No soy una princesa.
Ella despertó en medio de una oscuridad total. El corazón le latía acelerado por la pesadilla de la que acababa de salir. Trató de adaptar sus ojos a la penumbra de la habitación. Recordó que se había quedado dormida en los brazos de su amado. Giró, esperanzada de encontrar su calor, pero él no estaba allí.
Se sentó sobre sus codos, intentando calmarse. La pesadilla aun le retumbaba en la mente. El dolor volvió a calarse en su pecho. Todavía no tenía a su hija allí. Todavía no la había encontrado. Decidió levantarse, obligándose a sí misma a no llorar. No podía seguir llorando. Eso no le iba a devolver a su pequeña. Buscó una bata y se la colocó para salir de la habitación. Caminó con cuidado por el pasillo, hasta que escuchó una voz proveniente de la cocina. Se asomó al living, y varios agentes seguían trabajando allí en silencio. Dirigió sus pasos hacia el lugar en donde estaba segura que estaba PETER. Necesitaba abrazarlo. Pero antes de ingresar se detuvo al escucharlo hablar tan enérgicamente.
—¿Cómo puedo decirle aquello, NICO? —él estaba hablando por teléfono. LALI se asomó y divisó su espalda —Yo sé que tiene derecho a saberlo. Pero no puedo, no quiero hacerla sufrir más —ella frunció el ceño —Su padre secuestró a nuestra hija, ¿Qué tan peor puede sonar eso?
Los ojos de ella se abrieron como platos y al instante se llevó la mano a la boca para evitar que un sollozo escapara de sus labios. Eso no podía ser cierto, Robert no podría haber hecho algo tan bajo. Se alejó rápidamente de la puerta y se encaminó hacia la habitación. Cerró despacio la puerta detrás de sí, y se quedó quieta con la mirada perdida. Él tenía a su hija. Él había hecho herido a NICO L, secuestrado a GIMENA. Todo eso, solo por el maldito dinero. La primera lágrima cayó por su mejilla, haciéndola reaccionar.
Corrió hacia el armario y buscó ropa de calle. No podía seguir allí, no cuando sabía donde él podía estar. Una vez que estuvo lista tomó un papel y escribió una pequeña nota para PETER. Tomó su bolso y salió del cuarto. Caminó con cuidado frente a la cocina mientras aun lo escuchaba a PETER hablar. Se percató de que nadie la veía y escapó en el más calmo estado.
Se masajeó el puente de la nariz después de cortar la comunicación con su mejor amigo. Aun no sabía que hacer con aquello. La culpa de no contarle las cosas a LALI lo carcomía. No estaba seguro de si estaba haciendo bien o no. Pero verla sufrir por la noticia sería un golpe más para él. Y realmente estaba agotado. Miró la hora en su reloj. Eran un poco más de las dos de la mañana. Sería bueno para él ir a dormir un poco también. Fue al living a preguntar a los agentes si tenían noticias. Todos dijeron que no con la cabeza. PETER asintió y se encaminó hacia la habitación. Al pensar en dormir abrazado a ella, lo hizo sonreír.
Abrió la puerta despacio, para no despertarla, ni asustarla. Pero se quedó completamente quiero cuando vio la cama vacía.
—¿LALI? —la llamó y se encaminó al cuarto de baño.
Golpeó y nadie contestó. Decidió entrar y el baño estaba vacío también. Su corazón comenzó a acelerarse. Salió de allí y la buscó en la habitación de ALLEGRA. Tampoco estaba allí. Volvió desesperado al cuarto principal, prendió la luz y abrió el placard, percatándose de que la ropa estaba algo desordenada. Giró sobre sus pies y su mirada divisó un papel sobre la mesa de luz. Lo tomó al instante.
“Te escuché en la cocina, deberías habérmelo dicho. No soy una princesa, PETER, es hora de que lo comprendas. Puede manejar el dolor. Iré a buscar a nuestra hija, sé donde puede estar… te amo. LALI”
Algo aturdido volvió a leer la nota unas dos veces más. Ella lo había escuchado en la cocina, había escuchado que su padre era el que tenía a su hija. Ella acababa de huir sola a buscar a su hija.
—Maldita sea —gruñó y se puso rápidamente de pie.
Buscó su teléfono y llamó al detective.
—Tranquilo, LANZANI—lo calmó el hombre —Ya sé donde están tu hija y tu madre.
—¿Qué? —inquirió.
—Sabemos donde están, y si LALI también lo sabe. La estaremos esperando aquí para retenerla y que no haga una locura.
—Dígame donde es, por favor, necesito ir allí.
—Están en la casa donde LALI se crió. Robert volvió este lugar una especie de bunker. Esta rodeado de hombres armados. Y hemos decidido entrar en la próxima hora. Su madre y su hija están en una habitación del subsuelo…
—Dios santo —susurró y miró a su alrededor —Estaré allí enseguida.
Colgó y buscó las llaves del coche. No iba a arriesgarse a perder todo lo que había conseguido. Por nada del mundo.
