viernes, 4 de marzo de 2016

CAPITULO 98

pasar tiempo en familia’

Empujó con fuerza y la puerta cedió, pero no salió al instante. Dejando un espacio pequeño entre la puerta y el canto de la misma, miró hacia el pasillo. Se veía vacío. Demasiado tranquilo, tenía que haber una trampa en todo eso. Pero no se desesperó. Buscó algo que arrojar fuera y encontró una pequeña piedrita a un lado de ella. Abriendo un poco más la puerta la arrojó. El sonido de la piedra rebotó varias veces. Esperó, nada sucedió. Al parecer podía salir. Abrió del todo y salió a la luz. Miró hacia ambos costados. El lugar estaba vacío, pero se veía limpio y ordenado. Ahora solo tenía que seguir e internarse más en aquella parte de la casa. Se acercó a una puerta de madera y la entreabrió. Su corazón se aceleró al ver en ese pasillo a varios hombres custodiando una puerta. El llanto de un bebé llegó a sus oídos. Sintió una puntada en el pecho. Esa era su hija. Cerró los ojos y respiró profundamente. No podía perder la calma, estaba demasiado cerca como para echarlo todo a perder. Pero tenía que encontrar alguna manera de deshacerse de esos hombres.
¿Cómo? ¿Cómo iba a hacerlo? Comenzó a pensar y a pensar, pero nada venía a ella. Entonces cuando ya se estaba por dar por vencida, escuchó que alguien se acercaba. Se ocultó mejor.
—Los necesitamos arriba —habló un hombre —La policía está aquí, han descubierto todo.
—Mierda —dijo uno de ellos —¿Quién se quedará aquí?
—Nadie —sentenció —En estos momentos debemos cuidar más nuestros cuellos que esto. Aun así no creo que nadie pueda llegar hasta aquí abajo. Vamos.
LALI, con un grito de alegría ahogado en su garganta, escuchó como los tres se alejaban a paso rápido. Esperó solo unos segundos más, entonces abrió la puerta y corrió hacia allí. Miró desesperada la forma de abrir, pero la puerta blanca no tenía picaporte. El llanto de su hija era menor, como si alguien la estuviese consolando. Sintió las lágrimas llenar sus ojos, solo quería tenerla de nuevo. Entonces divisó el pequeño botón blanco al costado. Era un buen camuflaje. Lo apretó y la puerta se abrió. Sus ojos se encontraron con GIMENA de pie al lado de una enorme cama. La mujer tenía los ojos hinchados de tanto llorar y arropaba a la pequeña contra su pecho. LALI entró al instante, la puerta se cerró detrás de ella. GIMENA la miró bien.
—LALI—murmuró la mujer. La morena se acercó rápidamente, tomando a la niña en brazos, llorando aliviada de haberlas encontrado. Besó y acarició a su hija. Amara ya no lloraba, consciente del olor de su madre LALI miró a GIMENA
—Todo terminó —le dijo. GIMENA se acercó a ella y la abrazó.
—¿Cómo lograste entrar? ¿Dónde estamos? —quiso saber ella.
—Esta es la casa de Robert… nadie sabe que estoy aquí. Logré entrar por un lugar desconocido para todos. Yo… yo lo siento tanto GIMENA —volvió a llorar.
—Shh, cielo, no es tu culpa —los ojos de la mujer volvieron a llenarse de lágrimas —NICO L, él…
—Él está bien —dijo la morena. GIMENA la miró bien.
—¿Qué? —inquirió. Eso no era lo que aquel hombre le había dicho.
—Fue herido, pero no hubo complicaciones. Está bien, GIMENA, él esta a salvo.
—Oh, Dios —murmuró y volvió a abrazarla. No sabía cuanto tiempo llevaba allí dentro. Pero Robert LALI la había cambiado de habitación al menos tres veces. Así que no había estado segura de si estaba en el mismo lugar del principio. Pero al parecer sí.
LALI se alejó y volvió a mirar a la pequeña. ALLEGRA le devolvió la mirada y sonrió.
—Mami no va a dejar que nadie te lastime —le dijo y acarició su rostro —Es hora de irnos.
Las tres se acercaron a la puerta, pero está se abrió al instante, y ella quedó frente a la persona que más odiaba en el mundo en esos momentos.
—Pero miren a quien tenemos aquí —habló él —LALI, hija, es un gusto que hayas venido a la gran reunión.

Estaban a punto de entrar. No estaba seguro de si aquello era una buena idea. Aun no tenía noticias de LALI. Ella podía estar allí dentro. Pero solo quería terminar con todo eso de una maldita vez. Su celular comenzó a sonar. El detective lo miró y le hizo un gesto para que atendiera. Miró la pantalla. El número aparecía como privado.
—¿Hola? —atendió.
—Es bueno que hayas atendido, muchacho —dijo él.
—Hijo de puta —murmuró PETER al reconocerlo —¡¿Dónde están?! ¡¿Dónde las tienes?!
—¿Nervioso? —rió Robert —No te preocupes, las tres están bien…
—¿Las tres? —inquirió aterrado.
—Oh, olvidaba decírtelo. LALI está aquí conmigo. No sé como logró entrar, pero lo hizo. Al parecer el amor de una madre lo puede todo.
—Si les haces algo, voy a acabar contigo —le juró.
—No estás en posición de poder amenazarme, muchacho. Traer a la policía a rodear el lugar ha sido una mala idea. Lo único que tenían que hacer era juntar todo el maldito dinero, y así todos íbamos a quedar contentos.
—¿Qué quieres? ¿Qué mierda quieres? —preguntó enojado.
—Te devolveré a tu madre… Pero me llevaré a mi hija a mi nieta a dar un paseo. Creo que pasar tiempo en familia nos hará muy bien.
PETER observó a lo lejos como las puertas de la casa se abrían y un hombre amenazaba a su madre a punta de un arma para que caminara. Él se bajó al instante de la camioneta y corrió hacia ella. GIMENA también comenzó a correr una vez que lo vio. El matón volvió a ingresar y las puertas se cerraron. PETER abrazó con fuerza a GIMENA una vez que la tuvo allí. Su madre comenzó a llorar. Él volvió a ponerse el teléfono al oído.
—¿Qué harás con ellas? ¿Qué? —quiso saber desesperado.
—Tenemos cosas pendientes, muchacho…
—Déjame hablar con ella, por favor, te lo ruego.
Escuchó un pequeño forcejeó, pero al instante alguien tomó el teléfono.
—PETER… —su voz en cierto modo logró calmarlo.
—LALI, por Dios, ¿Qué haz hecho?
—PETER, todo está bien. Nuestra hija está bien, está aquí conmigo. La tengo en brazos. La encontré, pude encontrarla.
—Mi amor, por favor, no dejes que te haga daño. Yo las encontraré a las dos. Te lo juro, LALI —su voz se quebró —Te juro que pronto todo se terminará.
—Lo sé —susurró ella —Te amo… te amo tanto.
Él cerró los ojos al sentirse tan abrumado. No podía soportarlo más.
—Y yo a ti, mi amor. Te amo. Las amo…
La llamada se cortó, y quedó con el teléfono pegado a la oreja. Abrazó con fuerza a su madre, y miró fijo hacia la casa en donde ellas dos aun estaban. Iba a tener que hacerlo. Iba a tener que entrar él solo por ellas.

1 comentario: