bien. No estás segura conmigo».
- ¿Quieres que te prepare una infusión?-
PETER negó con la cabeza.
- No, gracias. Sólo necesito descansar.-
Se giró para irse.
- ¿PETER?-
PETER se detuvo y la miró, y casi pierde su determinación. Aquella mirada de sincera preocupación en el hermoso rostro de LALI casi le hace renunciar a sus nobles intenciones.
- ¿Sí?-
- Sobre la conversación que hemos mantenido esta tarde... - Su voz se fue desvaneciendo y bajó la cabeza - Espero que no pienses mal de mí.-
«Si lo hiciera, esto me resultaría mucho más fácil».
Levantándole el mentón con dos dedos, James le sonrió.
- Nunca podría pensar mal de ti, LALI. Por lo que a mí respecta, esa conversación está olvidada.-
LALI suspiró, visiblemente aliviada.
- Menos mal. Me alegra saberlo. Que duermas bien, PETER.-
- Gracias.-
Siguió subiendo las escaleras, entró en su alcoba y cerró la puerta tras él.
«¿Que duerma bien? Lo dudo mucho.»

Aquel «lo dudo mucho» resultó profético. A las dos de la mañana aún no había ni rastro de sueño en el futuro inmediato de James. Deambulaba incansablemente por su dormitorio, engullendo el excelente brandy de Tripp ESPOSITO a un ritmo alarmante. Estaba tenso y sumamente molesto. Y frustrado sexualmente como nunca lo había estado en su vida.
Deseaba con todas sus fuerzas salir de los confines de su alcoba, pero no se atrevía a hacerlo, temiendo abalanzarse sobre LALI en el despacho, el salón o el jardín. PETER sabía a ciencia cierta que, si se topaba con ella, su conciencia perdería la batalla. La deseaba vehementemente.
Murmurando una blasfemia, echó leña al fuego y se sirvió otro brandy. Justo cuando estaba llevándose la copa a los labios, oyó que alguien golpeaba suavemente la puerta de su alcoba. Creyendo que le habían engañado los oídos, PETER se quedó quieto, con la copa a medio camino de la boca y escuchó.
Volvieron a llamar a la puerta.
«¡Maldita sea! Ella ha venido a mí. ¿De dónde voy a sacar las fuerzas para no dejarle entrar en mi alcoba?» Con el corazón en un puño, fue hasta la puerta y la abrió. Pero allí no había nadie.
Entonces oyó un lloriqueo. Miró hacia abajo.
Callie estaba en el pasillo, apretando su muñeca contra el pecho, con su pequeño rostro anegado por las lágrimas. Una combinación de alivio, decepción y alarma se apoderó de PETER.
Agachándose, apartó un rizo de la frente de la pequeña y le preguntó:
- ¿Qué ha pasado, Callie? ¿No se supone que deberías estar en la cama?-
Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
- Es la señorita Josephine - Susurró con voz débil y trémula - Ha tenido un terrible accidente.-
- ¿Ah, sí? ¿Qué tipo de accidente?-
Callie le alargó la muñeca sorbiendo lágrimas por la nariz.
- Mira.-
PETER tomó en brazos a la muñeca con suma delicadeza. En efecto, la señorita Josephine había sufrido un accidente. Un grave accidente. Tenía el vestido hecho jirones y los dos brazos arrancados de cuajo. Su cara, nunca muy limpia, estaba francamente sucia. Y olía a perro muerto.
- ¿Qué le ha pasado? - Preguntó PETER.
- Stinky ha debido de hacer de las suyas - Dijo Callie mientras le temblaba la barbilla - Me he despertado y no la encontraba. Luego me he acordado de que me la había dejado olvidada en el patio, la he ido a buscar y así es como me la he encontrado. Sé que Stinky no quería hacerle daño, pero no creo que la señorita Josephine vuelva a ser la misma.-
Callie empezó a sollozar como si se le fuera a partir el corazón, PETER la miró fijamente, con la muñeca en las manos, y se sintió completamente impotente. Dio palmaditas a Callie en la espalda torpemente.
