: Oh, sí.
—¡PETER! —exclamó ella sin poder creerlo.
Él soltó una sonora carcajada.
—¿Estas escandalizada, preciosa? —inquirió. ...
Ella lo miró fijo a los ojos y trató de permanecer seria. Pero ¿Cómo
podía hacerlo cuando los ojos de él brillaban con tanta simpatía?
—Yo creo que estás loco —le dijo mientras una sonrisa tironeaba de sus labios. PETER se inclinó la besó.
—Claro que estoy loco… Loco por ti —murmuró mientras con la punta de su lengua obligaba a LALI a besarlo.
En ese beso había de todo y la morena fue inundada por las sensaciones.
Estaba perdida en las mismas. Intentó acercarse más a él, mientras sus
labios se movían sobre los de ellas, encendiéndola, su lengua
mezclándose con la suya. Deslizó sus piernas, sintiendo la fuerza de sus
muslos, las diferencias entre ellos. Y se estaba muriendo, estaba
muriendo lentamente por la necesidad de tocarlo. Una mano caliente se
instaló en su cintura y mientras sus labios seguían besando los suyos,
comenzó a bajar por su cadera hasta anclarse en la curva de su cola. Con
un simple movimiento la ayudó a que con una pierna rodeara su masculina
cadera. Oh sí, eso fue tan bueno. Las sensaciones comenzaron a fluir a
través de ella, como fuego que recorría cada parte de su ser,
preparándola para él, para recibirlo. Tratando de aliviar la enorme
presión, se deslizó a sí misma hacia abajo, encontrando un poco de
alivio, cuando su centro se encontró con su erección. Un gemido brotó a
través de su beso por las increíbles sensaciones que aquel pequeño
encuentro provocó.
Él se despertó aun más. Real y verdaderamente excitado por ella.
—PETER—susurró agitada.
—Quédate quieta, LALI —le gruñó.
—Por favor —rogó con un suave tono desesperado —Haz algo antes de que muera por ello, PETER… Yo no puedo soportarlo más, no.
—Shhh, tranquila pequeña —le dijo él y la besó cortamente para luego depositar un suave beso en su mentón.
LALI tiró la cabeza levemente hacia atrás contra las almohadas. Él se
movió sobre su cuerpo, hacia abajo, besando un camino hacia su cuello.
Sus labios encontraron un punto en donde sintieron el desesperado latido
de su corazón. Lamió aquel punto, con la inocente idea de calmarlo.
Cada vez que él se movía sobre ella, suaves sonidos escapaban de sus
labios. Era el paraíso. Y aquel momento era tan malditamente diferente
al primero, que de verdad quería retrasarlo, quería hacerlo durar. Iba a
llevarlo con él por el resto de su vida.
Se inclinó sobre ella, viendo como sus ojos se dilataron cuando bajó la cabeza y lamió un apretado pezón luego el otro.
LALI se retorció, gimió. Sintió su vientre contraerse de puro placer.
Entonces, cubrió una punta, chupándolos en la boca. La sensación golpeó
en su vientre, convulsionó su estómago. Sus ojos se agrandaron, y sus
manos, casi por propia voluntad, se cerraron con fuerza sobre las
corbatas que la mantenían atada.
—Oh —fue lo único que su voz se permitió decir.
—LALI—habló él mientras se movía para darle la misma atención al
siguiente pecho. Ella se mordió los labios y observó atenta cada
movimiento —No pienses en nada, cariño, déjate ir. Disfrútalo, déjame
escuchar cuanto te gusta…
Sopló su aliento sobre su pezón. La
sensualidad en su voz la llevó al límite. La desinhibición se apoderó de
ella. Se olvidó de todo. De los miedos, del dolor. Lo único que había
era esto. Su toque. Su bondad. Su honestidad. El pacer.
—Oh sí —las palabras escaparon de sus labios.
—¿Sí, qué? —inquirió él.
—Más —sentenció.
PETER volvió a tomar sus labios en un hambriento beso, mientras una
mano curiosa ocupaba el lugar que anteriormente habían tenido sus
labios. Con su pulgar, acarició un pezón y ella respondió arqueándose
contra él. Diablos, era tan sensible a él que estaba a punto de
explotarle la cabeza. No sabía por cuanto tiempo más podría soportarlo,
pero iba a hacerlo. Su mano siguió camino hacia el sur, encontrándose
con la suave piel de su vientre. Era increíble pensar que hacía un poco
más de un mes allí dentro había estado el regalo más grande de su vida.
