LALI vio la preocupación reflejada en el rostro de Winston en cuanto éste se unió al grupo en el salón tras visitar la alcoba de Nathan.
- ¡Que me encierren en el camarote de proa y me golpeen con una copa de ron! - Masculló entre dientes y luego se sonó la nariz en un inmenso pañuelo - A quién se le ocurre trepar a un árbol como un estúpido mono, caerse y casi romperse la crisma... - Se giró y miró a LALI con solemnidad - Su padre, que en paz descanse, me daría una buena reprimenda por permitir que los chicos tuvieran un escondite tan estúpido e inseguro si se enterara de lo ocurrido.-
LALI se levantó para tranquilizar al alterado marinero, pero se detuvo cuando Grimsley puso su endeble brazo sobre los fornidos hombros de Winston.
- Vamos, vamos, Winston - Dijo Grimsley dándole palmaditas delicadamente en la espalda - El capitán ESPOSITO sabía que los muchachos hacen travesuras. ¿No recuerdas cuando a Andrew le dio por ponerse encima una sábana y hacer ver que era un fantasma?-
Winston soltó una carcajada.
- No levantaba dos palmos del suelo, según creo recordar, pero tú te asustaste tanto que casi te cagas en los pantalones - Se volvió a sonar - Cobarde saco de huesos.-
- Creo que se tercia un traguito de oporto - Dijo Grimsley, instando amablemente a Winston a salir del salón - Para celebrar la recuperación del señorito Nathan.-
Winston asintió y olfateó.
- Me parece una buena idea, Grimmy. Tú primero.-
Los dos hombres salieron del salón y los presentes reanudaron la conversación y siguieron tomando el té.
- ¿Esos dos se aprecian de verdad? – Preguntó PETER a LALI - No me lo puedo creer.-
- Haz ver que no te das cuenta. Además, jamás lo reconocerían.-
LALI tomó un sorbo de té y observó disimuladamente a Lucy y a Marshall, que conversaban en el otro extremo de la habitación. Por lo menos ella creía que lo hacía disimuladamente pero, por lo visto, estaba equivocada, porque, al cabo de un par de minutos, PETER le comentó:
- Parece ser que Wentbridge tiene a tu hermana en gran estima, algo que a ti parece agradarte mucho, debería añadir.-
- ¡Vaya! ¿Tanto se me nota? - Le preguntó ella, consternada.
PETER asintió, con un brillo malicioso en los ojos.
- Me temo que sí, querida. Tus ojos son sumamente expresivos.-
LALI lo miró fijamente, sin estar segura de haber oído correctamente la palabra cariñosa que había salido de la boca de PETER. ¿La había llamado querida? No podía ser. Probablemente acababa de tener una ilusión auditiva.
- Marshall Wentbridge es un joven encantador - Dijo LALI en voz baja, sin quitar ojo a la pareja - Hace bastante tiempo que tiene debilidad por Lucy, y ella está encantada con él. No me extrañaría que en breve anunciaran su compromiso.-
- ¿Y eso te haría feliz?-
Ella asintió.
- Ya lo creo que sí. Que Lucy se enamore y forme su propia familia es uno de mis mayores deseos.-
- Lo puedo entender.-
- ¿Qué? Sí. Quiero más té - Interrumpió súbitamente tía JUSTINA, acercando su taza a PETER - Es muy amable de su parte preguntármelo, señor LANZANITIEL
LALI observó cómo PETER servía el té galante pero torpemente a tía JUSTINA. Cogió la tetera como si fuera la primera vez que lo hacía en toda su vida. Evidentemente servir el té no era una tarea en la que se supone que debe destacar un tutor.
Tía JUSTINA clavó la mirada en el rostro de PETER.
- ¿Acaso está intentando dejarse barba, señor LANZANITIEL?-
PETER se pasó la mano por el rostro hirsuto.
- No, no particularmente, aunque lo pueda parecer.-
- Bueno, si le interesa conocer mi opinión...-
Dejó la frase a medias y miró directamente a PETER.
- Me sentiría muy honrado de escuchar su opinión sobre el tema, querida dama - Le aseguró PETER inclinando la cabeza hacia delante.
Tía JUSTINA le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.
- En tal caso, debo decir que, aunque estoy bastante segura de que estaría bastante imponente con barba, su rostro es demasiado atractivo para ocultarlo tras una capa de vello facial - Hizo un coqueto movimiento de pestañas mientras miraba a PETER y luego añadió - ¿No crees, LALI, querida?-
LALI casi se atraganta con el té. Si no la conociera mejor, juraría que su tía estaba coqueteando con PETER.
- Bueno... Yo, eh... Sí, supongo que sí.-
Notó que una oleada de calor le subía por el cuello.
PETER se recostó en el respaldo de la silla y dirigió una sonrisa devastadora a tía JUSTINA.
