El domingo estoy agotada.
Quiero
olvidarme de PETER pero todavía me
duelen los músculos de mi vagina por
sus gloriosas embestidas y eso me recuerda
continuamente lo ocurrido el día
anterior. Me parece horrible. Aún no he asumido que
una mujer jugara con mi sexo
ante él.
A las once y
cuarto me levanto de la cama y lo primero que hago es hablar con
mi padre. Lo hago todos los domingos por la mañana.
Además, hoy es la final de la
Eurocopa de fútbol y me imagino que estará como
loco. Si a alguien le gusta el
deporte, ése es mi padre. El teléfono da dos pitidos
y oigo:
—Hola,
morenita.
—Hola, papá.
Tras hablar
durante diez minutos sobre Curro y la Eurocopa, mi padre cambia el
tema de conversación.
—¿Estás
bien, mi vida? Te noto apagada.
—Estoy bien,
papá. Es sólo que estoy cansada.
—Morenita
—intenta alegrarme—, te quedan dos semanas para coger las
vacaciones, ¿verdad?
Tiene razón.
Mis vacaciones comienzan el 15 de julio y el hecho de recordarlo me
hace alegrarme.
—Exacto,
papá. Pero es que las veo tan cerca que no puedo evitar
impacientarme.
Lo oigo
sonreír. Eso me hace feliz. Papá lo pasó mal cuando mamá murió hace
dos años y sentir que está bien me reconforta.
—¿Vas a
venir unos días a casa? Ya sabes que aquí en el pueblo hace calor, pero
puse la piscina para que vosotras la disfrutéis
cuando vengáis.
—Por
supuesto, papá. Eso no lo dudes.
—Ah... el
otro día el Lucena, el Bicharrón y yo fuimos a hacer la inscripción para
lo de Puerto Real. Los vas a machacar.
Al pensar en
ello, me animo. A mi padre y a sus dos amigos del alma les encanta
que todos los años vayamos a ese evento y ni quiero,
ni puedo negárselo. Es algo
que hacemos desde que era una niña. Se pasan todo el
año hablando de ello y, en
cuanto me ven llegar a Jerez en verano, la
adrenalina les sube por las venas.
—Perfecto,
papá. Allí estaremos.
—Por cierto,
ayer hablé con tu hermana.
—¡¿Y?!
—No sé,
hija. La noté muy desanimada. ¿Tú sabes qué le pasa?
Con fingido
disimulo respondo:
—Que yo sepa
nada, papá. Ya sabes cómo es de histérica para todo —e
intentando desviar el tema de conversación digo—:
¿Adónde vas a ver hoy el
partido?
—En casa. ¿Y
tú?
—He quedado
con Azu y unos amigos en un bar. —Sonrío al pensarlo.
—¿Algún
amigo especial, morenita?
—No, papá.
Ninguno.
—Ojú, hija,
me alegra saberlo. Porque otro novio como ese que tuviste con un
pendiente en la nariz y otro en la ceja me
repugnaría.
—Papáaaaaaaaaaaa... —digo, mientras me río a carcajadas.
Recordar
cómo miraba a Lolo, un ex, cuando lo conoció todavía me resulta
divertido. Mi padre es muy tradicional para muchas
cosas y más para los novios.
Consigo cambiar de tema y finalmente regresamos al
fútbol.
—Pues yo,
hija, he organizado una barbacoa en el patio trasero. Como
imaginarás, vendrán los amigos de siempre y nos
hincharemos a gritar. Por cierto,
hace un par de días el Bicharrón me dijo que
Fernando llegará dentro de poco a
Jerez. ¡Ah!, y creo que hoy está por los Madriles y
te visitará.
¡Ya
empezamos con BENJAMIN!
Mi padre y
el Bicharrón llevan toda la vida intentando que BENJAMIN y yo
seamos novios formales. BENJAMIN me desvirgó cuando
yo tenía dieciocho años.
