Después
de que LALI saliera de la alcoba de PETER, éste intentó descansar, pero
tenía la cabeza demasiado llena de ideas, y la mente demasiado activa
para conciliar el sueño. Intentó idear un plan para atrapar a su
asesino, pero le resultaba imposible. Tenía la mente en otro sitio. La
señorita LALI ESPOSITO.
Por mal que le supiera, no podía dejar de pensar en aquella mujer. Y sabe Dios
que no podía imaginarse por qué. Era atractiva, pero él conocía a
muchas mujeres que, con diferencia, eran más hermosas que ella.
Y,
desde luego, no era aquel caos de casa lo que le atraía. El
comportamiento de sus habitantes distaba poco de lo insoportable, pero,
por descontado, comentárselo a su anfitriona no era lo que a él más le
convenía.
Inquieto, molesto y profundamente irritado, PETER empezó a
dar vueltas por la habitación. ¿Qué diablos tenía aquella mujer que
tanto le atraía? Recordó con irritación cómo el mero roce de los senos
de LALI en su brazo le había hecho palpitar las partes íntimas. Se
detuvo, intentando recordar la última vez que había mantenido relaciones
sexuales con una mujer. Con una exclamación de disgusto, se percató de
que hacía casi tres semanas que no visitaba a su amante. Para él era
sumamente inhabitual tener períodos de abstinencia tan largos. Con razón
su cuerpo reaccionaba de ese modo ante LALI. Necesitaba un desahogo.
Cuanto antes volviera a Londres y se reencontrara con su amante, mejor.
Desahogarse. Sí, eso era cuanto necesitaba. Un buen y largo desahogo sexual.
Pero, a pesar de que en su mente se agolpaban multitud de imágenes de
contenido sexual, PETER no conseguía imaginarse el hermoso rostro de su
pequeña amante de rubia melena. En su imaginación, estaba besando a una
mujer alta, esbelta y de cabello castaño que le miraba con unos
increíbles ojos de un azul cristalino. PETER se imaginó el contacto de
aquellos labios carnosos con los suyos, el calor de aquel voluptuoso
cuerpo apretado contra el suyo.
Soltando una palabrota, sacudió
enérgicamente la cabeza para librarse de aquellos pensamientos y calmar
su cuerpo. Iba a estar viviendo allí sólo durante unas pocas semanas.
LALI no era más que una solterona que se había quedado para vestir
santos.
«Con unos ojos en los que se podría perder cualquier hombre y
un corazón bondadoso y compasivo que aparentemente abre a todo el
mundo. Una sonrisa maliciosa y un rubor fácil y encantador. Sin
mencionar su cuerpo exuberante y curvilíneo, que pide a gritos que lo
toquen».
Dejando escapar un resoplido de disgusto, PETER se dirigió a
la puerta. Si permanecía en aquella habitación un minuto más sin nada
que hacer aparte de pensar en ella, iba a volverse loco. Bajó lentamente
las escaleras y, al no ver a nadie, se dirigió a la biblioteca. Tal vez
la lectura le ocupara la mente en otras cosas.
Una vez allí,
inspeccionó los libros y, cuando estaba a punto de escoger uno,
descubrió una pila de revistas medio escondidas en una esquina del
estante más bajo. El título le llamó la atención y se agachó para coger
un ejemplar. Al parecer, el capitán ESPOSITO estaba suscrito a
Gentleman's Weekly. Aquello le pareció bastante raro, puesto que no le
parecía que aquél fuera el tipo de revista propio de un marinero. Cogió
el ejemplar que estaba encima y lo contempló sorprendido. Era un número
actual, de modo que era obvio que no pertenecía al padre de LALI.
Colocándose la revista bajo el brazo, siguió inspeccionando a su
alrededor y descubrió una garrafa y un juego de copas de cristal. Vertió
en una copa un dedo de lo que deseó fervientemente que fuera un brandy
aceptable, aunque llegado a ese punto, hasta un brandy horrible habría
servido, y se lo bebió de un trago. El fuerte licor bañó sus entrañas
dejando un ardiente rastro, y PETER suspiró satisfecho. Aquél era un
brandy francamente bueno.
Sirviéndose otra copa, PETER se aposentó
en una butaca orejera que había junto a la chimenea y colocó los pies en
una otomana a juego. Dio otro sorbo al brandy y abrió la revista.
Parecía que sólo habían pasado unos minutos cuando oyó llamar a la puerta.
- Aquí está - Dijo LALI con una sonrisa mientras empujaba la puerta y
entraba en la biblioteca - Estaba a punto de darle por perdido. ¿No
tiene hambre?-
- ¿Hambre?-
PETER miró el reloj de sobremesa que
había sobre la repisa de la chimenea y se quedó de piedra al descubrir
que eran casi las seis.
