jueves, 31 de marzo de 2016

CAPITULO 40

Mientras ella se retorcía bajo las caricias de PETER, aferrándose a sus hombros, él introdujo suavemente un dedo en su interior, observándola todo el rato. ¡Estaba tan mojada y suave por dentro! Él desplazó el dedo lentamente, entrando y saliendo del cuerpo de LALI, viendo cómo crecía su pasión, cómo la respiración se le aceleraba y se le hacía más profunda. PETER introdujo un segundo dedo en el interior de LALI y emitió un grave gemido cuando notó que las paredes de terciopelo se contraían con fuerza.
Ella se apretó contra la mano de PETER, y él supo lo que quería, consciente de lo ardiente y desesperada que se sentía en aquel momento. Exactamente como se sentía él.
- PETER - Le susurró, su voz convertida en un acelerado jadeo - Me siento tan rara, tan dolorida y tan maravillosamente bien al mismo tiempo, y... ¡Oh! - Exclamó entre jadeos.
Él la observó, completamente extasiado, mientras ella llegaba al clímax. Ella reaccionó abandonándose totalmente, la espalda arqueada, las caderas fuertemente apretadas contra él. Cuando se cayó de espaldas sobre los cojines, saciada, él retiró los dedos de su cuerpo. PETER se tumbó a su lado y la apretó contra su palpitante corazón, hundiendo el rostro en su pelo y aspirando su perfume. PETER nunca había visto nada más erótico, más sensual, que LALI en su primer éxtasis pasional. Era un milagro que él no hubiera explotado también, aunque le había faltado bien poco.
Al poco rato, ella se inclinó hacia él y le tocó la cara. Él la miró y se quedaron mutuamente prendados de sus miradas. PETER giró la cara y le dio un ardiente beso en la palma de la mano.
- ¡Dios, LALI! Eres hermosa. Tan suave y tan ardiente, tan acogedora.-
Su excitación aumentó y volvió a notar que los pantalones cada vez contenían menos su tiesa virilidad, un recordatorio de lo desesperadamente que deseaba hundirse en ella.
- ¿Qué me ha pasado? Nunca había experimentado nada semejante.-
- Has experimentado el placer femenino - Susurró él.
- ¡Ha sido... Increíble! No tenía ni idea de que fuera así - Acarició el rostro de PETER con suavidad y dejó escapar un hondo suspiro - ¡Qué sensación tan maravillosa, tan indescriptible!-
PETER apoyó la frente en la de ella y cerró los ojos, intentando tragarse el nudo de culpabilidad que se le había hecho en la garganta y amenazaba con ahogarle. Ahora que otra vez podía pensar con claridad, estaba profundamente enfadado consigo mismo.
«Dios, soy un canalla asqueroso».
Acababa de comprometer la reputación de LALI más allá de toda esperanza y, todavía peor, sabía que, si no se alejaba de ella, la comprometería todavía más.
«Y, ¡Maldita sea! Ella se merece mucho más que un revolcón en el sofá de un despacho con un hombre que la acabará dejando».
Apoyándose en un hombro, PETER apartó delicadamente un rizo de la frente de LALI.
LALI yo...-
«¡Dios!».
Sabía que debía disculparse, pero se sentía incapaz de hacerlo. Había sido demasiado hermoso. Ella era demasiado hermosa. Le embargó una profunda ternura. Tragó saliva y lo volvió a intentar.
- No podemos seguir así, LALI. No podemos seguir viéndonos a solas. Echarás a perder completamente tu reputación, y yo voy a acabar perdiendo la cabeza. No quiero comprometerte más de lo que ya lo he hecho.-
«¡Maldita sea! En el fondo, me habría gustado llegar hasta el final. Me gustas demasiado, tanto que apenas puedo pensar con claridad».
Las mejillas de LALI se tiñeron de rojo carmesí, y ella hizo ademán de incorporarse.
- Por supuesto, tienes razón. Lo siento...-
PETER le puso un solo dedo en los labios, impidiéndole acabar la frase.
- No tienes que disculparte por nada, LALI. Yo asumo toda la responsabilidad de lo ocurrido. Pero no soy más que un hombre, y no quiero poner en peligro tu reputación. Y, si volvemos a quedarnos solos como hoy, lo haré. No creo que me pueda controlar otra vez.-
Haciendo un gran esfuerzo para separarse de ella, PETER se sentó y luego ayudó a sentarse a LALI. Se pasó los temblorosos dedos por el pelo y emitió un largo suspiro. Las partes íntimas le seguían palpitando y doliendo, pero él sabía que LALI era la única persona que le podría saciar, y era la única que no podía tener. Menuda ironía que todas sus riquezas, haciendas y títulos no pudieran darle lo que realmente deseaba. Él sabía que podría tomarlo sin más, pero ¿A qué precio?
«Me odiaría a mí mismo. Y, todavía peor, me odiaría ella. Tal vez no ahora, pero sí más adelante. Cuando me marchara».
Al girarse hacia ella, vio que se estaba arreglando la ropa. Se veía vulnerable, confundida y más hermosa que ninguna otra mujer en quien él había posado los ojos. Tenía los labios enrojecidos e inflamados por los besos y los pómulos irritados por el roce con la barba. La melena castaña le caía con un atractivo desorden sobre los hombros. El resplandor del fuego proyectaba un halo dorado a su alrededor. Era evidente que tenía que alejarse de ella. Ya.
Levantándose, le tendió la mano.
- Vamos. Te acompañaré hasta tu alcoba.-
Antes de que ella pudiera responder, la puerta de la biblioteca se abrió de par en par. Era Callie. Estaba de pie en el umbral, llorando como una magdalena.
- ¡LALI, LALI! ¡Por fin te encuentro!-
LALI fue corriendo hasta la pequeña, se arrodilló ante ella y ésta se le abrazó fuertemente.
- ¿Qué pasa, cariño? ¿Te duele algo?-
Callie se aferró al cuerpo de su hermana mayor y sollozó en su cuello.
- He tenido una pesadilla, con monstruos peludos que se comen a las niñas pequeñas. Te he buscado por todas partes, pero no te encontraba. Estaba muy asustada.-
- Oh, mi preciosidad. Lo siento. Lo siento mucho. Ahora ya me has encontrado.-
LALI miró a PETER con ojos afligidos. Él casi podía leerle el pensamiento... «Mira lo que he hecho. Yo aquí, comportándome como una cualquiera mientras Callie me necesitaba. Le he fallado. ¡Qué tremenda equivocación! ¿Y si nos hubiera interrumpido hace cinco minutos?»
LALI miró inequívocamente hacia la puerta y PETER supo que ella quería que se fuera antes de que Callie se percatara de su presencia. Sin decir nada más, PETER se fue, cerrando la puerta silenciosamente detrás de él y sabiendo que dejaba un trozo de su alma allá dentro

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