- Bueno, bueno. Pero... ¿Por qué no la acuestas? Tal vez mañana por la mañana LALI o Lucy o tu tía te la puedan arreglar - Sugirió él, sin tener ni idea de cómo afrontar la situación.
Callie negó insistentemente con la cabeza.
- No puedo meter en la cama a la señorita Josephine en este estado. Se encuentra fatal. ¿Cómo va a dormirse con los brazos arrancados? - Se le escapó un hondo sollozo - Está sufriendo terriblemente. Tenemos que ayudarla.-
«¿Tenemos? También me incluye a mí».
A PETER le entró pánico sólo de pensarlo.
- ¿Por qué no vas a ver si alguna de tus hermanas está despierta...?-
Mientras PETER pronunciaba aquellas palabras, Callie levantó la mirada y James se encontró con sus acuosos ojos inundados de lágrimas.
- A LALI no le gusta que la despierte por las noches. Y a Lucy tampoco.-
- Tonterías. No me puedo imaginar a ninguna de las dos enfadándose contigo por ese motivo.-
- Sé que me dirán que me espere a mañana por la mañana, pero yo no puedo esperar - Lo miró con ojos esperanzados - ¿Puede ayudarnos?-
PETER miró fijamente a la pequeña.
«¿Yo?»
Lo que él sabía sobre muñecas podría caber en la cabeza de un alfiler y todavía sobraría espacio. Se preguntó si parecía tan horrorizado como se sentía.
Las lágrimas seguían cayendo por las mejillas de Callie, y otro sollozo desgarrador estremeció su cuerpecito.
- Por favor, señor LANZANITIEL. Por favor.-
PETER tragó saliva y reprimió el deseo desesperado de huir. La visión de Callie llorando a lágrima viva, lo desmontó por completo. Él supo que iba a perder la batalla en cuanto la vio.
- Por favor, Callie, no llores más - Le pasó la mano por el pelo - Supongo que puedo ayudarte a arreg... Curar a la señorita Josephine.-
- ¡Oh, gracias, señor LANZANITIEL!-
Callie se lanzó a sus brazos y le dio un abrazo tan fuerte que casi lo tira al suelo. Los brazos de PETER rodearon automáticamente el cuerpo de la niña. Era tan pequeña. Y tan confiada. Y tan dulce. Inspiró, y una sonrisa iluminó sus labios. Olía como siempre había imaginado que olían los niños: a rayos de sol y nata fresca.
La pequeña dio un paso hacia atrás y lo miró con ojos llorosos.
- ¿Cree que la podemos curar? - Le preguntó con voz esperanzada.
- Estoy seguro - No tenía ni idea de cómo conseguirlo, pero haría todo lo necesario para que Callie volviera a sonreír - Veamos. ¿Por qué no la llevamos a tu cuarto y la lavamos un poco? Seguro que se encontrará mejor cuando le quitemos toda esa porquería.-
- De acuerdo.-
Callie se frotó los ojos con el dorso de la mano. PETER rebuscó en su bolsillo y extrajo un pañuelo de lino blanco. Callie lo cogió y se sonó ruidosamente.
- ¿Mejor? - Le preguntó PETER con una sonrisa.
Ella asintió con la cabeza.
- Sí.-
- Excelente.-
Callie deslizó su diminuta mano en la de PETER y lo guió hasta su alcoba. Una vez allí, la pequeña le quitó a la muñeca el vestido hecho jirones y se lo alargó a PETER, quien lo sumergió con sumo cuidado en una jofaina llena de agua. Vertió un poco de jabón en la prenda y la frotó enérgicamente, luego la escurrió y la tendió cerca del fuego para que se secara. A continuación, Callie sostuvo a la señorita Josephine mientras PETER le lavaba con gran delicadeza la carita de porcelana. Cuando acabaron, PETER la secó con cuidado con una toalla.

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