- Fui a su habitación para preguntarle si
seguía queriendo comer abajo o prefería que le subiera una bandeja.
Creía que estaba descansando - Dijo en tono de suave regañina.
- No
conseguía conciliar el sueño, de modo que decidí aceptar su invitación y
coger prestado algo para leer - Miró la copa vacía que tenía en la mano
- También me he tomado la libertad de degustar su excelente brandy.
Espero que no le importe.-
- En absoluto. Quiero que se sienta como
en su propia casa. A mi padre le encantaba el brandy y sólo compraba el
mejor. Es maravilloso que alguien más lo pueda degustar - LALI se dejó
caer en la butaca orejera que había enfrente de PETER - ¿Qué está
leyendo?-
- El último número de Gentleman's Weekly.-
Él vio cómo
ella posaba la mirada en la revista que él tenía sobre los muslos y se
ponía pálida, una reacción que él encontró de lo más curiosa.
- Debo admitir que me ha sorprendido encontrar una pila de números actuales de la revista en su biblioteca.-
LALI hizo un gesto brusco con la cabeza y volvió a buscar la mirada de PETER.
- ¿Sorprendido? ¿Por qué?-
- No me puedo imaginar a Winston o a Grimsley leyendo esta revista, y,
desde luego, no es una publicación dirigida a las mujeres.-
- Bueno… Eh… A los chicos les gusta.-
PETER levantó las cejas, intrigado por el repentino nerviosismo de LALI.
- ¿Los chicos? ¿No cree que es un poco demasiado sofisticada para ellos?-
El rubor volvió a teñir las pálidas mejillas de LALI.
- Nathan y Andrew son muy inteligentes, y en Gentleman's Weekly no hay nada escandaloso.-
- No, desde luego que no, pero usted debe de estar de acuerdo conmigo
en que es una publicación para hombres, no para niños - Antes de que
ella pudiera decir nada, él continuó - Yo soy un fiel lector de la
revista. Sigo particularmente los relatos por capítulos que se publican
en cada número.-
A LALI se le subieron todavía más los colores, pero siguió mirando fijamente a PETER.
- ¿Ah, sí? ¿Qué relatos le gustan más?-
- Hay una serie escrita por un tal H. Tripp titulada “Las aventuras de
un capitán de barco”. Cada semana relata una anécdota diferente sobre
los viajes del capitán Haydon Mills, un viejo lobo de mar que siempre se
mete en líos. La forma de escribir del señor Tripp no es ninguna
maravilla, pero la peculiaridad de las historias compensa con creces su
falta de dotes literarias.-
Las cejas de LALI casi se fundieron con la línea del pelo.
- ¿Falta de dotes literarias? - Preguntó LALI con las manos en jarras -
Yo creo que el señor Tripp es un buen escritor, una opinión que
comparto con mucha gente, a tenor de la popularidad de sus relatos.-
PETER no pudo ocultar su sorpresa ante el tono beligerante de LALI.
- ¿Y qué sabe usted de los relatos de Tripp, señorita ESPOSITO?-
- Me los he leído todos de cabo a rabo. Y me han encantado.-
Levantó un poco la barbilla, desafiándole claramente a cuestionar sus impropios hábitos de lectura.
Por sorprendido que estuviera, PETER decidió no darle ese gusto, pero,
por lo menos, ya sabía por qué a LALI se le habían puesto las mejillas
de un rojo carmesí. En tono suave, comentó:
- Ya entiendo. Creía que a la mayoría de las mujeres no les gustaban los relatos de aventuras.-
- Me… Me temo que yo no soy como la mayoría de las mujeres.-
- Parece lamentarlo.-
Ella se encogió de hombros.
- No realmente, aunque he de admitir que a veces me gustaría poder ser
como las otras jóvenes del pueblo, libre de responsabilidades y con más
vida social.-
PETER la estudió por encima del borde de la copa,
evaluándola a ella y evaluando también sus palabras. Se hacía cargo ella
sola de una prole de niños y de una casa caótica, salvaba la vida a
desconocidos y era sumamente inteligente. Sin mencionar lo ocurrente,
sincera, afectuosa y cordial que era, y que podía afeitar a un hombre
sin hacerle un solo rasguño. Y el hecho de que supiera montar a caballo a
horcajadas y que leyera revistas de hombres fascinaba a PETER tanto
como le horrorizaba.
- No, usted no es como la mayoría de las mujeres - Dijo él con dulzura.
«Y, créame, eso es un gran cumplido
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