jueves, 31 de marzo de 2016

CAPITULO 39

Sin apenas atreverse a respirar, alargó el brazo y le apartó suavemente el mechón de pelo de la frente. Las pestañas proyectaban sombras crecientes sobre sus pómulos. Tenía los labios ligeramente abiertos, la respiración lenta y profunda. LALI deslizó con suma delicadeza la yema de un dedo por la mejilla de James, cubierta por una recia barba de tres días, disfrutando de aquel ásperoroce en su piel.
Se quedó inmóvil durante varios maravillosos minutos, arrodillada, extasiada, mientras su mirada deambulaba entre el pecho de bronce y el perfecto rostro de James.
«Tengo que parar. Tengo que detener esto. No quiero arriesgarme a que se despierte y me encuentre aquí arrodillada, como una esclava adorando a su amo».
Segura de lo que tenía que hacer, aunque reticente a hacerlo, LALI se empezó a levantar.
- No pares.-
LALI se quedó helada ante aquellas palabras dichas en un suave susurro. Su asustada mirada se detuvo en el rostro de PETER. Tenía los ojos medio abiertos y la estaba mirando con una expresión insondable, impenetrable. De repente, sintió una oleada de calor por todo el cuerpo, acompañada de una profunda vergüenza, que la dejó sin habla.
PETER alargó el brazo, cogió la mano de LALI con delicadeza y se la llevó al pecho, cubriéndola con la suya. Ella notó el vello suave y ensortijado bajo la palma de la mano, y el calor de aquella piel palpitante la atravesó por completo hasta llegarle al alma.
- No pares - Volvió a susurrar él, dirigiéndole una mirada intensa y penetrante – Tócame - Apretó fuertemente la mano de LALI contra su pecho y luego la deslizó sobre la densa mata de vello pectoral - Así.-
LALI lo miró fijamente, hipnotizada por las llamas que se reflejaban en sus ojos. Su ardiente mirada se fundió con la de ella, suplicándole que hiciera lo que le pedía. El sentido común de LALI, que nunca le había fallado, la voz interior que debería estar diciéndole que se detuviera, que pensara en su reputación, que considerara las consecuencias de sus actos, se empeñaba en guardar silencio. La mujer que tenía dentro, a quien había sepultado y olvidado durante tanto tiempo, había emergido del olvido, pletórica de amor y necesidades y deseos; deseos por aquel hombre cuyo corazón latía fuertemente bajo las yemas de sus dedos.
LALI observó su mano sobre el tórax de PETER y luego la deslizó con inseguridad sobre su cálida piel, mientras el vello ensortijado que la cubría le hacía cosquillas en la palma.
A él se le escapó un grave gemido y ella, alarmada, volvió a buscar su mirada.
- ¿Te he hecho daño? - Le susurró preocupada.
Él negó lentamente con la cabeza.
- No.-
- ¿Entonces por qué has gemido?-
- Porque... Porque me ha gustado... Muchísimo. Hazlo otra vez.-
A LALI se le secó la boca. Volvió a acariciarle el tórax delicadamente, con la mirada clavada en la de él. Lo observó entre aturdida y asombrada mientras los ojos de PETER, nublados por el deseo, se iban oscureciendo a verde ahumado.
Se envalentonó y volvió a deslizar la mano lentamente sobre el torso de PETER, palpando con los dedos sus tersos músculos. Cuando las yemas de LALI rozaron uno de los pequeños pezones de PETER, él inspiró sonoramente, pero ella sabía que no le había hecho daño. Fascinada, le puso la otra mano sobre el torso y dejó que sus dedos curiosos fueran explorándolo, deslizándose entre la oscura mata de pelo que cubría la ardiente piel de PETER. Observó gratamente sorprendida cómo él iba tensando y contrayendo los músculos ante sus delicadas caricias.
LALI siguió acariciándolo, con movimientos amplios y lentos. Pronto la camisa, a pesar de estar abierta, se reveló como un impedimento para las ávidas manos de LALI. Sin mediar palabra, PETER se desabrochó los últimos botones, estiró del faldón de la camisa apresado bajo los pantalones y volvió a guiar las manos de LALI hacia su cuerpo. Separando el fino tejido con ambas manos, LALI desnudó completamente el torso de PETER, deleitándose ante aquella visión.
«¡Tiene un cuerpo magnífico!».
Todos aquellos músculos cubiertos de piel dorada salpicada de vello oscuro. Sin asomo de duda, ella deslizó ávidamente ambas manos por el cuerpo de él. Los suspiros de PETER cada vez eran más largos y sus gemidos de placer más hondos con cada nueva caricia.
LALI sintió que su cuerpo se había convertido en un ascua incandescente. Se sentía tan bien, tan llena de energía y tan viva... Aquel olor tan masculino embargaba todos sus sentidos; aquella fragancia tan limpia y salvaje al mismo tiempo que sólo le pertenecía a él. Sintió la acuciante necesidad de hundir los labios en aquella carne palpitante, de probar el sabor de aquella maravilla que estaban palpando sus manos. Pero, antes de que pudiera dejarse llevar por aquel impulso, él la agarró de las muñecas. Cogiéndole ambas manos, PETER se incorporó hasta quedarse sentado, apoyó la frente en las yemas los dedos de ambos, ahora entrecruzados, y respiró de forma entrecortada.
