lunes, 4 de abril de 2016

CAPITULO 48

LALI estaba tumbada sobre un costado, con los ojos como platos, mirando fijamente el vestido que colgaba de su armario abierto, pensando en el hombre que se lo había regalado.
PETER.
Emitiendo un hondo suspiro, cerró los ojos y dibujó mentalmente su atractivo rostro. Casi podía oler su fragancia, limpia y salvaje al mismo tiempo, sentir sus manos explorando su cuerpo, la caricia de sus labios.
Nunca había sospechado que en ese punto tan tardío de su vida podría enamorarse tan loca y desesperadamente. Lo único que ahora se preguntaba era qué debía hacer, en el caso de que debiera hacer algo.
PETER tenía una vida, un trabajo, lejos de Halstead. Y para ella su familia era su principal preocupación.
¿Se plantearía él la posibilidad de buscar trabajo en Halstead? ¿Se atrevería ella a pedírselo? Si no se lo pedía, ¿Se pasaría el resto de su vida lamentándose y preguntándose qué habría respondido él? Pero ¿Y si se atrevía a pedírselo y él le daba una negativa?
«Se me partiría el corazón».
Pero ¿Y si decidía quedarse?
LALI cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza, temerosa de soñar siquiera con que PETER pudiera quedarse, aterrada de desear tan intensamente que se enamorara de ella, que pudieran tener un futuro juntos. ¿Estaría dispuesto a cargar con el peso de toda su familia?
Mucho riesgo, mucho que perder. Pero mucho más que ganar.
LALI barajó mentalmente sus opciones una y otra vez sin llegar a una decisión casi hasta el amanecer.
Cuando despuntaron los primeros rayos del sol tras el horizonte, tiñendo el cielo de un resplandor anaranjado, por fin logró conciliar el sueño, tras haber tomado una decisión. Iba a decirle a PETER lo que sentía por él y a pedirle que se estableciera en Halstead. E iba a rezar para que le contestara que sí.
«Mucho riesgo, pero mucho más que ganar»

A la mañana siguiente, PETER se despertó muy tarde, con una de las peores resacas que había tenido en años. Parecía como si la cabeza le fuera a explotar, y las sienes le latían con tal fuerza que casi le resultaba imposible pensar. Se levantó de la cama, avanzó con paso vacilante hasta la ventana y descorrió con sumo cuidado las pesadas cortinas. Craso error. La fuerte luz del sol le golpeó los ojos, y retrocedió tambaleándose, apartándose de los hirientes rayos con un hondo gemido. Categóricamente, la abstinencia no estaba hecha para él. Sintió que se le revolvían las tripas y volvió a gemir. Pensándolo bien, el brandy tampoco estaba hecho para él.
Jurándose a sí mismo no beber nada más que té hasta el fin de sus días, se vistió lentamente. Cada movimiento le repercutía en la cabeza, como si le estuvieran clavando afilados dardos en el cerebro. ¡Dios! Necesitaba desesperadamente uno de los asquerosos brebajes que le preparaba Sigfried en las contadas ocasiones en que bebía más de la cuenta.
Cuando, por fin, se hubo vestido, James bajó las escaleras ansiando desesperadamente un café. Tras asomarse al comedor y encontrarlo desierto, se dirigió hacia la cocina, donde se encontró a Pierre limpiando pescado. Al percibir aquel fuerte olor a pescado, casi le fallan las rodillas.
- Tiene aspecto de pagueceg mal de mer, monsieur Baguettson - Dijo Pierre.
- Me encuentro incluso peor, se lo aseguro - Contestó PETER, sentándose con cuidado en una silla de respaldo rígido delante de una mesa grande de madera. Dejó caer la dolorida cabeza sobre las manos - ¿Le importaría prepararme un café?-
Pierre dejó el cuchillo y se secó las manos en el delantal.
- ¿Demasiado bgandy fgancés del capitán? - Preguntó con una sonrisa de complicidad.
James asintió y luego deseó no haberlo hecho. Y pensó que alguien debería decirle al maldito gato que dejara de pasearse por allí.
- Pierre sabe cómo ayudag a monsieur. Dentgo de poco se sentigá mejog. Ya vegá.-
PETER no contestó, se limitó a apoyar su palpitante cabeza en las manos y luego gruñó.
Al cabo de cinco minutos Pierre colocó un vaso delante de PETER. Éste levantó la cabeza y lo miró con ojos legañosos.
- ¿Qué es? - Preguntó, en el fondo sin importarle.
- Limítese a bebégselo - Le ordenó Pierre en tono imperativo.
PETER olió su contenido.
- ¡Puaj! ¿Qué demonios es esto?-
- Una gueceta secgueta. Bébaselo.-
«¿Y qué más da? Si no me cura, tal vez me mate. De todos modos, me encontraré mejor».
Cogió el vaso y engulló el brebaje. Era con diferencia la pócima más repugnante que había bebido en su vida. Se preguntó si el plan de Pierre consistiría realmente en quitarle el dolor aniquilándole.
Pierre cogió el vaso vacío y volvió a su pescado.
- Se sentigá mejog muy pgonto. Pierre es un maestgo.-
PETER se quedó completamente inmóvil sentado en la silla, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en las palmas. No había bebido tanto brandy desde que era un joven imberbe. Si se descuidaba, los ESPOSITO acabarían matándolo. En aquel momento se sentía morir… Pero, al cabo de unos minutos, francamente no se sentía tan mal. De hecho, se fue encontrando mejor a cada minuto que pasaba.
Al cabo de diez minutos, se sentía casi humano. Levantó la cabeza, moviendo el cuello tentativamente. El persistente dolor de cabeza se le había ido. Miró a Pierre estupefacto.
- ¿Se encuentga mejog, monsieur LANZANITIEL? - Preguntó Pierre, sin levantar la cabeza de la pila de pescado.
- Me encuentro bastante bien - Dijo PETER sorprendido. Ni siquiera el elixir de Sigfried lograba un efecto tan espectacular - ¿Qué diablos me ha dado?-
- Una gueceta familiag secgueta. Es lo mejog, ¿Vegdad?-
- Lo «mejog» - Asintió PETER.
- Me imagino que ahoga le empezagá a entgag hambgue - Predijo Pierre asintiendo con una gran seguridad.
- Me muero de hambre - Dijo PETER sorprendido.
Hacía sólo diez minutos, pensaba que no volvería a comer nunca más.
Sin decir nada, Pierre le preparó una comida ligera mientras PETER iba dando sorbos a un café bien cargado. PETER miró a su alrededor con interés, y comprobó que en aquella cocina había un inmenso horno de leña y decenas de cacerolas, sartenes y otros utensilios colgados de las paredes. De repente, se dio cuenta de que aquella habitación era cálida, acogedora y agradable. También cayó en la cuenta de que era la primera vez en su vida que ponía los pies en una cocina.
- ¡Voilà! - Dijo Pierre, colocando una bandeja delante de PETER - Coma y se encontgagá très bien paga la cena de esta noche.-
- Gracias - Dijo PETER, atacando los huevos con un entusiasmo fuera de lo común. Le supieron a gloria y devoró hasta el último bocado.
Luego se recostó en el respaldo de la silla, satisfecho y encontrándose mucho mejor de lo que hacía un rato creía posible. Saboreó otra taza de café mientras observaba cómo Pierre limpiaba un pez tras otro.
- Parece ser que Andrew y Nathan se han ido de pesca esta mañana - Comentó PETER al cabo de un rato.
- Oui. Ha ido toda la familia. Tgaído montones de pescados. Pierre muy ocupado.-
- ¿Dónde están ahora?-
Pierre se encogió de hombros.
- Cgueo que en el lago con los pegos - Arrugó exageradamente la nariz en señal de disgusto - ¡Esos pegos! ¡Quelle horreur! Lo desogdenan todo. Huelen fatal. A Pierre no gustag que entguen en la cocina.-
- Perfectamente comprensible - Murmuró PETER, estremeciéndose sólo de pensar en el estropicio que aquellas bestias podrían hacer en la cocina.
Se levantó y se acercó a Pierre, observando fascinado cómo aquel hombre menudo limpiaba el pescado. El cuchillo de Pierre se movía de un lado a otro con una gran economía de movimientos, y la pila de pescados limpios iba creciendo a la misma velocidad. Tras observarle atentamente durante varios minutos, James sintió el repentino impulso de probarlo por sí mismo.
- ¿Puedo ayudar? - Preguntó con aire despreocupado.
Pierre se detuvo y lo miró de soslayo durante un momento antes de hablar.
- ¿Ha limpiado pescado alguna vez?-
- No.-
- Le enseñagué - Le pasó a PETER un cuchillo y un pez pequeño - Pguimego le cogta la cabeza - Dijo Pierre, y se lo demostró con el pescado que tenía en la mano.
PETER lo cogió por la cola e imitó las acciones de Pierre.
- Luego cogta aquí abajo y le aganca las tguipas.-
PETER imitó a Pierre, haciendo una raja en el abdomen del pez y extrayéndole las vísceras.
- Luego, sosténgalo pog aquí y gasque con el cuchillo.-
PETER observó cómo Pierre cogía el pez por la cola y lo descamaba deslizando el borde romo del cuchillo a lo largo del cuerpo del pez.
- Luego cogta aquí y voilà. Ya está - Pierre golpeó fuertemente la cola contra el apoyo de la cocina y añadió el pez al montón de pescados limpios - Usted se encagga del guesto y mientgas tanto Pierre hace otgas cosas.-
PETER cogió el cuchillo, primero torpemente, y estuvo a punto de rebanarse un dedo de cuajo, pero al final le cogió el tranquillo a la tarea, aunque sin igualar la velocidad y la destreza de Pierre.
Al principio, PETER no entendía muy bien qué impulso se había adueñado de él para ofrecerse voluntariamente a ayudar a Pierre, aparte de una curiosidad insana por aprender una actividad completamente desconocida para él. Pero, para su sorpresa, comprobó que en el fondo le gustaba limpiar pescado. Cuando acabó y dejó el cuchillo sobre el mármol, se sentía bastante orgulloso de sí mismo.
Pierre examinó su trabajo y dijo:
- Ha hecho un buen tgabajo. Ahora le enseñagué a cocinag.

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