martes, 29 de marzo de 2016

CAPITULO 35

Una radiante sonrisa se dibujó en el rostro de Lucy.
- ¡LALI! ¡Eso es maravilloso! ¡Estoy tan contenta de que hayas encontrado a alguien que te importe! Yo...-
- Él me importa - LALI interrumpió las entusiastas palabras de su hermana - No he dicho que yo le importe a él.-
Lucy cogió la mano de LALI y se la apretó fuertemente.
- No seas tonta. ¿Cómo no vas a importarle? Le salvaste la vida. Eres hermosa y encantadora y generosa...-
- Lucy - Una sola palabra de LALI bastó para cortar el discurso de su hermana - Valoro tu buena intención, pero debes afrontar la realidad, como he hecho yo. PETER se marchará pronto. Tiene un trabajo lejos de aquí y, cuando se marche, probablemente no volveré a verle nunca más. Sé que me está agradecido, pero eso es todo.-
- Tal vez cambie de opinión sobre el trabajo y decida quedarse - Sugirió Lucy - Seguro que no se va si se enamora de ti. Podría trabajar como tutor aquí en Halstead.-
- PETER no ha dado ningún indicio de que pretenda cambiar de planes.-
- Tal vez lo haría si supiera que te importa.-
- ¡No! - Contestó LALI prácticamente chillando - Me refiero a que él ya debe de saber que me gusta...-
- ¿Sabe que estás enamorada de él? - Le preguntó Lucy - ¿Estás enamorada de él?-
LALI empezó a sentir que el corazón le latía frenéticamente.
- No. Y sí. No, no lo sabe. Y sí, lo estoy... Estoy enamorada de él.-
El hecho de decirlo en voz alta le produjo tanto alivio como tristeza.
- Pero seguro que puedes ver lo desesperado de mi situación. Ya no soy ninguna niña.-
- Pero... ¡LALI! ¡Si sólo tienes veintiséis años!-
LALI sonrió ante la lealtad de su hermana.
- Hace tiempo que pasé la primera eclosión de la juventud Lucy, y un hombre como PETER... Bueno, seguro que podría tener a cualquier mujer que deseara.-
- ¿Y si te desea a ti? - Le preguntó Lucy con dulzura.
LALI negó con la cabeza repetidamente, sin contestar a la pregunta de su hermana. Incluso aunque PETER la deseara, ella tenía demasiadas responsabilidades y secretos para considerar siquiera la posibilidad de compartir su vida con alguien.
- Me encantaría poder ayudarte, LALI. Tú siempre estás haciendo cosas por los demás, sin pedir nada a cambio. Por primera vez en la vida deseas algo. Y yo rezaré para que lo consigas.-
Al escuchar las tiernas palabras de su hermana, LALI se derritió por dentro.
- Querida Lucy, tú ya me ayudas siendo feliz y compartiendo conmigo esa felicidad - Le dijo sinceramente - He cambiado de idea. Y me muero de ganas de asistir a la fiesta de Lorelei por la única razón de poder ver cómo a Marshall Wentbridge se le salen los ojos de las órbitas al verte con tu precioso vestido nuevo.-
Lucy se sonrojó.
- Gracias por comprármelo. Es realmente precioso.-
LALI se inclinó y besó la sonrojada mejilla de su hermana.
- Igual que tú, Lucy. Igual de precioso que tú.-
- Bueno. Voy a cruzar los dedos para que el señor LANZANITIEL se dé cuenta de lo maravillosa que eres y decida quedarse en Halstead - Dijo Lucy - Tal vez si las dos lo deseamos con suficiente fuerza, acabará ocurriendo.-
- ¿Qué acabará ocurriendo? - Preguntó Callie mientras se unía a LALI y Lucy - ¿Qué deseo han pedido? Me encanta pedir deseos.-
LALI acarició los rizos oscuros de la pequeña.
- Hemos pedido un deseo de amor. De amor y felicidad.-
Callie rodeó a LALI con sus rollizos y diminutos bracitos y la abrazó fuertemente.
- Yo las quiero a las dos y soy muy, muy feliz.-
LALI y Lucy se rieron.
- ¿Has visto? - Dijo LALI - Acabas de hacer realidad todos nuestros deseos - Y luego estampó un beso en el pelo de Callie - ¿Te parece que recojamos tu caballete e intentemos averiguar qué se traen entre manos esos hermanos nuestros y a qué travesura han arrastrado al pobre señor LANZANITIEL?-
Todas estuvieron de acuerdo y se dispusieron a buscar a Andrew, Nathan y PETER.