Su mano llegó a destino y LALI soltó un pequeño gruñido, cuando él la
tocó más profundo.
—Estás mojada —susurró contra sus labios. El tono fue áspero, profundo y hambriento. Hizo que un temblor recorriese su columna.
—Y no podría ser de otra manera. Hace horas que estás jugando conmigo, maldito —le dijo entre dientes.
—Esa era la idea, preciosa —rió por lo bajo. Su pulgar encontró aquel
pequeño capullo en donde radicaba la mayor parte de su placer. Realizó
un suave círculo sobre él.
La morena dejó caer la cabeza hacia
atrás dándole acceso a sus labios, a su cuello, mientras el pulgar la
acariciaba y enviaba fuego a su cuerpo.
—PETER —ella suspiró su
nombre nuevamente. Sus labios se deslizaron por su cuello antes de
rozarlo con sus dientes. El placer se convirtió en fuego recorriéndole
el cuerpo.
LALI luchó por respirar cuando los pequeños toques
aumentaron. Sus ojos se cerraron. Él la estaba llevando hacia el borde.
Ella gimió, sus manos se cerraron en puños, su corazón latió más fuerte
cuando sintió la lenta penetración de dos dedos.
Su respiración era
desigual al momento en que decidió abrir los ojos para verlo luchando
por respirar. Observarlo la noqueó. Era un placer que ella nunca había
conocido en la mirada de un hombre. Nunca nadie la había mirado así.
—Es tan bueno —dijo él roncamente cuando profundizó su toque, mientras
ella intentaba mantener los ojos abiertos para mirarlo y deleitarse con
el deseo que vivía en sus encendidos ojos miel —Pero puede ser mejor,
amor —le dijo bajito —Mucho mejor.
Sus dedos se deslizaron más profundamente al decir esas palabras. LALI luchó por sofocar un grito de placer.
Él comenzó a regar besos sobre su cuello, pechos, vientre. Le encantaba
ver la forma en que su piel quedaba marcada por los pequeños pellizcos
que él le daba. Era suya. Completamente suya. Sus dedos seguían dentro
de ella, sintiendo los suaves temblores que la recorrían. Observó
aquella parte de su cuerpo que estaba tocando. Era tan delicado, era tan
de mujer. Perfecto. Pero entonces ella intentó cerrar las piernas.
—PETER… —se quejó —Yo…
—Cállate —la interrumpió y separó sus muslos —Yo quiero hacerlo y vas a dejarme.
—Pero es que… es vergonzoso.
—No, no lo es.
Se inclinó y la probó. Lamió el pequeño capullo, gimiendo al sentir su gusto dulce de mujer. Dulce cielo, ella era caliente.
Aquello fue demasiado para ella. Sus caderas se arquearon sin permiso,
rogando por más. Apretó las corbatas con sus manos, tratando de contener
los gemidos. Él volvió a repetir la misma acción, pero ahora con un
poco más de presión. Los dedos de él comenzaron a moverse despacio
mientras sus labios seguían estimulándola. No pudo contenerse más. Los
sonidos escaparon de sus labios como una acordada sinfonía. Ella apenas
podía pensar, aquello era caliente, atrevido, sexy. Y él parecía
disfrutarlo tanto como ella.
—Más —ella respiró desesperadamente —Por favor, PETER…
Estaba tan cerca. Ella podía sentir como la desesperación crecía en su
interior y trataba de salir a la superficie. Entonces él la mordió
suavemente y aquello la catapultó. La explosión corrió como una onda
expansiva. El orgasmo se adueñó de sus sentidos, arrancando el nombre de
él de sus labios y llevándola al borde para dejarla caer. Su cuerpo se
dejó caer blando contra las sábanas, mientras luchaba por tomar un poco
de aire.
Él besó su vientre, el valle entre sus pechos, el centro
de su cuello, su mentón, y se detuvo cuando sus ojos se encontraron.
