En Londres, una figura solitaria miraba con ojos entornados por la ventana de una casa de Park Lane. Sus dedos inquietos se cerraron en sendos puños y una oleada de rabia, caliente y rebosante de odio, recorrió sus venas.
«¿Dónde diablos te has metido, PETER? Si has muerto, ¿por qué no está tu cuerpo donde se supone que debería estar? Y, si estás vivo, ¿Por qué no has vuelto a casa?»
La figura inspiró profundamente varias veces intentando calmarse.
«No importa. Si estás muerto, tu cuerpo acabará por aparecer. Y si estás vivo... Bueno, pues no será por mucho tiempo».
A las diez de la mañana del día siguiente, PABLO MARTINEZ, conde de Blackmoor, levantó la mirada de la montaña de papeles que tenía ante sí.
- ¿Qué tiene para mí, Randall? - Preguntó a su imperturbable mayordomo, que estaba de pie, observándolo, junto a la mesa de caoba - Espero que no sea más correspondencia.-
Randall hizo una reverencia y le presentó una ornamentada bandejita de plata con un sobre lacrado en el centro.
- Un joven ha traído esto, milord. Ha dicho que es urgente y que espera una respuesta.-
PABLO enarcó las cejas.
- ¿Urgente?-
- Sí, milord. Ha dicho que la nota procede de una tal señorita ESPOSITO de Halstead y que va dirigida al señor PABLO MARTINEZ. Sí, eso es lo que ha dicho: señor PABLO MARTINEZ.-
El gesto de desdén de Randall no dejó ninguna duda de lo ofendido que se sentía ante lo que él consideraba un imperdonable error de protocolo.
- ¿Ah, sí?-
PABLO bajó la mirada y se quedó helado cuando leyó el nombre del destinatario. Reconoció de inmediato la inequívoca inclinación de la letra de PETER. ¿Por qué le enviaría PETER un mensaje urgente a través de otra persona?
- ¿Quién dice que es el remitente?-
- Una tal señorita LALI ESPOSITO. De Halstead. Creo que eso está en Kent, milord.-
- ¿Y dónde está el mensajero?-
Randall frunció sus finos labios.
- Le he dicho a ese patán maleducado que espere en el portal.-
- Ya entiendo. Déjeme a solas. Le llamaré en cuanto haya leído la nota.-
- Sí, milord.-
Randall salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí. En cuanto estuvo solo, PABLO abrió el sobre y leyó rápidamente su contenido.
Querido PALO,
Mis planes de pasar varios días en mi pabellón de caza han cambiado. Estoy bien, pero quiero que vengas a la casa de los ESPOSITO, en Halstead, cuanto antes. Aquí todo el mundo cree que me llamo JPETER LANZANITIEL y que soy tutor. Por favor, tráeme algo de ropa -no la más elegante, por favor-, algo propio de un tutor, y vístete tú también en consonancia. Me gustaría que te identificaras simplemente como PABLO .
También te pido que no reveles el contenido de esta carta ni mi paradero a nadie, ni siquiera a ROCIO, hasta que hayamos hablado. Te espero esta tarde o, como mucho, mañana. Cuando nos veamos, te lo explicaré todo.
PETER.
PABLO echó un vistazo a una segunda hoja de papel que contenía indicaciones para llegar a la casa de los ESPOSITO.
«¿En qué lío se habrá metido PETER?».
Releyó la nota. Tuviera el problema que tuviese, por lo menos James estaba bien, o eso decía. Pero era evidente que había algo que iba mal.
Guardándose la inquietante carta en el bolsillo, PABLO se dirigió hacia el vestíbulo y abrió las pesadas y sólidas puertas de roble. Un joven que estaba sentado en el escalón de la entrada miró hacia arriba con expresión expectante.
- ¿Es usted el señor MARTINEZ? - Preguntó el joven, levantándose de un salto.
- Sí. Puede decirle a la señorita ESPOSITO que me espere para esta tarde.-
Sin esperar respuesta, cerró la puerta y se dirigió al piso superior. Tardaría unas tres horas en llegar a Kent. Tenía muchas cosas que hacer antes de partir, incluyendo encontrar una excusa plausible para cancelar la cena con su mujer.
Se detuvo a medio paso.
«¿Qué tipo de ropa llevan los tutores?», se preguntó.
Al llegar a la casa de los ESPOSITO, PABLO desmontó mientras su mirada curiosa inspeccionaba los alrededores. La casa, de considerable tamaño, se encontraba en un claro de bosque en medio de un vergel, rodeada de hayedos. Era una estructura laberíntica, cubierta de hiedra, en la que daba la impresión de que los sucesivos dueños habían ido haciendo añadidos de gustos diferentes. El efecto acumulativo era un batiburrillo sorprendentemente agradable a la vista. La casa en sí misma tenía un aspecto un tanto deteriorado que estaba a un paso de parecer dejado. En el tejado había varias áreas sin tejas por reparar y en la fachada se veían varias contraventanas desvencijadas. Contrariamente, el jardín, muy bien cuidado, contenía una profusión de flores de gran colorido, cuya fragancia impregnaba el aire veraniego. Un espumoso riachuelo discurría junto a los árboles antes de describir una curva, adentrarse en el bosque y desaparecer en la distancia.
PABLO llamó a la puerta. Le abrió inmediatamente un hombre gigantesco vestido con ropa de trabajo. El hombre corpulento miró a PABLO con ojos entornados y evidente recelo.
- ¡Que me cuelguen del palo mayor y me ondeen al viento! - Dijo el gigante con voz grave y ronca, mientras acercaba el rostro al de PABLO - Tengo trabajo que hacer. No me puedo pasar todo el día contestando a la asquerosa puerta. ¿Quién diablos es usted y qué diablos quiere?-
PABLO retrocedió dos pasos y carraspeó.
- Me llamo PABLO MARTINEZ. Creo que me esperan.-
- ¿Quién ha llamado a la puerta, Winston? - Preguntó una voz femenina que procedía de detrás del gigante.
La puerta se abrió de par en par y apareció una mujer.
- Alguien de la compañía de recogida de basuras. Dice que le esperábamos, pero ya tenemos todos los cubos de basura que necesitamos.-
El gigante dirigió una mirada fulminante a PABLO, como si estuviera decidiendo si se lo comía como aperitivo o se limitaba a aplastarlo contra el suelo. Sin sentirse especialmente atraído por ninguna de las dos posibilidades, PABLO esquivó al poco amigable «mayordomo» y tendió la mano a la joven.
- Soy PABLO MARTINEZ.-
- LALI ESPOSITO - Contestó ella con una cordial sonrisa, al tiempo que estrechaba firmemente la mano de PABLO.
PABLO sintió un gran alivio al comprobar que la señorita ESPOSITO parecía mucho más contenta de verle que el gigante que le había abierto la puerta. Después de mascullar algo ininteligible, el gigante salió de la casa pisando fuerte y se dirigió al jardín.
PABLO estudió a la mujer que tenía delante. Era mucho más alta de lo que estaba de moda, pero muy atractiva. También se percató de que lo miraba con una vivida curiosidad.
- Señor MARTINEZ, entre, por favor - Dijo ella, guiándolo a un pequeño vestíbulo - Le estábamos esperando - Luego, bajando la voz y señalando con la barbilla al hombre que acababa de salir, añadió - Espero que disculpe a Winston. Tiende a ser un poco sobreprotector.-
PABLO enarcó las cejas.
- ¿Ah, sí? No me había percatado.-
LALI lo miró de soslayo y se rió.
- Winston actúa de buena fe, y ya se sabe: «perro ladrador, poco mordedor».-
- No se puede imaginar lo mucho que me alivia oír eso, señorita ESPOSITO.-
Ella volvió a reír -su risa era dulce y acogedora- y guió a PABLO a través de varias habitaciones espaciosas pero escasamente amuebladas, saliendo luego por unas puertaventanas hasta llegar a una pequeña terraza. Mientras la seguía, PABLO no pudo evitar admirar las atractivas curvas de sus caderas, que ni siquiera aquel sencillo vestido marrón podía ocultar. Se preguntó qué papel habría desempeñado la encantadora señorita ESPOSITO en el cambio de planes de James.
- El señor LANZANITIEL está allí, en el jardín - Dijo ella señalando una figura en la distancia - Siga este sendero y llegará hasta él. Cuando hayan acabado de hablar, por favor, vengan a buscarme y les serviré un refrigerio.-
LALI dio media vuelta y entró de nuevo en la casa, y PABLO bajó rápidamente por el sendero.
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