- Aquí faltan más piedras - Gritó Nathan mientras colocaba una piedra inmensa encima del muro que crecía rápidamente.
- ¿Cuántas? - Preguntó Andrew, también gritando.
- Tres o cuatro.-
- De acuerdo.-
Andrew levantó una piedra pesada y la transportó con un gran esfuerzo hasta donde estaba Nathan. PETER levantó una piedra todavía más pesada, con una mueca de dolor e ignorando sus magulladas costillas. La transportó hasta donde estaban los niños y la colocó en lo alto del muro.
- ¿Cómo va eso? - Preguntó PETER mientras se secaba el sudor de la frente con el antebrazo.
Llevaban toda la mañana trabajando en el «castillo» del rey Arturo, apilando piedras de todos los tamaños. El resultado de tantas horas de trabajo era el muro de una fortaleza bastante respetable.
- Es magnífico - Dijo Nathan entusiasmado mientras rodeaba la estructura.
Medía aproximadamente un metro y medio de alto por tres y medio de largo.
- Y nos ha costado lo nuestro - Dijo PETER dejándose caer sobre la hierba - Entre el hombro y las costillas, creo que necesito un merecido descanso.-
Se tumbó boca arriba y se protegió los ojos de los rayos del sol con el antebrazo.
- Pero ahora toca jugar a los caballeros de la tabla redonda - Protestó Nathan - Tenemos que ponernos las armaduras.-
PETER emitió un leve quejido y dirigió una mirada furtiva por debajo del brazo a los dos chicos, que le miraban expectantes.
- Bueno, está bien, pero primero los caballeros necesitan descansar un poco - Hizo una mueca cuando una punzada de dolor le atenazó el hombro, que había forzado demasiado - Creo que se apreciarían unos refrescos.-
- Iremos a coger agua al lago - Se ofreció Andrew.
Los dos chicos se fueron corriendo a toda prisa y PETER suspiró aliviado, disfrutando de aquella breve tregua. El sol le calentaba la piel, y la suave brisa veraniega le traía el perfume de las flores silvestres.
Se le acercó un insecto y él lo espantó con un perezoso movimiento de la mano. A pesar de lo agotado que estaba, había disfrutado mucho de aquella mañana en compañía de Andrew y Nathan, igual que el día anterior. Al principio había procurado la compañía de los chicos en un intento desesperado de evitar a LALI, pero enseguida había descubierto que eran unos muchachos alegres, inteligentes y sorprendentemente educados y que, a pesar de su tendencia a discutir, tenían buen corazón. Le habían enseñado a pescar, y se habían reído a carcajadas ante su reticencia a ensartar la pringosa y escurridiza lombriz en el anzuelo. Pero, tras varios intentos, PETER había acabado dominando la parte más truculenta de la pesca y se lo había pasado en grande. No podía recordar haberse reído tanto en toda su vida.
«Los chicos -pensó PETER- no son ni de lejos lo difíciles que yo creía que eran. De hecho, es un verdadero placer hablar y pasar el rato con ellos».
Hoy les había estado ayudando a construir su «castillo». Ya habían construido varios «edificios» más, y PETER no podía por menos de admirar el tiempo y esfuerzo que obviamente habían invertido en su Camelot. Durante su infancia, PETER tuvo muy pocas oportunidades para jugar. Pasó la mayor parte del tiempo aprendiendo todo lo que su padre consideraba necesario para que en el día de mañana su hijo mayor pudiera heredar su ducado.
Gregory y ROCIO habían tenido mucho más tiempo libre para jugar. Su padre era mucho menos estricto con su hija y con su segundo hijo varón. Les permitía correr por toda la finca y jugar -cualquier cosa que los mantuviera ocupados y alejados de él-, pero PETER muy pocas veces podía unirse a ellos. Se pasaba la mayoría de los días encerrado en el cuarto de estudio bajo la estricta mirada de sus incontables tutores.
«Y aquí estoy, con veintiocho años cumplidos, corriendo por el bosque como un chiquillo y pasándomelo condenadamente bien».
En aquel preciso momento, los dos chicos llegaron con un cubo lleno de agua fresca. PETER bebió con fruición y se secó la boca con el dorso de la mano. Los pelos de la barba le pincharon la piel de la mano y se dio cuenta de que llevaba varios días sin afeitarse. Se pasó las palmas por la recia mandíbula y recordó la sensación de los suaves senos de LALI apretados contra su brazo mientras ella se inclinaba sobre él para rasurarle la cara. Pedirle que le volviera a afeitar probablemente no era una buena idea.
Andrew y Nathan se tumbaron en el suelo al lado de PETER, y él se fijó en ellos. Reprimió una sonrisa cuando se dio cuenta de que los chicos se habían remangado las camisas y desabrochado los botones de una forma similar a la suya. Era evidente que le estaban imitando. Inesperadamente, sintió que una oleada de orgullo masculino le hinchaba el pecho.
PETER observó cómo Andrew se pasaba las manos por la cara como acababa de hacer él.
- Supongo que pronto tendré que empezar a afeitarme - Dijo el chico como quien no quiere la cosa.
Antes de que PETER pudiera contestar, Nathan estalló en carcajadas.
- ¿Estás tonto o qué? - Miró la cara de su hermano mayor con atento y exagerado interés - Ni un solo pelo. Eres más imberbe que un huevo.-
Andrew se sonrojó.
- No es verdad. Ya tengo bastante bigote - Se giró hacia PETER - ¿Verdad que sí, señor LANZANITIEL?-
A PETER le vino inmediatamente a la mente la imagen de sí mismo cuando tenía la edad de Andrew. Todavía un niño, tambaleándose en la delicada antesala de convertirse en hombre, impaciente y al mismo tiempo aterrado por cruzar esa frontera. Entonces habría necesitado y deseaba desesperadamente tener una charla de hombre a hombre con uno, pero su padre no tenía el tiempo ni la disposición necesarios para dedicarle unos minutos. Él sabía muy bien qué era crecer sin el amor y la atención de un padre; se le encogió el corazón y sintió una gran complicidad acompañada de una sincera compasión por aquellos dos chicos que habían perdido a su padre

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