Ella despertó en medio de una oscuridad total. El corazón le latía acelerado por la pesadilla de la que acababa de salir. Trató de adaptar sus ojos a la penumbra de la habitación. Recordó que se había quedado dormida en los brazos de su amado. Giró, esperanzada de encontrar su calor, pero él no estaba allí.
Se sentó sobre sus codos, intentando calmarse. La pesadilla aun le retumbaba en la mente. El dolor volvió a calarse en su pecho. Todavía no tenía a su hija allí. Todavía no la había encontrado. Decidió levantarse, obligándose a sí misma a no llorar. No podía seguir llorando. Eso no le iba a devolver a su pequeña. Buscó una bata y se la colocó para salir de la habitación. Caminó con cuidado por el pasillo, hasta que escuchó una voz proveniente de la cocina. Se asomó al living, y varios agentes seguían trabajando allí en silencio. Dirigió sus pasos hacia el lugar en donde estaba segura que estaba PETER. Necesitaba abrazarlo. Pero antes de ingresar se detuvo al escucharlo hablar tan enérgicamente.
—¿Cómo puedo decirle aquello, NICO? —él estaba hablando por teléfono. LALI se asomó y divisó su espalda —Yo sé que tiene derecho a saberlo. Pero no puedo, no quiero hacerla sufrir más —ella frunció el ceño —Su padre secuestró a nuestra hija, ¿Qué tan peor puede sonar eso?
Los ojos de ella se abrieron como platos y al instante se llevó la mano a la boca para evitar que un sollozo escapara de sus labios. Eso no podía ser cierto, Robert no podría haber hecho algo tan bajo. Se alejó rápidamente de la puerta y se encaminó hacia la habitación. Cerró despacio la puerta detrás de sí, y se quedó quieta con la mirada perdida. Él tenía a su hija. Él había hecho herido a NICO L, secuestrado a GIMENA. Todo eso, solo por el maldito dinero. La primera lágrima cayó por su mejilla, haciéndola reaccionar.
Corrió hacia el armario y buscó ropa de calle. No podía seguir allí, no cuando sabía donde él podía estar. Una vez que estuvo lista tomó un papel y escribió una pequeña nota para PETER. Tomó su bolso y salió del cuarto. Caminó con cuidado frente a la cocina mientras aun lo escuchaba a PETER hablar. Se percató de que nadie la veía y escapó en el más calmo estado.
Se masajeó el puente de la nariz después de cortar la comunicación con su mejor amigo. Aun no sabía que hacer con aquello. La culpa de no contarle las cosas a LALI lo carcomía. No estaba seguro de si estaba haciendo bien o no. Pero verla sufrir por la noticia sería un golpe más para él. Y realmente estaba agotado. Miró la hora en su reloj. Eran un poco más de las dos de la mañana. Sería bueno para él ir a dormir un poco también. Fue al living a preguntar a los agentes si tenían noticias. Todos dijeron que no con la cabeza. PETER asintió y se encaminó hacia la habitación. Al pensar en dormir abrazado a ella, lo hizo sonreír.
Abrió la puerta despacio, para no despertarla, ni asustarla. Pero se quedó completamente quiero cuando vio la cama vacía.
—¿LALI? —la llamó y se encaminó al cuarto de baño.
Golpeó y nadie contestó. Decidió entrar y el baño estaba vacío también. Su corazón comenzó a acelerarse. Salió de allí y la buscó en la habitación de ALLEGRA. Tampoco estaba allí. Volvió desesperado al cuarto principal, prendió la luz y abrió el placard, percatándose de que la ropa estaba algo desordenada. Giró sobre sus pies y su mirada divisó un papel sobre la mesa de luz. Lo tomó al instante.
“Te escuché en la cocina, deberías habérmelo dicho. No soy una princesa, PETER, es hora de que lo comprendas. Puede manejar el dolor. Iré a buscar a nuestra hija, sé donde puede estar… te amo. LALI”
Algo aturdido volvió a leer la nota unas dos veces más. Ella lo había escuchado en la cocina, había escuchado que su padre era el que tenía a su hija. Ella acababa de huir sola a buscar a su hija.
—Maldita sea —gruñó y se puso rápidamente de pie.
Buscó su teléfono y llamó al detective.
—Tranquilo, LANZANI—lo calmó el hombre —Ya sé donde están tu hija y tu madre.
—¿Qué? —inquirió.
—Sabemos donde están, y si LALI también lo sabe. La estaremos esperando aquí para retenerla y que no haga una locura.
—Dígame donde es, por favor, necesito ir allí.
—Están en la casa donde LALI se crió. Robert volvió este lugar una especie de bunker. Esta rodeado de hombres armados. Y hemos decidido entrar en la próxima hora. Su madre y su hija están en una habitación del subsuelo…
—Dios santo —susurró y miró a su alrededor —Estaré allí enseguida.
Colgó y buscó las llaves del coche. No iba a arriesgarse a perder todo lo que había conseguido. Por nada del mundo.
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