- Bueno, entonces, si me prefiere recién afeitado, tía JUSTINA, tendré que deshacerme de estos repugnantes pelos.-
Tía JUSTINA parecía que se iba a derretir como un cubito de hielo bajo el recio sol de verano.
- Excelente, querido muchacho.-
- Gracias por el té - Dijo Marshall, uniéndose al grupo sentado junto al fuego - He disfrutado mucho de la merienda - Su mirada se centró en Lucy - Pero realmente tengo que irme.-
LALI se levantó y estrechó la mano de Marshall.
- Gracias por todo lo que ha hecho por Nathan. ¿Le veremos este viernes en la fiesta que da la señora Smythe?-
- Oh, por supuesto. Tengo muchísimas ganas de ir.-
Marshall le dio la mano a PETER, hizo una reverencia a tía JUSTINA y dijo adiós con la mano a Callie y a Andrew, que estaban jugando a las cartas.
- ¿Lucy, te importaría acompañar a Marshall? - Le preguntó LALI con una sonrisa - Estoy terriblemente cansada después de tantas emociones.-
- Por supuesto que no.-
Lucy cogió tímidamente a Marshall del brazo y lo guió hacia la puerta.
- Preguntarle a Lucy si le importa acompañar al doctor Wentbridge a la puerta es como preguntarle a Callie si le gusta invitar a la gente a tomar el té, ¿No crees? - Preguntó tía JUSTINA con los ojos abiertos de par en par en señal de inocencia.
LALI sonrió y movió repetidamente la cabeza en gesto de negación. Al parecer, tía JUSTINA se enteraba de mucho más de lo que todo el mundo creía.
Más tarde aquella misma noche, después de que todo el mundo se hubiera retirado a su alcoba, LALI se dirigió al despacho de su padre. Aquélla era una magnífica oportunidad para adelantar el trabajo atrasado. Había escrito muy poco desde la llegada de James. Si no escribía, no vendería sus relatos. Y sin ventas, no había dinero.
Cuando pasó junto a la biblioteca de camino al despacho, miró hacia abajo y vio el suave resplandor de la luz colándose por debajo de la puerta. Empujó la puerta y entró en la habitación. La escena que vieron sus ojos la llenó de ternura.
Había estado tan ocupada acostando a los niños y controlando el estado de Nathan que había supuesto que PETER se había retirado pronto a su alcoba como la noche anterior. Pero era obvio que no lo había hecho porque estaba tumbado en el largo sofá acolchado que había delante de la chimenea. El fuego estaba encendido y el cálido resplandor de las llamas proyectaba sombras suaves y una luz parpadeante por toda la habitación.
Tras cerrar la puerta, LALI se acercó al sofá sin hacer ruido, se detuvo delante de PETER y se quedó mirando fijamente cómo dormía. Su chaqueta y su chaleco estaban pulcramente doblados en una silla que había al otro lado de la chimenea. Se había alzado las mangas de la camisa, dejando al descubierto sus musculosos brazos, y tenía la camisa desabrochada casi hasta la cintura. LALI miró fijamente la piel bronceada que brillaba entre ambos lados del cuello de lino. PETER se había quitado el vendaje que le cubría las costillas, lo que permitía ver su musculoso torso sin impedimentos. El remolino de vello rizado del tórax se convertía en una fina veta oscura que partía en dos su terso y plano estómago antes de desaparecer de nuevo bajo la camisa. En el suelo había un número de Gentleman's Weekly. LALI se dio cuenta de que la revista estaba abierta por la página de “Las aventuras de un capitán de barco”, de H. Tripp.
La mirada de LALI se detuvo en la cara de James.
«¡Qué rostro tan perfecto! ¿Cómo puede ser tan atractivo?», se dijo para sus adentros.
Relajados por el sueño, sus rasgos se suavizaban y casi parecía un muchacho, con un mechón oscuro cayéndole sobre la frente. A LALI le embargó una ternura abrumadora e indescriptible por aquel hombre que, a pesar de sus heridas, se había agotado construyendo un muro de piedra para hacer felices a dos muchachos, había cargado a Nathan y la había consolado como nadie más podría haberlo hecho.
Le quería.
«¡Que Dios me ayude! ¡Cómo le quiero!».
Incapaz de detenerse, se arrodilló junto al sofá mientras devoraba con los ojos a aquel hombre que le había robado el corazón, un corazón que ella nunca había pensado entregar a nadie, ni creído que ningún hombre quisiera aceptar. Dudaba que PETER lo quisiera, pero, de todos modos, ya era suyo.
La cabeza le decía que se marchara, no tenía ningún sentido alargar más aquella dulce agonía de desear lo que no podía tener, pero sus deseos se rebelaron contra la razón y ganaron la batalla. Por una vez en la vida, LALI escuchó a su cuerpo, y lo que su cuerpo le pedía era que tocara a PETER. No como lo había tocado cuando había cuidado de él mientras estaba herido, con el tacto impersonal de una enfermera, sino como una mujer toca a un hombre, a un hombre a quien ama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario