Por
atractivo que fuera Marshall, parecía un sapo al lado del señor
LANZANITIEL. Intentó alejar sus pensamientos de su apuesto invitado,
pero fracasó estrepitosamente.
No había visto un hombre tan
imponente como aquél en toda su vida. Parecía perfecto en todos los
sentidos. Alto, apuesto, inteligente. Todas aquellas cosas eran puntos a
su favor, tenía que reconocerlo, pero había algo más que le hacía sentirse atraída por él. Estaba solo. Y, en cierto sentido, era vulnerable.
No estaba segura de cómo lo sabía, pero lo sabía. Tal vez eran las
sombras que acechaban tras sus ojos y oscurecían su mirada lo que
apuntaba a un alma atormentada. LALI sentía que la vida del señor
LANZANITIEL no era particularmente feliz. Aquel hombre no tenía familia,
un hecho que a ella la llenaba de compasión. LALI no se podía imaginar
un destino más triste que no estar rodeado de personas que te quieren.
PÉTER era reservado y se guardaba sus sentimientos y pensamientos para
sí mismo. Ella no había podido evitar percatarse de la sorpresa que se
reflejaba en sus ojos cuando pasaba un rato con la familia ESPOSITO.
Después de todo, él era un tutor y seguro que estaba acostumbrado a
ambientes académicos, serios y silenciosos. El bullicio que había en
aquella casa debía de chocarle bastante.
Y luego estaba la cuestión
del efecto que él provocaba sobre sus sentidos. Cada vez que lo miraba,
se le cortaba la respiración y se le aceleraba el pulso. Ningún hombre
le había provocado aquel efecto, y era sumamente turbador. PETER
LANZANITIEL estaba extremadamente atractivo con barba, pero limpio y
afeitado, era irresistible.
LALI evocó el momento en que se inclinó
sobre él mientras le afeitaba, sus rostros separados sólo por unos pocos
centímetros. Si ella se hubiera movido un poco, sus labios se habrían
rozado…
- ¿Señorita ESPOSITO, qué hace aquí fuera a estas horas de la noche?-
Aquella voz profunda sacó súbitamente a LALI de sus pensamientos.
Apretándose la palma de la mano contra el pecho como si así pudiera
calmar su acelerado corazón, se puso de pie de un salto. El mismo objeto
de sus turbadores pensamientos estaba de pie delante de ella.
- ¡Santo Dios! ¡Señor LANZANITIEL! Me ha asustado.-
Sus repentinas ganas de huir la sorprendieron. Normalmente LALI se
consideraba una persona bastante poco asustadiza, pero aquel hombre era
capaz de alterar su calma habitual.
Él avanzó hacia ella.
- Discúlpeme. Sólo me preguntaba por qué estaba usted aquí fuera en plena noche.-
LALI pidió a Dios que el intenso rubor de sus mejillas no se percibiera a la luz de la luna.
- Suelo salir a pasear por el jardín cuando todo el mundo está
durmiendo. Disfruto del silencio tras el ajetreo del día. Pero… ¿Y qué
me dice de usted? ¿Qué le ha traído hasta aquí? Usted sí que debería
estar descansando.-
- Me he despertado hace un rato y no conseguía
volverme a dormir. He pensado que un paseo por el jardín me ayudaría a
relajarme.-
- Al parecer, los dos hemos tenido la misma idea - Dijo LALI con una sonrisa - ¿Le apetece que paseemos juntos?-
PETER dudó. Tenía literalmente delante de él el motivo que le había
impedido volver a conciliar el sueño. Hacía una hora se había despertado
de un sueño placentero y sumamente sensual protagonizado por la
señorita _LALI ESPOSITO . Había tenido que hacer un esfuerzo hercúleo
para mitigar su palpitante excitación. Probablemente un paseo a solas
con ella a la luz de la luna no era lo más sensato. Abrió la boca para
rehusar la invitación, pero las palabras se le ahogaron en la garganta
cuando se dio cuenta de cómo iba vestida.
LALI vestía con una camisa blanca de lino y pantalones de montar oscuros.
«¿Pantalones de montar? ¿A qué tipo de mujer se le puede ocurrir ponerse unos pantalones de montar y encima ajustados?».
La mirada de PETER recorrió a LALI en toda su estatura, fijándose en
cada una de sus curvas y oquedades, acentuadas por aquellos pantalones
que se le pegaban a la piel. En toda su experiencia no podía recordar
una visión más escandalosamente erótica que la de LALI embutida en
aquellos pantalones de montar. Le iban tan justos que venía a ser como
si estuviera desnuda.
«¡Dios! ¿Por qué no seguirá esta mujer los simples dictados de la moda?», se preguntó PETER.
De hecho, era como si toda la casa funcionara sin atender a ningún tipo
de norma, algo inconcebible para PETER, un hombre cuya existencia
estaba enteramente regida por las normas sociales. Aquello le
desconcertaba y le confundía, y detestaba sentirse así.
