Las Vegas.
Dos semanas después…
Ella no podía creer que estuvieran haciendo aquello. Era una total y
completa locura. EUGE iba a asesinarla. Pero no podía dejar de sonreír.
La felicidad que sentía en ese momento era más de lo que podía explicar
con simples palabras. Lo miró. Él miraba fijamente al ‘cura’ que hablaba
animadamente delante de ellos. Cada día que pasaba lo amaba más y más.
Era increíble despertarse y tenerlo allí. Observarlo. Mimarlo. Hacer el
amor con él. ¿Quién lo hubiera dicho? Hacía un poco más de un año atrás
ella había tenido toda su vida planeada. Pero todo cambió en una noche.
Las cosas se complicaron un poco, pero al final todo había valido la
pena. Había aprendido una gran lección después de aquello. Nunca digas
nunca.
Él giró la cabeza al sentirse observado, se encontró con su
mirada dulce, llena de promesas y amor. Se veía hermosa en ese simple
vestido blanco que habían comprado apenas aterrizaron en Las Vegas. Sí,
Las Vegas. Estaban cometiendo la locura más hermosa del mundo. Estaban a
punto de casarse a escondidas de sus familiares y amigos. Luego podrían
hacer algo más formal con ellos. Pero en ese momento solo eran ellos
dos. ALLEGRA había quedado al cuidado de todos sus abuelos. Ya no había
peligro. No había miedo.
Estaba seguro que cuando volvieran y
ellos vieran los anillos, pegarían el grito en el cielo. Principalmente
EUGENIA. Pero no le preocupaba. Luego les darían un casamiento más
formal. Ahora estaba loco, desquiciado por unirla a él de aquella
manera.
—Todos creen que casarse en Las Vegas es más un chiste que
otra cosa —habló el hombre. No era ni muy mayor y tampoco muy joven.
Tenía una sonrisa tranquila y pasiva. Despertaba mucha confianza en los
demás. Por eso LALI lo había elegido —Hay que tener valor para casarse
aquí. Será la ciudad del pecado, y tendrá tantos secretos morbosos que
harían sonrojar al mismo Satanás —PETER rió levemente —Pero casarse en
Las Vegas, también significa amor verdadero. Y lo que pasa en Las Vegas,
se queda en Las Vegas. Los anillos.
PETER buscó rápidamente en el
bolsillo de su saco. Sacó una pequeña cajita azul y la abrió. El cura
tomó ambas alianzas y LANZANI tiró la cajita a un costado. Le dio la
primera a PETER.
—Ahora puedes decirle tus votos —le dijo el hombre.
PETER tomó su mano y la levantó. Sus propias manos temblaban levemente
por lo nervioso que estaba.
—Yo, PETER LANZANI , te elijo a ti, LALI
ESPOSITO, como mi esposa, mi compañera, mi amante, mi amiga, como la
madre de mi hija y mis futuros hijos —ella rió con lágrimas en los ojos
—Te elijo para compartir el resto de lo que me quede de vida, por más
complicadas que se vuelvan las cosas. Puede que hayamos comenzado con el
pie izquierdo y haciendo las cosas realmente al revés, pero no me
arrepiento de nada… de nada. Te amo.
Le colocó el anillo en el dedo
anular y besó su mano. Los labios de ellas temblaban al igual que el
resto de su cuerpo. Cuando era niña había soñado con una boda de lujo en
un jardín privado, con más de quinientos invitados. Comida cara y
lujosa. Con un vestido de diseñador totalmente extraordinario. Había
soñado con carrozas y lirios blancos. Pero nada de eso se podía comparar
con la boda que tenía ahora. Nada. Y no podía ser más perfecto que
aquello.
Temblorosa, tomó el anillo de él. Tomó su mano y lo miró a los ojos.
—Yo, LALI ESPOSITO, te elijo a ti, PETER LANZANI , como mi esposo, mi
amor, mi protector, mi vida, mi futuro —las primeras lágrimas cayeron de
sus ojos —Te elijo para envejecer juntos y seguir aprendiendo de la
vida. Bendigo el día que te conocí. Y yo tampoco me arrepiento de nada.
Te amo, mi amor.
Terminó de ponerle el anillo y como él lo había hecho también besó su mano.
—Ya no hay más nada que yo pueda decir —sonrió él cura. Ellos no podían
dejar de mirarse —Solamente que los declaro marido y mujer. Puedes
besar a tu mujer, muchachito.
PETER rió y tomó su bello rostro con
ambas manos, para acercarla más él y terminar con aquel pequeño ritual.
Nunca se cansaba de besarla. Era increíble. Cada día que despertaba y
ella estaba entre sus brazos, se preguntaba si aquello no era más que un
sueño.
La besó con pasión, sin importarle el resto de las parejas
que estaban esperando en la fila para casarse detrás de ellos. Pero
entonces todos comenzaron a aplaudir y festejar. Ella sonrió bajo sus
labios y se alejó un poco para mirar a la gran multitud de futuros
maridos y mujeres que los observaban.
Volvieron a mirarse. Él aun no soltaba su rostro.
—¿Qué se siente ser la señora de LANZANI ? —le preguntó.
—Mmmm, no sabría explicarlo con palabras —se mordió el labio inferior y lo miró seductoramente —Aunque podría mostrártelo.
—Ah, ¿si? —inquirió haciéndose el sorprendido —¿Cómo?
—No puedo decírtelo aquí. Tiene que ser en privado —murmuró.
Él la miró divertido y luego se inclinó un poco para alzarla en brazos.
LALI rió divertida mientras rodeaba su cuello con los brazos.
—¡Abran paso que aquí va un hombre directo a su noche de bodas! —exclamó.
Todos volvieron a aplaudir y los despidieron con buenos deseos y una que otra recomendación para la noche de bodas.
LALI lo miró a la cara mientras él la cargaba a través de todo el hotel
como si ella no pesara nada. No la bajó ni siquiera cuando entraron en
el ascensor.
—Mucho gusto —le dijo. Él la miró —Soy LALI ESPOSITO, secretaria.
Él sonrió al recordar como se habían presentado la primera vez.
—PETER LANZANI —dijo él —Mecánico de autos y motos, ¿crees que nosotros dos podríamos tener un encuentro privado?
Ella tomó su mano y la levantó.
—¡Pero eres casado! —exclamó simulando sorpresa —Maldita la chirusa que te atrapó. Aunque quizás ella nunca lo sepa…
—Podríamos echarle la culpa al alcohol —asintió él. LALI rió divertida.
—Yo también soy casada —dijo y levantó su mano, mostrando su brillante anillo —Debería darnos vergüenza.
El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. PETER salió disparado
hacia la puerta de su habitación. Sin bajarla buscó la tarjeta en su
bolsillo y abrió la puerta.
—¿Vergüenza? —inquirió mientras
ingresaba con ella en brazos —Vergüenza debería darte haberte presentado
como LALI ESPOSITO. Eres mía ahora. Y ahora mismo me encargaré de
recordártelo y que no se te vuelva a olvidar.
Ella soltó una risita
nerviosa, mezcla de diversión y expectativa. Él la bajó con cuidado y se
paró derecho frente a ella. LALI podía sentir los latidos de su corazón
en la garganta. Él se veía peligroso, decidido a tomarlo absolutamente
todo de ella.
—¿Qué esperas? —la pregunta salió murmurada de sus labios. Le costaba hablar, estaba tan agitada.
Unos segundos después ella era apoyada contra una de las paredes de la
habitación y su bonito vestido era casi arrancado de su cuerpo. Comenzó a
luchar para quitarle el saco y la camisa. Estaba tan desesperada por
sentirlo que no podía pensar con claridad.
Sus labios se
encontraron, besando y exigiendo el uno al otro. Tratando de robar
voluntades, de imponer mandatos. Él sabía a vino dulce y hombre salvaje,
tomando el aire de ella, haciéndole perder la razón. Sus manos se
movían sobre su cuerpo, buscando respuestas, exponiendo piel. Ella no
tenía ninguna duda de a quién pertenecía. Pero tampoco iba a protestar
por cada vez que él quisiera ‘recordárselo’
PETER soltó sus labios y
bajó sus besos a su cuello. Ella olía a la más perfecta lluvia de
primavera. No podía esperar más, la necesitaba. Necesitaba alcanzar ese
lugar en dónde solo podía pensar en ella.
—Vas a acabar conmigo, amor —murmuró agitado.
—Por favor, PETER, no me hagas esperar… no más preparativos, los odio
—jadeó cuando él arrancó de su cuerpo lo que quedaba de ropa interior.
Él aun estaba casi completamente vestido. Su saco estaba en el suelo y
su camisa, que había perdido varios botones, estaba entreabierta.
—No va a ser bonito —gruñó.
—Nadie aquí quiere que lo sea —dijo ella entre dientes, mientras metía
las manos entre ellos y buscaba el cierre de sus pantalones. Lo miró a
la cara. Él tenía la mandíbula tensa, los ojos ardiendo con deseo. Su
respiración pesada y caliente acariciaba sus labios —Tú siempre
queriendo ser delicado. Odio eso, te odio cuando lo haces. Me dan ganas
de golpearte hasta que entiendas que no soy una princesa.
—¿Tú quieres golpearme? —inquirió divertido.
El sonido del cierre siendo bajado irrumpió entre sus respiraciones. Él
tomó sus manos, agarrando sus muñecas. Ella tomó su labio inferior y lo
mordió. PETER gruñó y el control del que tanto se enorgullecía de
tener, se perdió. En un rápido movimiento la levantó del suelo. Ella
jadeó sorprendida pero al instante rodeo sus caderas con ambas piernas.
Aquello fue rápido y glorioso. Él entró en ella en un solo movimiento.
Un grito ahogado rasgó su garganta mientras se agarra a sus hombros con
fuerza. Su cuerpo no estaba del todo preparado. Recibirlo había sido una
dulce mezcla entre el dolor y el placer. Él la llenaba completamente,
quemando en su interior, estirándola. Aquello era tan sublime y a la vez
terrenal. Ella se forzó a hablar. Lo miró a la cara, él apretaba los
dientes.LALI se movió un poco, robándole un gemido puramente masculino.
—Sí, quiero golpearte. Quiero zurrar ese bonito trasero que tienes
—logró decirle. No reconocía ni su propia voz. Sonó muy sensual incluso
para sí misma.
—Eso lo veremos —dijo entre dientes y tomó sus labios mientras comenzaba a moverse en su interior.
Le robó el aire, el sentido, la fuerza, el corazón y el alma. Todo.
Ella solo se lo dio todo. Aferrada a él como si su vida dependiera de
ello, se entregó completamente a las sensaciones de su cuerpo empujando
tan salvajemente dentro del suyo. Él estaba realmente marcándola. Jamás
podría olvidarse de la sensación de su cuerpo allí.
PETER a penas
podía pensar, el sudor cubriendo su rostro y cuerpo aun completamente
vestido, mientras observaba las facciones femeninas totalmente
placenteras. Sus labios gemían su nombre una y otra vez, volviéndolo
cada vez más loco y desesperado. Sus uñas clavándose en sus hombros.
Aquello era tan jodidamente real que daba miedo.
Entonces ella
explotó a su alrededor, mordiéndolo en el hombro para apaciguar los
gritos. Y él no pudo esperar mucho más. Ronco, grave, su nombre fue
arrancado de su boca, mientras sus manos se hundían en sus caderas para
sostenerla y darle hasta lo último que había en él.
Pareció una
eternidad, pero solo fueron unos cuantos segundos, hasta que recuperaron
el control de sus cuerpos. Él aun profundamente dentro de ella,
sintiendo las replicas de su llegada, la despegó de la pared y caminó
unos pocos pasos hasta caer sobre la enorme cama.
LALI gimió casi
adormilada mientras él se levantaba de ella y abría las sábanas para
meterla dentro. Se terminó de quitar la ropa desabrochada, las medias y
los zapatos. Luego se acostó a su lado y los tapó a ambos. Ella se
acomodó contra él al instante. Aun tratando de normalizar su
respiración.
—Si eso no fue bonito, yo soy una monja —dijo ella divertida.
Él rió y metió una mano entre sus cabellos. Tirando suavemente hacia
atrás, hizo que ella lo mirara. Sus ojos mostraban total y completa
satisfacción. Sus labios hinchados por los fuertes besos, el nacimiento
de sus cabellos levemente húmedo por el sudor del esfuerzo. Era hermosa.
—Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas —le dijo y besó suavemente su boca.
—Aunque podríamos repetirlo en Nueva York —agregó.
—Tal vez —rió y besó su frente para luego cerrar los ojos —No creo que eso sea tan complicado.
FIN.
Vas a subir otra??
ResponderEliminarDel 95 al 100 ? Cap te confundiste o faltaron cap?
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