- Creía que no querías que parara - Susurró LALI.
«Yo no quiero parar. Por favor, no me obligues a hacerlo. Sólo por esta vez, déjame obtener lo que deseo».
Él levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron.
- No, no quería. No quiero - Dijo con voz ronca - Sólo es que...-
Sus palabras se desvanecieron cuando LALI le tocó el vendaje del brazo.
- ¿Te he hecho daño?-
PETER dejó escapar un sonido ahogado y apartó la mano de LALI.
- ¡Qué va, LALI! No, no me has hecho daño. Al revés. Me has dado placer. Mucho placer. Demasiado.-
- Entiendo.-
Pero no entendía nada. Ella ansiaba tocarlo otra vez y él, sin embargo, evitaba su contacto. Le decía que le gustaba que lo tocara, pero le obligaba a parar. De repente, la embargó una espantosa sensación de vergüenza.
«¡Santo Dios! ¿Qué debe de pensar de mí?».
Tenía que alejarse de él antes de hacer todavía más el ridículo.
«¿En qué estaba pensando?».
Parecía como si, con sólo mirar a aquel hombre, fuera a perder completamente la cabeza.
Separando las manos de las de PETER, LALI se puso de pie e hizo un gran esfuerzo para contener las lágrimas y hablar con el nudo que se le estaba haciendo en la garganta.
- Siento haberte despertado. Te dejaré con tu lectura.-
Se dio la vuelta para marcharse, pero no había dado ni un paso cuando él la retuvo, rodeándole la cintura con sus fuertes manos. Ella miró hacia el sofá y volvió a ver la misma expresión insondable en los ojos de PETER.
- ¡Al diablo con intentar actuar tan noblemente! - Murmuró él. La cogió de la mano y tiró de ella hasta que la sentó sobre sus muslos - Rodéame el cuello con los brazos - Susurró, con los labios a pocos milímetros de la boca de LALI.
Ella dudó un momento, pero cuando él murmuró un «por favor», ella ya estaba perdida. En el instante en que lo abrazó, recibió un largo, lento y profundo beso que los fundió en uno y despojó a LAI de todo asomo de sentido común.
PETER la volvió a besar una y otra vez, y a cada segundo que pasaba perdía más el control. El tacto de las finas manos de LALI, la sedosa caricia de su lengua contra la suya, su piel con perfume a rosas, le estaban volviendo loco. La palpitante rigidez de su erección chocaba dolorosamente contra sus apretados pantalones, torturándole con un ardiente deseo. Debería haber dejado que se marchase cuando se presentó la oportunidad, pero aquella mirada dolida y confusa al mismo tiempo en el rostro de LALI se le había clavado en el corazón.
Ella suspiró su nombre, él la tumbó de espaldas sobre los blandos cojines del sofá, inclinándose hacia delante hasta estirarse completamente sobre ella. Su voz interior le gritaba:
«¡No! ¡Para ya! ¡Retírate! Déjala sola. ¡Maldita sea! Esto no está bien».
Pero se sentía tan bien.
Intentando apaciguar su conciencia, se dijo mentalmente que sólo quería besarla, nada más. Sólo un beso... Sólo un beso más... Pero le resultó imposible contentarse con un beso.
Ella le abrumaba en todos los sentidos, sin dejarle pensar coherentemente. PETER apresó los senos de LALI con ambas manos y, con los pulgares, le acarició los pezones, que inmediatamente se transformaron en dos montículos duros, enhiestos. LALI gimió y enredó los dedos en el pelo de PETER, instándole a acercársele todavía más. Incapaz de detenerse, él deslizó una mano hacia abajo, cogiendo el dobladillo del vestido y levantándolo lentamente. Introdujo la mano bajo la fina muselina y fue ascendiendo con los dedos por la pantorrilla. Cuando llegó a la rodilla, se encontró con el obstáculo de las bragas de algodón, una barrera que franqueó rápidamente.
Mientras los dedos de PETER proseguían su placentera exploración pierna arriba, él se deleitaba escuchando los gemidos guturales y los suspiros entrecortados que se le iban escapando a LALI. Cuando la mano de PETER alcanzó la unión entre los muslos, todo el cuerpo de LALI se tensó.
- PETER... - Susurró ella en sus labios.
Levantando la cabeza, él miró directamente aquellos ojos luminosos y dilatados por el placer. Y luego la acarició delicadamente con los dedos.
- Separa las piernas para mí, LALI. Quiero tocarte. Necesito sentirte.-
Sin apartar ni un momento la mirada de la de él, LALI obedeció.
Los dedos de PETER siguieron ascendiendo y acariciaron los suaves pliegues de carne femenina de LALI, provocando en él un hondo gemido de placer masculino. Ella estaba húmeda y resbaladiza, caliente y tersa, y él se perdió en aquel contacto tan íntimo, aquella visión de LALI con la cabeza echada hacia atrás, deleitándose con aquellas nuevas sensaciones.

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