miércoles, 16 de marzo de 2016

CAPITULO 16

Mientas se dirigía a paso lento hacia la casa, recordó las palabras de LALI.
«No es malhumorado, arrogante ni cínico. Simplemente, se siente solo».
Un sonido de incredulidad salió de su garganta. La señorita ESPOSITO tal vez fuera inteligente, pero iba muy desencaminada en el análisis que había hecho sobre él. En todo momento tenía alrededor más gente de la que era capaz de contar. Ayudas de cámara, mayordomos, lacayos y un amplio abanico de miembros del servicio doméstico lo seguían a todas partes.
En sus salidas vespertinas por la ciudad siempre estaba rodeado por montones de gente, independientemente de la función o velada a que asistiera, y los caballeros revoloteaban en torno a él cuando visitaba el club White. A veces hasta le agobiaban los pegajosos brazos de su última conquista. Parecía que siempre había alguien que quería algo de él.
Hasta entonces.
Se detuvo, desconcertado por la idea. Miró alrededor y aspiró la sutil fragancia de las flores. Verdes prados y altos árboles dominaban el paisaje hasta donde le alcanzaba la vista.
Estaba solo. Nadie saludándole humildemente, doblegándose servilmente ante él, deseoso de ganarse el favor del marqués de LANZANI. Los ESPOSITO no tenían ni idea de quién era. A sus ojos, no era más que el señor LANZANITIEL, de profesión tutor. Le habían abierto las puertas de su casa con una generosidad a la que no estaba acostumbrado. No tenía ni idea de que pudiera existir aquella amabilidad. Aunque valoraba los lujos que se podía permitir con su fortuna, sospechaba que podría encontrarle el gusto a la libertad temporal y la falta de responsabilidades de que podría disfrutar durante aquella estancia forzada en el campo.
De golpe, le vinieron a la cabeza las palabras de Justin.
«Es más fácil que ella te robe a ti el corazón».
James se rió a carcajadas, disfrutando de la libertad de poder hacerlo.
«Vaya idea tan absolutamente ridícula».
Él sabía demasiado bien que las mujeres sólo eran oportunistas, falsas y desleales. Su madre era un típico ejemplo de esa clase de mujeres, criaturas estúpidas y frívolas que tenían aventuras ilícitas y coleccionaban las joyas que les regalaban sus amantes.
No, desde luego que no. Ninguna mujer iba a robarle el corazón. Por muy encantadora, amable e inteligente que fuera. Y por mucho que sus carnosos y sensuales labios le pidieran a gritos que los besara. Ninguna.

- Su amigo, el señor MARTINEZ, es una persona muy agradable - Comentó LALI cuando PETER volvió al patio.
Él se percató de que LALI tenía un libro abierto y una taza de té sobre la mesa delante de ella.
- ¿Hace mucho que son amigos?-
PETER se sentó cautelosamente en la silla que había enfrente de LALI y estiró las piernas.
- Hace más de una década que somos amigos.-
Sin preguntárselo, LALI sirvió una taza de té a PETER, y él asintió en señal de agradecimiento. En el fondo, lo que de verdad le apetecía era una copa de oporto, o tal vez de brandy, pero dudaba que la señorita LALI tuviera esa clase de bebidas en casa. No había bebido tanto té en toda su vida. Echó un vistazo al libro que había en la mesa.
- ¿Qué está leyendo?-
- Orgullo y prejuicio. ¿Lo ha leído?-
- Me temo que no.-
- ¿Le gusta la lectura?-
- Mucho - Contestó PETER - Aunque leer por placer es algo para lo que no me suele sobrar mucho tiempo.-
- Ya sé a qué se refiere. Yo no suelo tener muchos ratos libres para sentarme tranquilamente a leer.-
De repente, PETER cayó en la cuenta de que los dos estaban a solas y que era una bendición el silencio que reinaba.
- ¿Dónde se ha metido todo el mundo?-
- Tía JUSTINA, Winston y Grimsley han llevado a los niños de excursión. Están en el pueblo, haciendo compras.-
- ¿Y usted no ha querido ir con ellos?-
- No. Prefiero leer a ir de tiendas.-
- Y yo la he interrumpido - Dijo PETER mirándola por encima del borde de la taza de té.
- En absoluto - Le aseguró ella con una sonrisa - Es un placer hablar con otro adulto, créame. Sobre todo con una persona culta como usted. Tenemos una biblioteca bastante completa, señor LANZANITIEL. Tal vez le gustaría verla.-
- Por supuesto - Dijo PETER, asintiendo.
LALI lo guió hacia el interior de la casa por una serie de pasillos.
- Ésta es mi habitación favorita - Dijo ella, empujando una doble puerta de roble.
PETER no estaba seguro de lo que esperaba ver, pero, desde luego, no una habitación tan enorme y luminosa como aquélla. La pared que tenían enfrente estaba compuesta por unos largos ventanales que iban desde el suelo hasta el techo. Las recias cortinas de terciopelo verde oscuro estaban abiertas, y la luz del sol bañaba la estancia. Las tres paredes restantes estaban ocupadas de arriba abajo por estanterías. Volúmenes con cubiertas de piel llenaban ordenadamente todos y cada uno de los estantes, y había varios sofás de brocado que parecían muy cómodos y varias butacas desgastadas en torno al hogar.
Avanzando a paso lento por la habitación, PETER leyó con atención algunos títulos. Se dio cuenta de que había libros sobre todas las materias, desde la arquitectura hasta la zoología.
- Realmente se trata de una biblioteca muy completa, señorita ESPOSITO - Dijo PETER, incapaz de ocultar su sorpresa - De hecho, esta colección casi hace sombra a la mía.-
- ¿Ah, sí? ¿Y dónde guarda semejante cantidad de libros?-
- Sobre todo en la finca que tengo en el campo… - PETER se calló de golpe y ahogó una blasfemia ante su metedura de pata. Forzando una tímida sonrisa, añadió - Me refiero a la finca del caballero para quien trabajo. No puedo evitar pensar en ese lugar como en mi propia casa. Dígame, y usted… ¿Cómo ha conseguido reunir una colección tan formidable?-
- Muchos de estos libros pertenecían a mi abuelo, quien los había heredado de su padre, y él, a su vez, se los dejó a mi padre. Éste amplió considerablemente la colección con lo que recogía en sus viajes.-
PETER deslizó lentamente los dedos sobre un volumen de poesía elegantemente encuadernado con cubiertas de piel y comentó:
- Entiendo perfectamente por qué es ésta su habitación favorita.-
- Por favor - Dijo ella - Utilice la biblioteca con toda libertad durante su estancia aquí, señor LANZANITIEL. Uno de los mayores placeres de tener libros es compartirlos con otras personas que los aman tanto como uno.-
- Es usted muy generosa, señorita ESPOSITO y, por descontado, acepto su invitación.-
PETER siguió repasando los libros con la mirada durante unos minutos. Cuando se dio la vuelta para mirar de nuevo a LALI, se percató de que ella lo estaba estudiando atentamente.
- ¿Ocurre algo? - Quiso saber.
- No - Respondió LALI, ruborizándose - Sólo me preguntaba si querría usted afeitarse.-
PETER la miró fijamente, desconcertado ante aquella respuesta.
- ¿Qué ha dicho?-
- Cuando le encontramos, estaba recién afeitado. Si quiere, puede utilizar la navaja de afeitar de mi padre.-
PETER se llevó una mano a la cara. La recia barba le resultaba extraña al tacto e incómoda. De hecho, los malditos pelos le picaban de una manera horrorosa. Un buen afeitado le iría de maravilla, pero no podía admitir que nunca se había afeitado él solo y no tenía ni idea de cómo hacerlo sin dejarse la cara llena de cicatrices de por vida. Los tutores, de hecho, no tenían ayudas de cámara que les afeitaran.
- Me gustaría afeitarme, en efecto - Dijo con cautela - Pero me temo que la herida del hombro dificultaría un poco mis movimientos. Es obvio que ésta es una perfecta oportunidad para estrenarme en eso de llevar barba.-
Volvió a dirigir la atención a los libros, convencido de que la cuestión había quedado zanjada.
- Tonterías. Si no es capaz de hacerlo usted mismo, a mí me encantará afeitarle.-
- ¿Qué ha dicho?-
- Me estoy ofreciendo a afeitarle, si lo desea. Solía afeitar a mi padre cuando estaba enfermo, y nunca le hice ninguna escabechina. Tengo bastante experiencia en el tema, se lo aseguro.-
PETER la miró, consciente de que en su rostro debía de estar escrita la sorpresa.
«¿Afeitarme? ¿A mí? ¿Una mujer? ¡Dónde se ha visto nada igual!».
Nadie, aparte de su ayuda de cámara, había utilizado nunca una navaja de afeitar en su rostro. Aquello era impensable. De repente, se rebeló su origen aristocrático. Un marqués nunca debería permitirlo.
«Pero ahora soy tutor, y es mejor que me comporte en consonancia», se dijo para sus adentros.
Cuanto más pensaba en la idea de quitarse aquellos pelos que tanto le picaban, más le agradaba.
- ¿Está segura de que sabe…?-
- Por supuesto. Venga conmigo y volverá a tener el cutis suave como la seda en un abrir y cerrar de ojos.-
LALI salió de la biblioteca y PETER la siguió, no del todo convencido, pero intrigado por saber adónde se dirigía.
- Todos estos días ha estado en la habitación de mi padre - Dijo ella mirando hacia atrás - Sus útiles de afeitar están en el armario. Voy por un poco de agua y vuelvo enseguida.-
Sin estar seguro de cómo había ocurrido exactamente, PETER se encontró de repente sentado en una sólida butaca, con una sábana de lino en torno al cuello y sobre el pecho y LALI de pie junto a él, moviendo con garbo una brocha de afeitar dentro de una jofaina de porcelana para obtener una espuma densa. Cuando la vio coger una afilada navaja de afeitar y restregar el filo contra un suavizador de cuero, no las tuvo todas consigo

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