miércoles, 13 de abril de 2016

CAPITULO 64

- Pero me irá corto - Protestó LALI negando repetidamente con la cabeza - Además, éste es uno de los vestidos que te compré para que estés bien guapa cuando te venga a buscar Marshall.-
- Podemos alargarlo - Dijo Lucy sin titubear - Bastará con coserle un volante en los bajos. Los volantes están muy de moda ahora.-
- Pero... ¿Y Marshall?-
- Marshall detesta el color melocotón - Dijo Lucy, pero el rubor de sus mejillas delató su mentira.
A LALI le embargó una gran ternura ante aquel evidente deseo de complacerla.
Tía JUSTINA y Callie aparecieron en la puerta de la alcoba y, antes de que LALI supiera qué estaba ocurriendo, le habían quitado el sencillo vestido que llevaba puesto y estaban poniéndole el vestido color melocotón por la cabeza. Lucy le explicó a su tía lo de la invitación para tomar el té con la condesa y la falta de vestimenta apropiada.
A LALI, el vestido le iba bastante bien, exceptuando que le apretaba un poco en la parte del corpiño y que le faltaban unos quince centímetros de largo. Lucy y tía JUSTINA se desplazaron alrededor de LALI, soltando costuras por aquí, clavando alfileres por allá y comentando las posibles opciones. Cuando, por fin, decidieron lo que había que hacer, le quitaron rápidamente el vestido a LALI y las tres se pusieron manos a la obra.
Estuvieron cosiendo el resto de la tarde, parando solamente para cenar.
A Nathan y Andrew les impresionó bastante la invitación que había recibido LALI.
Tras la cena, las tres mujeres siguieron trabajando durante las oscuras horas de la noche, charlando jovialmente, cortando y cosiendo. Callie se quedó con ellas, junto con la señorita Josephine, hasta que no pudo mantener los ojos abiertos. Se quedó dormida en el sofá del salón, abrazada a su muñeca.
- ¡Ya está! - Dijo Lucy, levantándose y desperezándose.
Miró el reloj de sobremesa que había en la repisa de la chimenea. Casi era medianoche.
- Pruébatelo, LALI, querida - Dijo tía JUSTINA.
Ayudaron a LALI a ponerse el vestido encima de la combinación. Tía JUSTINA había cosido hábilmente un paño de puntilla en la espalda para que el corpiño le quedara más holgado. Un volante color crema, cuyo tejido habían extraído de un antiguo vestido que se le había quedado pequeño a Lucy, adornaba los bajos del vestido. Y tía JUSTINA había añadido una cinta de terciopelo color crema debajo de la línea del busto.
- ¡Te sienta de maravilla! - Dijo Lucy entusiasmada mientras daba la vuelta alrededor de su hermana - Es absolutamente perfecto.-
- La condesa se quedará impresionada - Predijo tía JUSTINA con una sonrisa.
- Siempre y cuando yo no haga nada que me haga quedar en ridículo - Dijo LALI.
- Tonterías. Seguro que te adora - Dijo Lucy ayudándola a quitarse el vestido - Como todo el mundo.-
A LALI le embargó una profunda tristeza.
«No, no todo el mundo».

Al día siguiente, un elegante coche de caballos, con puertas lacadas y adornadas con el blasón de la familia Blackmoor, llegó a la finca de los ESPOSITO exactamente a la once en punto de la mañana. La familia ESPOSITO al completo, incluyendo a Pierre, escoltó a LALI hasta la puerta del coche de caballos. Ella los abrazó a todos, prometiéndoles que les explicaría hasta el último detalle cuando volviera a casa al atardecer.
Un lacayo uniformado con librea ayudó a LALI a subirse al coche de caballos y partieron, entre chillidos de los niños y agitar de manos.
En cuanto su familia se perdió en la distancia, LALI se acomodó en el asiento e inspeccionó el interior del coche de caballos. Nunca había viajado en un vehículo tan lujoso. Deslizó la mano sobre los voluminosos cojines de terciopelo color vino y hundió los dedos en su suavidad. Con un suspiro, se apoyó en el respaldo, observando cómo pasaba rápidamente el paisaje ante sus ojos.
Una vez en Londres, observó cómo iban cambiando los alrededores conforme iban saliendo de los arrabales de la ciudad y entrando en los barrios de más postín. LALI vio a damas y caballeros elegantemente vestidos paseándose, lujosas tiendas y magníficos edificios.
El coche de caballos se detuvo finalmente ante una impresionante construcción de ladrillo. El lacayo le abrió la puerta y la ayudó a bajar.
Subiendo lentamente la escalinata, la mirada de LALI se fijó en la magnífica estructura del edificio, desde sus envejecidos ladrillos color rosa hasta el pequeño pero hermoso jardín de flores. Justo antes de que pisara el último escalón, se abrió uno de los dos inmensos porticones.
- Buenas tardes, señorita ESPOSITO - Dijo un mayordomo de rostro impasible mientras daba un paso atrás para dejarle entrar en el vestíbulo.
- Buenas tardes - Contestó ella con una sonrisa.
Entró en el vestíbulo y contuvo la respiración. Una enorme araña, la mayor que LALI había visto en su vida, colgaba del techo. Una majestuosa escalera describía una curva y luego ascendía al segundo piso. El suelo del vestíbulo era de mármol verde oscuro y brillaba tanto que LALI podía verse reflejada.
- ¿Quiere que le guarde el abrigo?-
La voz del mayordomo volvió a captar súbitamente la atención de LALI, y ella le entregó el chal.
- Gracias.
- La condesa está en su sala de estar privada. Por favor, sígame.
Mientras seguía al mayordomo por el pasillo, LALI fue observando la decoración con sumo interés, intentando no parecer patosa. Lujosas mesas de caoba se extendían a lo largo del vestíbulo, todas ellas adornadas con inmensos arreglos florales elaborados con flores frescas. Admiró las flores y fue nombrando mentalmente cada una de ellas a medida que iba avanzando. Varios espejos realzaban las paredes tapizadas con seda color marfil. Se miró disimuladamente en uno de ellos y sintió un gran alivio al comprobar que el viaje no le había estropeado el peinado.
El mayordomo se detuvo en seco ante una puerta, y LALI estuvo a punto de chocar contra su espalda de lo concentrada que estaba fijándose en cuanto la rodeaba. Él señaló la puerta y le indicó, con un solemne ademán de la cabeza, que podía entrar en la habitación.
Un fuego crepitaba en el hogar, creando una atmósfera sumamente acogedora. La habitación estaba agradablemente iluminada y decorada en tonos alegres, la luz del sol entraba por unos altos ventanales estilo Palladian. Varios óleos sobre escenas pastoriles decoraban las paredes tapizadas en seda de color verde claro. Dos butacas flanqueaban el sofá, y en un rincón de la habitación había un escritorio de cerezo. También había varios jarrones de cristal llenos de flores frescas, cuya dulce fragancia perfumaba el aire de la sala. LALI tuvo la sensación de acabar de entrar en un jardín encantado.
- ¿Señorita LALI? - Preguntó una dulce voz a su espalda - Muchísimas gracias por aceptar mi invitación, sobre todo teniendo en cuenta la brevedad de la nota que la acompañaba.-
LALI se volvió para saludar a su anfitriona, y la sorprendió gratamente la primera visión que tuvo de la condesa. No estaba muy segura del aspecto que esperaba que tuviera la condesa de Blackmoor, pero, desde luego, no se había imaginado nada parecido a aquella joven encantadora que se le acercaba con una cordial sonrisa en su hermoso rostro.
La condesa le tendió la mano.
- Encantada de conocerla, señorita ESPOSITO-
LALI consiguió recordar los buenos modales e hizo una desgarbada reverencia. Luego estrechó la mano de la condesa.
- Es un placer conocerla, lady Blackmoor. Y soy yo quien debe estarle agradecida por su amable invitación.-
- Por favor, venga conmigo y tome asiento - La invitó la condesa guiándola hasta el sofá - Pensé que podríamos conversar unos minutos antes de que nos sirvan el té.-
- Esta habitación es una preciosidad - Comentó LALI cuando se hubo sentado.
- Gracias. Es mi favorita. Por frenético que sea mi ritmo de vida, siempre que puedo me refugio aquí para encontrar un poco de paz - La condesa se inclinó hacia delante y examinó a LALI sin disimular su interés - Debo admitir, señorita ESPOSITO, que no es exactamente como esperaba - El rostro de LALI debió de delatar su consternación porque la condesa se apresuró a añadir - Oh, no me malinterprete, por favor. Estoy muy sorprendida, gratamente sorprendida, se lo aseguro.-
Alargó el brazo y le dio un breve apretón en la mano.
LALI dejó escapar un suspiro de alivio. Luego devolvió a la condesa su cordial sonrisa y le confesó:
- En tal caso, debo admitir que usted tampoco es exactamente lo que me esperaba encontrar.-
- ¿Ah, sí? ¿Y qué se esperaba encontrar? - Preguntó con expresión de genuina curiosidad.
- ¿Sinceramente?-
- Por supuesto.-
- Bueno, me la imaginaba ataviada con algún tipo de impresionante vestido oscuro y unos quevedos colgando de la nariz. Varios collares de perlas, un moño sumamente serio de cabellos grises, y tendiendo a la obesidad. Me imaginaba que cojearía y que sería muy, muy anciana - Concluyó LALI con una tímida sonrisa en los labios.
La condesa estalló en carcajadas.
- ¡Santo Cielo! ¿Y aun así aceptó mi invitación?-
- Para serle franca, me planteé la posibilidad de rechazarla, pero mis hermanas menores no me dejaron hacerlo - Confesó LALI, relajándose en presencia de la condesa.
A pesar del noble linaje de su anfitriona, era cordial y acogedora, y a LALI le gustó en cuanto la vio.
- Están muertas de envidia porque estoy tomando el té con una condesa. Mi hermana pequeña, Callie, vive para invitar a la gente a tomar el té. Ahora estará en casa, dando vueltas nerviosamente, esperando ansiosa mi regreso para que le cuente cómo sirve el té una condesa.-
- ¿Qué edad tiene?-
- Seis años. Cumple siete dentro de dos semanas.-
- ¡Qué encanto!-
La condesa llamó para que le trajeran el carrito del té.
- Por favor, prosiga, estoy deseosa de oírlo todo sobre usted y su familia.-

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