Fue mi primera relación con un hombre y, siempre que
lo recuerdo, me hace
sonreír. Qué nerviosa estaba y qué atento fue él. Es
dulce y pausado en la cama y,
aunque con él lo paso bien, he estado con otros
hombres que me han hecho vibrar
más.
Tras hablar
un rato sobre BENJAMIN, su maravilloso trabajo de policía en Valencia
y lo excelente chico que es, cambio de tema y
regreso al fútbol. Mi padre se
emociona con ese tema y yo disfruto. Imaginar a mi
padre y a los amigos de toda la
vida cantando divertidos eso de «Yo soy...
español... español... español» me
encanta.
Cinco
minutos después, me despido de él y cuelgo el teléfono. Miro a Curro, que
está tumbado en el suelo, y lo subo al sofá. Respira
con dificultad y eso me encoge
el corazón. Hace dos meses, el veterinario me dijo
que su vida se estaba apagando
y que, cada día que pasa, va a más. Está viejito y,
a pesar de la medicación, poco
más se puede hacer por él salvo mimarlo y quererlo
mucho.
Suena mi móvil. Un mensaje. ¡Fernando!
«Estoy en
Madrid. ¿Paso a buscarte y vemos el partido juntos?»
Le mando un
«¡De acuerdo!» y me tiro en el sillón.
Sobre las
dos y media de la tarde decido calentarme en el microondas un vasito
de arroz blanco y unas salchichas. No me apetece
cocinar. No estoy de humor.
Después de comer, me tumbo en el sillón y en seguida
viene a visitarme Morfeo,
hasta que el sonido de mi móvil me despierta. Mi
hermana.
—Hola,
cuchufleta, ¿qué haces?
Me
desperezo y contesto:
—Durmiendo,
hasta que tú me has despertado.
—¿Saliste
ayer de juerga?
Al pensar
en el día anterior, asiento.
—Sí. Se
puede decir que sí.
—¿Con
quién?
—Con
alguien que tú no conoces.
—¿Algo
serio? —curiosea.
Al escuchar
aquello sonrío.
—No. Nada
importante —respondo, moviendo la cabeza.
Durante
media hora me tiene al teléfono. Qué pesadita es CANDE. No pasan dos
días sin que hablemos. Yo soy más despegada. Menos
mal que ella siempre hace
por verme, porque si fuera por mí, ya la habría
perdido como hermana. Como
siempre, su conversación se centra en su desastrosa
vida marital. Cuando por fin
cuelgo Curro sigue en el sillón. No se ha movido. Me
acerco a él y veo que sus ojos
me miran. Le beso la cabecita y me entran ganas de
llorar. Pero, tras tragarme las
lágrimas, le digo cosas cariñosas y después me
levanto a por una Coca-Cola. La
necesito.
Cuando
regreso al salón cojo el portátil, lo enciendo y me conecto a Facebook. En
seguida coincido con alguno de mis amigos virtuales
y nos echamos unas risas. El
correo me parpadea y decido mirarlo. Quince
mensajes. Varios son de amigas y
amigos proponiéndome viajes para el verano
finalmente; veo una dirección que me
deja atónita. Es PETER.
¿Cómo ha
encontrado mi correo privado?
De: PETER LANZANI
Fecha: 1 de
julio de 2012 04.23
Para: LALI
ESPOSITO
Asunto:
Confirmación de proposición
Querida
señorita ESPOSITO:
Siento
mucho si le desagradó mi compañía hace unas horas y todo lo que ello
implica. Pero debemos ser profesionales, así que
recuerde, necesito una respuesta
en referencia a la proposición que le hice.
Atentamente,
PETER
LANZANI
Boquiabierta, vuelvo a leer el mensaje. ¡Tendrá morro este tío...!
Estoy por
dar al «Delete» y borrar definitivamente el mensaje. Pero mi
impulsividad me hace responder:
De: LALI
ESPOSITO
Fecha: 1 de
julio de 2012 16.30
Para: PETER
LANZANI
Asunto: Re:
Confirmación de proposición
Querido
señor LANZANI:
Como usted
dice, seamos profesionales. Mi respuesta a su proposición es NO.
Atentamente,
LALI
ESPOSITO
Envío el
mensaje y un extraño regocijo se apodera de mí.
¡Olé por mí!
Pero dos
segundos después, ese regocijo desaparece para dar paso a un dolor de
estómago cuando veo que su respuesta llega de inmediato.
De: PETER
LANZANI
Fecha: 1 de
julio de 2012 16.31
Para: LALI
ESPOSITO
Asunto: Sea
profesional y piense en ello.
Querida
señorita ESPOSITO:
En
ocasiones, las precipitaciones no son buenas. Piénselo. Mi oferta seguirá en
pie hasta el martes. Espero que disfrute del domingo
y su selección gane la
Eurocopa.
Atentamente,
PETER
LANZANI
Miro la
pantalla, bloqueada.
¿Por qué no
puede aceptar mi respuesta?
Estoy
tentada de escribirle un e-mail poniéndolo a caer de un burro, pero me
niego. Dar más explicaciones a alguien para quien
soy sólo sexo no merece la pena.
Enfadada,
cierro el portátil y decido poner una lavadora.
Al sacar la
ropa sucia del cesto me encuentro con las bragas rotas que PETER me
arrancó. Cierro los ojos y suspiro. Recordar lo que
hicimos en mi habitación me
pone cardíaca.
Abro los
ojos, me levanto y camino hacia mi dormitorio. Rodeo la cama y abro el
cajón. Ante mí se encuentran los regalos que él me
hizo: los vibradores. Los miro
durante unos segundos y cierro el cajón con fuerza.
Regreso hasta la lavadora. La
abro y comienzo a meter la ropa. Echo el detergente,
el suavizante y la programo.
La lavadora
comienza a funcionar y diez minutos después sigo mirando cómo el
tambor de la ropa da vueltas tan rápidamente como mi
cabeza. Mi respiración se
acelera y grito de frustración:
—Te odio, PETER
LANZANI.
Mis pies se
dan la vuelta y me dirijo de nuevo hasta mi habitación. Vuelvo a
abrir el cajón y me quedo mirando el vibrador con
mando a distancia que él usó
conmigo.
Mi
entrepierna me pide a gritos jugar.
¡Me niego!
Hasta yo
misma utilizo la palabra «jugar». Finalmente e incapaz de quitarme a
PETER de la cabeza y menos de mi entrepierna, me
deshago de los pantalones, las
bragas y me siento en la cama con el vibrador en la
mano.
Toco la
ruleta, lo pongo al 1 y la vibración comienza.
Después al
2, al 3, al 4 y el máximo es el 5.
Muevo el
vibrador en mi mano mientras mi vagina y, en especial, mi clítoris
gritan porque sea allí donde lo mueva. Me tumbo en
la cama. Apago el vibrador y
lo paseo por mis labios vaginales. Me sorprendo de
lo húmeda que estoy. ¡PETER!
El pequeño
vibrador se resbala por mis labios. Estoy húmeda y abierta. Lista
para recibirlo. Lo pongo al 1. La vibración comienza
y cierro los ojos. Subo la
potencia al 2. Con mis dedos me abro los labios
vaginales y dejo que me masajee la
zona que está junto al clítoris. Un calor
irresistible se apodera de mí y comienzo a
jadear. Retiro el vibrador y junto las rodillas.
Fuego. Pero quiero más. ¡PETER!
Separo de nuevo las piernas. Enciendo el
vibrador al 3 y lo pongo sobre la zona
donde el placer quería explotar. Pienso en PETER. En
sus ojos. En su boca. En cómo
me toca. Vuelvo a cerrar los ojos y pienso en el
vídeo que vi. Me excita recordar su
cara, su gesto, mientras aquella mujer me poseía.