Ella se forzó a abrir los ojos para mirarlo. La lujuria llameaba en su
mirada. Su mandíbula estaba tensa, apretaba los dientes. Ella se movió
un poco y lo sintió tan duro como una piedra sobre su muslo derecho.
—Eres más de lo que alguna vez he soñado —le dijo él.
—Desátame —dijo ella cuando encontró voz —Necesito tocarte, PETER, por favor, desátame.
PETER se estiró sobre ella y con movimientos suaves la desató. Al
instante en que sus manos estuvieron libres, levantó las manos y tomó su
rostro. Lo acercó a ella, sus narices su rozaron. Él acarició los
costados de su cuerpo. Ella llevó sus manos hacia sus hombros, acarició
sus brazos, necesitando esa cercanía. Levantó un poco el rostro y besó
sus mejillas, besó su mandíbula.
—Preciosa… —susurró, su aliento
cayó cerca de su oreja, erizándole la piel. LALI se acomodó mejor
debajo de él y metió la mano entre ambos, buscándolo. Su mano se cerró
despacio sobre su virilidad. PETER siseó y se acercó hacia atrás. Era
tal el deseo que sentía por ella que aquel simple toque podía acabarlo
todo.
—Vamos, chico malo, ¿dónde esta el hombre que ha tenido tanto sexo en su época de secundario? —se burló.
—Es que antes no estaba teniendo sexo con la mujer que ha hecho de mí
un completo idiota. Debes comprender, que PETER Jr. está un poco
conmocionado por todo esto.
Ella rió encantada y con su mano libre lo tomó de la nuca, acercando su rostro a ella para besarlo en los labios.
—Entonces, démosle un poco de alivio al pobre PETER Jr.
PETER rió sobre su boca y dejó que aquella pequeña mano lo guiara hacia
donde tenía que ir. LALI que había tenido a un hombre dentro de ella, y
daba la casualidad que ese hombre era el mismo que ahora estaba sobre
ella. ¿Quién lo hubiese creído? Luego de todas esas cosas complicadas y
hasta algo tontas, que ahora estaría así, tan excitada y necesitada que
se sentía una sexopata recién descubierta. Levantando los ojos hacia él,
vio los trazos duros y tensos de su cara, su mirada fija, apretada,
cuando también la miró, su rostro algo rojizo y la boca ligeramente
abierta. El placer cubría sus facciones. Se movió un poco más,
estirándola, quemándola.
PETER no iba a durar demasiado. El cuerpo de ella apretaba y apretaba, dándole la bienvenida, obligándolo a ir más profundo.
—PETER —murmuró su nombre, rogándole que la tomara por completo. Eso
fue suficiente para él. Con un simple movimiento entró en ella,
llenándola por completo. Ella se arqueó y gimió fuerte.
—Demonios
—gruñó él rudamente, su mirada se encontró con la de ella —Estás
apretada, preciosa. Tan dulce y tan apretada alrededor de mí.
—No
esperes —susurró ella, necesitándolo tanto —Tómame, amor… Por favor,
Dios —su voz sonó como un gemido —Más, necesito más de ti.
Algo
dentro de él pareció romperse. PETER perdió todo rastro de control en
ese instante. Agarrándola de las caderas, empezó a moverse, amándola
como ella quería, dándole más, acariciando dentro de ella con una
necesidad que parecía no poder calmar.
Cada penetración enviaba olas
de placer que corrían por su cuerpo, se agarró a él, clavando sus uñas
en sus brazos. Su centro se contrajo cuando él se hundió nuevamente
dentro de ella, acariciando su erección hasta que se le hizo difícil
detener su liberación.
Entonces se acercó a su rostro y le dio un
beso en los labios, besándola fuerte mientras la marcaba con fuerza,
cada vez más duro y con más hambre. El cuerpo de ella se contrajo. Gritó
su nombre al mismo tiempo que echaba la cabeza hacia atrás, lo apretó
más, el calor aumentó hasta que la sintió estallar bajo él. Temblaba a
su alrededor, caliente, asegurándose que volara hacia un orgasmo del que
él juró no poder volver a moverse.
Gimió el nombre de ella, y se
derramó en su interior. Ahora toda su vida se concentró en ese momento
mágico, de un placer tan ilógico que se marcó a fuego en su interior.
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