En los labios de LALI se dibujó una sonrisita maliciosa.
- No me había dado cuenta de que «le apetece que paseemos juntos» fuera una proposición tan seria y atrevida.-
PETER arrugó la frente. La muy condenada le estaba pinchando otra vez,
de aquella forma tan desenfadada y tan fresca que hacía que se le
acelerara el corazón. Como si su corazón no estuviera lo bastante
desbocado por culpa de aquellos malditos pantalones de montar.
La
expresión de PETER debió de reflejar sus pensamientos porque LALI siguió
su mirada y se miró las piernas. Y dio un gritito sofocado.
- ¡Dios
mío! ¡Los pantalones de montar! Me había olvidado de que los llevaba
puestos - Cruzó los brazos sobre su esbelta cintura y retrocedió dos
pasos, con expresión de azoramiento - ¡Dios mío! Por favor, disculpe mi
atuendo. A veces voy así vestida cuando salgo a pasear por la noche para
no tropezarme con la falda. Nunca pensé que podría cruzarme con alguien
a estas horas. Lo siento mucho. Espero no haberle ofendido.-
PETER no podía apartar los ojos de ella.
«Maldita sea. Ojalá estuviera sólo ofendido», pensó para sus adentros.
Pero estaba excitado. Y fascinado.
- No, no estoy ofendido. Sólo sorprendido.-
- Me lo puedo imaginar. Por favor, discúlpeme - Retrocedió un paso más - Si me disculpa un momento…-
- ¿Ya no le apetece pasear?-
La pregunta de PETER la sorprendió visiblemente.
- ¿Y a usted? ¿Le apetece?-
Él se encogió de hombros aparentando una indiferencia que estaba lejos de sentir.
- No veo qué puede haber de malo en dar un paseo juntos.-
Después de todo, era perfectamente capaz de controlarse durante un breve paseo. Sin lugar a dudas. Con toda probabilidad.
Le ofreció el codo e ignoró las campanitas de alarma que tintineaban en
su cabeza. Tras dudar momentáneamente, ella lo tomó del brazo y lo guió
lentamente a lo largo de un estrecho sendero.
- ¿Qué tal se encuentra? - Preguntó LALI mirando hacia arriba.
«Inquieto. Frustrado. Condenadamente excitado».
- Bien.-
- ¿Ha desaparecido el dolor?-
PETER miró al cielo. Aquel dolor palpitante seguía allí,
atormentándole, gracias a ella. Pero no era del tipo que ella se
imaginaba.
- Sí, ya ha desaparecido.-
Pasearon en silencio
durante varios minutos hasta que ella se detuvo junto a un lecho de
flores. Soltándose del codo de PETER, se agachó y tocó una delicada
flor. Mientras seguía agachada, miró a James desde abajo y le preguntó:
- ¿Le gustan las flores, señor LANZANITIEL?-
«¿Las flores?».
Salvo como algo que solía enviar a sus múltiples amantes en ocasiones especiales, PETER nunca pensaba en las flores.
- Supongo que sí.-
Arrancó una flor y se levantó, alzándola en el aire y dejando que la luz de la luna iluminara sus pétalos morados y amarillos.
- ¿Sabe qué tipo de flor es ésta?-
Él la miró.
- ¿Una rosa?-
Riéndose, ella se colocó la flor en el ojal superior de la blusa de lino.
- Es un pensamiento.-
- Me temo que para mí todas las flores son rosas.-
- Los pensamientos eran las flores preferidas de mi madre. Los plantaba
cada año - Deslizando de nuevo la mano en el pliegue del codo de PETER,
LALI lo guió sendero abajo - Mi madre se llamaba Chloe, que significa
«floreciente». Es un nombre que le pegaba mucho. Amaba las flores, y
este jardín floreció bajo sus cuidados. Ella sabía qué simboliza cada
flor.-
- ¿Todas las flores simbolizan algo? - Preguntó él sorprendido.
- Oh, ya lo creo. Del mismo modo que los nombres de las personas tienen
su significado, cada flor simboliza un sentimiento o emoción. El
lenguaje de las flores tiene cientos de años de historia y ha recibido
influencias de la mitología, la religión, la medicina y el uso
emblemático de las flores en la heráldica durante el siglo XVI.-
LALI cogió un tallo del que pendían pequeñas florecillas en forma de campana. Acercándoselo a James, le dijo:
- Huela esto.-
PETER cogió con cuidado el tallo entre los dedos y se acercó las florecillas a la nariz, inhalando su dulce fragancia.
- ¿Sabe qué flor es ésta? - Le preguntó LALI mientras le observaba atentamente.
PETER volvió a inhalar.
- ¿Rosas pequeñas?-
Ella se rió y movió la cabeza repetidamente de un lado a otro.
- Lila del valle. Simboliza la pureza.
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