LALI
caminaba por el bosque a pasos silenciosos a lo largo del sendero de
tierra compacta. La luz del sol se filtraba entre las ramas de los
árboles, caldeando el ambiente fresco y húmedo, oscurecido por la densa
vegetación. Cuando llegó al lago, encontró una zona cubierta de hierba y
se dejó caer en el suelo, apoyando el peso en las manos, y miró
fijamente al agua de un azul oscuro centelleante.
«¡Dios mío! ¿Volveré alguna vez a ser feliz?»
Cogió una piedrecita y la lanzó al lago, observando la serie de ondas
circulares que se iban extendiendo por la superficie del agua.
Normalmente encontraba la paz en aquel lugar, en el olor a musgo de las
sombras y el suave crepitar de las hojas. Pero no hoy. Ni en las dos
últimas semanas. Desde que él se fue.
Había tenido dos largas
semanas para recuperar fuerzas, ordenar sus pensamientos y luchar contra
el profundo malestar que había sido su constante compañía desde la
marcha de PETER. Pero había fracasado estrepitosamente. Seguía
doliéndole al respirar. Le dolían las entrañas, y tenía el corazón hecho
añicos y el alma herida, como si la hubiera arrollado una manada de
caballos salvajes. La vida ya no era como antes de la llegada de PETER.
No había sido capaz siquiera de mirar el jardín. No soportaba ver las
flores, sobre todo los pensamientos. Y no había dormido en su cama desde
que él se fue, incapaz de acostarse donde habían pasado la noche
haciendo el amor.
Puesto que tampoco conseguía conciliar el sueño,
se pasaba la mayor parte de las noches en el despacho de su padre,
escribiendo hasta la madrugada. Cuando despuntaban los primeros rayos de
sol en el horizonte, se acostaba durante una hora en el sofá y dormía a
rachas.
Consciente de que su familia estaba muy preocupada por
ella, LALI se había forzado a poner buena cara y parecer alegre durante
los últimos días para ofrecer la impresión de que estaba bien. Ya no
soportaba más las miradas de lástima de Lucy.
Durante las dos
últimas semanas, sus emociones habían recorrido toda la gama comprendida
entre el enfado y la rabia, por un lado, y la amargura y la
desesperación por el otro. A veces estaba furiosa, con PETER, por sus
palabras vacías y por la forma en que la había abandonado, y también
consigo misma, por haberse enamorado perdidamente de él. Otras veces se
sentía tan profunda y completamente triste y hundida que apenas podía
mantenerse en pie. Le temblaban las rodillas de la vergüenza que sentía
cada vez que evocaba su desinhibido comportamiento en la noche previa a
la marcha de PETER.
Se le encogía el corazón al pensar que le había
declarado su amor. Se había pasado la primera semana posterior a la
partida de PETER temiendo haberse quedado embarazada, pero, gracias a
Dios, había comprobado que no lo estaba.
«No puedo culpar a nadie
más que a mí misma. Le ofrecí todo lo que tengo -mi corazón, mi alma, mi
inocencia- pero, al parecer, todo eso no le bastaba».
Había releído
la carta que PETER le había dejado cien veces, hasta que ya no pudo
mirarla más. La noche anterior la había echado al fuego. Ya era hora de
reanudar su vida. Tenía una familia que dependía de ella y
responsabilidades que atender. Ellos le daban un motivo para seguir
adelante. Era hora de dejar de sumirse en la autocompasión y unirse de
nuevo a la vida. Era hora de volver a su vida anterior. Como era obvio
que había hecho PETER.
- ¿Sí? ¿Quién es? - Preguntó Grimsley,
abriendo la puerta principal. Cegado por el fuerte resplandor, entornó
los ojos para protegerse de la luz solar - ¿Quién es usted? ¿Le conozco?
¿Dónde he puesto mis gafas?-
Se dio un cachete en la parte superior
de la cabeza e hizo una mueca de dolor cuando la montura de alambre se
le clavó en la piel. Se puso las gafas en la punta de la nariz y volvió a
mirar, esta vez con los ojos abiertos de par en par en señal de
asombro.
Un lacayo, ataviado con librea, la más elegante que Grimsley había visto nunca, esperaba de pie ante la puerta.
Winston eligió justamente aquel momento para entrar a zancadas en el vestíbulo.
- ¿Quién diablos es usted y qué diablos quiere? - Dijo vociferando.
- Tengo un mensaje para la señorita LALI ESPOSITO - Dijo el lacayo sin inmutarse - ¿Está en casa?-
Grimsley se arregló tímidamente el chaleco.
- Sí, la señorita ESPOSITO está en casa. Espere aquí, por favor.-
Winston, claramente receloso, dirigió una mirada fulminante al lacayo.
- Ve a buscar a la señorita LALI, Grimsley. Yo vigilaré a este tipo. Si me plantea problemas, lo echaré con mis propias manos.-
Haciendo acopio de toda la dignidad de que fue capaz dadas las
circunstancias, Grimsley salió del vestíbulo en busca de la señorita
LALI. No tenía ni idea de dónde encontrarla.
