Si no es amor…
Ella lo observó caminar de un lado hacia el otro. Tenía asco. Tenía
miedo. Solo el hecho de tener a ALLEGRA en brazos la mantenía con calma.
Pero la realidad era que no estaba segura de qué hacer. Bajó la mirada a
su hija. Se había quedado dormida contra su pecho. Se veía tranquila,
en paz, totalmente ajena al peligro que las rodeaba.
—Voy a darte todo el dinero que qui...eras —las palabras salieron con dificultad de sus labios. Tragó, intentado calmarse —Solo… por favor, déjame ir.
—¿Acaso crees que soy estúpido, niña? —inquirió él sin mirarla —Toda la
maldita policía de Nueva York está rodeando la casa. No hay forma de
escapar —entonces se detuvo a verla. LALI agarró con fuerza a su hija
—Pero tú entraste sin que nadie te viera, así que podemos salir de la
misma manera.
—Robert, ¿Por qué haces esto? —preguntó mientras se ponía de pie.
—No tengo que darte explicaciones, mocosa.
—Yo sé que tú estabas en el auto en el que murió… la abuela —le dijo.
Robert se detuvo en ese momento y la miró. LALI vio el odio en sus ojos.
El odio, el dolor.
—Sí —su voz era monstruosamente calma, a
comparación de su mirada —Yo maté a mi madre LALI. Tu abuelo se encargó
de recordármelo cada día de mi vida. Así que pierdes tu tiempo conmigo.
Soy un monstruo. Ahora —sacó un arma. Ella se tensó —Es hora de salir,
hija.
—No es necesario el arma —gruñó entre dientes y comenzó a caminar.
—Uno nunca sabe cuando puede necesitarla, hija.
—No me digas hija, basura —ya estaba cansada, enojada, no quería
soportar más aquella situación —Solo déjame darle a la niña a su padre.
Ella no tiene la culpa de nada. Esto es entre tú y yo.
—Esa mocosita es mi única arma contra la policía, LALI —dijo él —Ahora cierra la boca y salgamos de aquí.
LALI apretó los dientes para no insultar. Sabía que agrediéndolo no
ganaría nada, solo su enojo. Y ella estaba segura de que él era capaz de
hacerles daño a amabas. Besó el rostro de su pequeña y comenzó a
caminar.
Robert la seguía detrás, con el arma en mano. No estaba
dispuesto a rendirse, no ahora. Ya no tenía absolutamente más nada que
perder. Era él o ellas. Y en realidad no le importaba. Ni siquiera
estaba seguro de lo que estaba haciendo. Solo sabía que no quería ir a
la cárcel.
La morena caminó hasta detenerse en la puerta de un viejo
armario, que se convertía en bodega y cuando él era niño era utilizada
para guardar muebles. Miró extrañado como ella entraba. Sin dudarlo la
siguió.
—Necesito luz —habló ella. Robert sacó su teléfono para
iluminar el camino. El lugar se veía sucio y bastante abandonado.LALI
caminó hacia otra puerta más pequeña.
—¿Qué es esto? —preguntó él.
—La salida —dijo cortante. La puerta se abrió y ambos ingresaron.
Robert levantó la luz para poder observar por donde caminaban.
—No sabía que esto estaba aquí.
LALI no contestó. Él era un cínico. Siguió caminando despacio, ya que
llevaba a su hija dormida con ella. Pero el tiempo se le estaba
acabando. Y tenía que encontrar una forma de escapar de él. Por lo menos
para poner a salvo a su pequeña.
PETER se alejó del grupo de
policías que hablaban con el detective. Su madre estaba sentada dentro
de uno de los patrulleros. Se acercó despacio.
GIMENA levantó la
mirada cuando sintió la proximidad de alguien. Ver el rostro cansado de
su hijo le hizo doler el pecho. Él se arrodillo frente a ella.
—Necesito que me hagas un favor —le dijo él mientras acariciaba su mejilla.
—¿Qué? —inquirió ella con voz queda.
—Voy a intentar entrar sin que nadie me vea.
—PETER, hijo, eso es…
—Shhh —colocó uno de sus dedos sobre sus labios, cortando sus palabras
—No puedo más, mamá. Voy a volverme loco si no hago algo.
—Es peligroso —logró hablar —Deja que la policía lo haga, hijo, por favor.
—No, no puedo —respiró profundamente —Necesito que me digas si sabes como hizo LALIpara entrar.
GIMENA cerró los ojos con resignación, sabía que no podía detenerlo. Y
en cierta forma lo entendía. Ella había sentido la misma desesperación
cuando ese hombre le había dicho que David había muerto. Cuando
descubrió la verdad, el alma le volvió al cuerpo. Volvió a mirarlo. Tocó
su rostro con amor. Su hijo era un gran hombre.
—Creo que ella dijo algo sobre un pasillo oculto al costado de la residencia, no estoy muy segura, PETER.
—Gracias, ma, muchas gracias —murmuró y se inclinó para besar su
frente. Se puso de pie y miró hacia los policías. Todos estaban
demasiado ocupados como para notar su falta. Miró a su madre una vez
más.
—Ten cuidado —dijo ella.
—Lo tendré —prometió.
Se
alejó rápidamente, comenzando a correr hacia donde su intuición lo
llevaba. Solo rogaba a Dios poder encontrar la maldita entrada. ¿Cómo se
había olvidado de aquello? Una vez LALI le había contado que tenía un
lugar ultra secreto para esconderse cuando era niña y vivía con sus
padres. Estaba seguro que era ese mismo lugar que madre había dicho.
Dobló en una esquina, observó que en la otra punta varios patrulleros
comenzaban a llegar. Entonces una puerta se abrió de la nada y ella
salió.
—LALI —la llamó.
Ella giró a verlo. El terror
reflejándose en sus ojos. Se iba a acercar a ellas, pero entonces él
salió detrás y apuntaba a su mujer con un arma. Se detuvo al instante.
—Se suponía que nadie sabía de esto, hija —habló él.
—¡Alto policía! —gritaron desde algún lugar.
Robert tomó LALI del brazo y la acercó a él, colocando el arma contra su cabeza.
—¡No! —gruñó PETER mientras varios policías los rodeaban.
—¡DEJENME SALIR PORQUE DISPARO! —gritó Robert.
LALI sostenía con fuerza a ALLEGRA, tratando de ocultar su cabecita
contra su pecho. Sentía el frío metal contra su sien. Sabía que él era
capaz de disparar. Su mirada se encontró con la de PETER. Las cosas no
podían terminar así. No ahora que todo comenzaba a marchar bien entre
ellos. No ahora cuando se suponía que todo iba a ser perfecto. Pero no.
Aquella de una u otra forma siempre iba a ser ‘complicado’. Una pequeña
sonrisa se le escapó de los labios. Si no fuera complicado, entonces no
sería amor.
—Robert—habló PETER. Robert lo miró —Suéltela, usted sabe que no va a hacerlo. Se terminó.
—No me conoces, niño —dijo él, acercando más el arma a LALI —Nada me importa.
—Sabe que eso no es cierto. Usted no es quien cree ser. Usted no mató a
su madre – la mandíbula de Robert se apretó —Usted no odiaba a su
padre. Y usted no va a lastimar a su hija, ni a su nieta.
—¡TÚ NO ME
CONOCES! —gritó. PETER aprovechó su distracción para acercarse un poco
más a ellos. Solo le faltaba un metro. Solo eso y podría arrancar a LALI
de sus manos. Robert miró a su alrededor —¡NADIE AQUÍ ME CONOCE!
PETER caminó un poquito más, estiró el brazo y entonces la tomó,
empujándola rápidamente contra su pecho, y girando para darle la espalda
a Robert.
El corazón de LALI se detuvo cuando el sonido de una bala resonó con fuerza en el aire.
—¡PETER! —murmuró, ya que a penas podía respirar. Él había disparado su
arma, estaba segura de ello. Pero entonces varios hombres se acercaron.
Ella intentó mirar el rostro del azulino, encontró su mirada —Dime…
di…dime que no… no
—Shhh —la calló él —No estoy herido —entonces
ella levantó la mirada, encontrándose con el cuerpo de su padre en el
suelo —Lo siento, mi amor…
—Oh, PETER —su voz se quebró y se acercó a
él para abrazarlo. PETER la envolvió con cuidado, dejándola llorar.
Pero entonces al llanto de LALI se unió el llanto de su hija. No
soportaba ese sonido. Con cuidado se la sacó, y la alzó para poder mirar
su rostro. El labio inferior le temblaba. Estaba enojada porque alguien
la había despertado. Era lo más hermoso que él había visto en su vida.
—Todo está bien, princesa, papi está aquí —le dijo y la acercó a él
para besar su rostro. PETER tomó a LALI y comenzó a caminar con ellas,
alejándose de allí. Llegaron hacia la patrulla en dónde GIMENA estaba
sentada. Ella se puso de pie a penas los vio. Corrió hacia LALI,
abrazándola, dejándola llorar en sus brazos.
—Ya está, cielo —le dijo acariciando su cabello —Terminó.
—Señor LANZANI, lo que usted ha hecho fue una locura —dijo el detective
acercándose a ellos. LALI se alejó de GIMENA para mirarlo —Y lo que
usted hizo, señorita LALI, aun más. Pero todo ha terminado.
Ella se secó las lágrimas.
—¿Qué sucedió? —preguntó —¿Él… está muerto?
—Sí, señorita, lo lamento —dijo el hombre —Cuando el señor LANZANI la
tomó, el señor ESPOSITO iba a disparar, entonces uno de mis hombres fue
más rápido y lo derribó. Tuvo que hacerlo.
Ella asintió. El
detective se alejó, y GIMENA tomó en brazos a ALLEGRA para entrar en el
auto y hacerla dormir. PETER tomó a LALI del brazo y la acercó a su
cuerpo.
—Tuve mucho miedo de perderte… de perderlas.
—Eres un tonto —murmuró ella —Debiste decirme la verdad, dijiste que no ibas a subestimarme más.
—No es momento de que pelees conmigo. Intento ser romántico —sonrió.
Ella le dio un suave golpe en el pecho. Él rió. LALI miró su rostro. Era
tan hermoso.
—Cuando escuché el disparo, pensé que… yo pensé que…
—las lágrimas le impidieron seguir hablando. PETER tomó su rostro con
ambas manos y chocó sus frentes suavemente.
—No podrás deshacerte de mí tan fácilmente. Soy complicado de dejar.
Ella rió entre lágrimas y levantó la cabeza para tomar sus labios en un reconfortante y merecido beso Ver más
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