Tardó casi veinte
minutos en dar con ella. Tras una búsqueda exhaustiva, por fin la
encontró en el huerto, arrancando malas hierbas con Callie y Lucy.
Cuando les habló de la presencia del elegante lacayo, las tres lo
siguieron hasta la casa.
- ¿La señorita _LALI ESPOSITO? - Preguntó el lacayo, mirando alternativamente a LALI y a Lucy.
- Yo soy LALI ESPOSITO - Dijo LALI, dando un paso adelante.
El lacayo le alargó un trozo de papel vitela color marfil lacrado en rojo.
- Tengo un mensaje para usted de la condesa de Blackmoor. La condesa me ha pedido que esperara para recibir su respuesta.-
- ¿La condesa de Blackmoor? - Repitió LALI completamente desorientada.
Cogió el grueso trozo de papel y le dio varias vueltas - Nunca había
oído ese nombre hasta hoy. ¿Está seguro de que el mensaje es para mí?-
- Absolutamente - Contestó el lacayo.
- ¿Qué dice? - Preguntó Callie estirando del vestido de LALI.
- Veamos - LALI rompió el precinto lacrado y leyó rápidamente la nota - ¡Qué extraordinario!-
- ¿Qué? - Preguntaron Callie y Lucy al unísono.
- La condesa de Blackmoor me invita mañana a su casa de Londres a tomar
té. Dice que, aunque no nos conozcamos, recientemente ha descubierto
que tenemos amigos comunes y que le encantaría conocerme personalmente.-
- ¿Qué amigos comunes? - Preguntó Lucy, intentando leer la nota asomándose tras el hombro de LALI.
- No lo menciona.-
Callie aplaudió entusiasmada mientras daba saltitos.
- ¡Tomar el té con una condesa! ¿Podré ir contigo? ¡Por favor, LALI!-
LALI negó con la cabeza sumida en un mar de dudas.
- No, cariño, me temo que no - Se dirigió al uniformado lacayo - Así pues ¿La condesa espera mi respuesta?-
- Sí, señorita ESPOSITO. En caso de que aceptara la invitación, le
enviarían un coche de caballos a buscarla para que la acompañe a la
residencia de la condesa.-
- Ya entiendo - LALI miró a Lucy inquisidoramente - ¿Qué hago?-
- Creo que debes ir - Dijo Lucy sin dudarlo ni un momento.
- Yo también - Intervino Callie.
- Después de todo, ¿Cuántas oportunidades tendrás en la vida de tomar
el té con una condesa? - Dijo Lucy con una incitante sonrisa - Te irá de
maravilla salir de casa. Además, ¿No te pica la curiosidad por saber
quiénes son esos amigos comunes?-
- Sí, debo admitirlo - LALI releyó
la invitación por última vez, sin acabar de creerse que fuera dirigida a
ella - Muy bien - Le dijo al lacayo - Puede decirle a la condesa que
acepto encantada su invitación.-
- Gracias, señorita ESPOSITO. El coche de caballos de la condesa estará aquí mañana a la once en punto de la mañana.-
El lacayo hizo una reverencia y se marchó.
LALI, Lucy, Callie, Grimsley y hasta Winston se agolparon alrededor de
la ventana, pegando las narices al cristal, y observaron cómo el
elegante coche de caballos desaparecía en la distancia.
- ¡Que me
cuelguen del palo mayor y me ondeen al viento! - Resopló Winston - No
había visto un anillo tan lujoso en toda mi vida.-
- Desde luego —dijo Lucy entre risas - ¡Santo Dios! LALI, ¿Qué diablos te pondrás?-
LALI miró fijamente a su hermana, confundida.
- No tengo ni idea. Disto mucho de tener algo apropiado para la ocasión.-
- ¿Y qué me dices del vestido azul claro...?-
- No - La tajante respuesta de LALI cortó el aire - Me refiero a que es
demasiado ostentoso para tomar el té - Se apresuró a rectificar.
No
quería ni pensar en aquel vestido. Le recodaba a PETER y a la noche en
que lo había llevado, y aquellos recuerdos le hacían daño.
- Puedes ponerte alguno de mis vestidos - Le ofreció Lucy.
- Es muy amable de tu parte, pero soy demasiado alta para llevar ropa tuya - Dijo LALI - Me pondré uno de mis vestidos grises.
- No lo harás - Dijo Lucy con firmeza. Tomó a LALI de la mano y la
arrastró hasta las escaleras - Callie, por favor, ve a buscar a tía
JUSTINA. Dile que coja el costurero, y luego vengan las dos a mi
alcoba.-
Callie se fue corriendo a hacer sus recados, y LALI dejó que Lucy la guiara escaleras arriba.
- ¿Qué estás tramando? - Le preguntó LALI.
- Vamos a buscarte algo para que te lo pongas mañana - Dijo Lucy,
abriendo de par en par las puertas de su armario. Sacó varios vestidos y
los inspeccionó con mirada crítica antes de tirarlos sobre la cama -
No, ninguno de éstos servirá - Dijo volviendo a mirar el armario - ¡Aja!
- Dijo, con expresión triunfante. Sacó un vestido color melocotón claro
y se lo ofreció a LALI - Éste te quedará precioso.-
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