Volver a pensar en lo que sentí la
tarde anterior me acelera la respiración. Aquello ha
sido lo más morboso que me
ha ocurrido en la vida. Yo, abierta de piernas en
una cama, mientras una
desconocida tomaba de mí lo que quería, yo se lo
ofrecía y él miraba. ¡PETER!
Estoy
caliente. Muy caliente. Pongo el vibrador al 4. El calor se hace insoportable.
El ansia viva por correrme comienza a aflorar en mi
interior. El ardor me sube a la
cara mientras siento que voy a explotar y mi cabeza
imagina todo tipo de juegos
con él. ¡PETER!
Me arqueo
en la cama. El clímax me llega mientras oigo mis propios ronroneos.
Combustión. Jadeo aliviada y me convulsiono sobre la
cama. Abro los ojos,
mientras el acaloramiento se apodera de mí, y siento
cómo el pequeño vibrador
empapa mis dedos. Cierro las piernas con fuerza y me
dejo llevar por el momento.
Mientras, siento miles de sensaciones nuevas y todas
maravillosas. Calor.
Excitación. Fervor. Entusiasmo. Sólo falta ¡PETER!
Cinco minutos
después y con la respiración normalizada, me siento en la cama.
Miro con curiosidad aquel aparatito y sonrío. Aunque
nunca se lo diré, he pensado
en él. En ¡PETER!
A las siete
y media, BENJAMIN llega a mi casa. Como siempre está feliz y
sonriente. Me da un piquito en los labios y yo me
dejo. Es un amor. A las ocho
llegamos al bareto donde he quedado con mis amigos
para ver la final España-
Italia. Tenemos que ganar. La juerga nos rodea y
comienzo a cantar y a divertirme
como una loca con mi bandera de la selección
española colgada a mi cuello y los
colores rojo-amarillo-rojo pintados en mi cara.
Aparece
Nacho, un amigo tatuador. Es mi confidente. Tenemos una amistad
muy especial y nos lo contamos todo. Cuando ve a BENJAMIN
se ríe. Sabe la relación
que tengo con él y le hace gracia. No entiende cómo
éste sigue detrás de mí tras
todos los desplantes que le hago.
A las nueve
menos cuarto, el partido da comienzo. Estamos nerviosos. Nos
jugamos el Mundial. ¡Vamos España!
¡¡¡No hay
dos sin tres!!!
En el minuto 14, Silva mete un golazo que nos
hace saltar de emoción. BENJAMIN
me abraza y yo lo abrazo. Estamos felices. El ataque
de Italia se endurece pero
Jordi Alba, en el minuto 41, mete otro golazo que
nos hace volver a gritar como
descosidos. BENJAMIN me besa en el cuello y yo,
feliz, se lo permito. Llega el
descanso y BENJAMIN ya me tiene sujeta por la
cintura.
El segundo
tiempo comienza y yo grito que saquen a Torres.
¡Que saquen
al Niño!
Y cuando
veo que calienta y que el entrenador Del Bosque le dice que salga,
grito, aplaudo y salto encantada. BENJAMIN aprovecha
la situación y me sienta
entre sus piernas. Yo me dejo. Pero mi gozo se
completa cuando en el minuto 84,
Torres, ¡mi Torres!, mete el tercer gol.
¡Bien!
¡Bien...!
BENJAMIN,
al verme tan entregada a la causa, me aúpa entre sus brazos y, de la
felicidad, me planta un besazo de campeonato.
Después me suelta y, cuando, en el
minuto 88, Mata mete un golazo tras un pedazo de
pase de mi Torres, creo morir,
pero ¡de gusto! Y esta vez soy yo la que se lanza a
sus brazos y lo besa con furia
española.
Cuando el
partido termina, mis amigos y yo lo celebramos a lo grande. BENJAMIN
no se separa y, en un momento de calentón, nos
metemos en el baño de caballeros.
Durante unos minutos dejo que me bese y que me
toque. Lo necesito. Sus manos
recorren mi cuerpo y ¡Dios! ¡No me puedo quitar a mi
jefe de la cabeza! De pronto,
BENJAMIN no existe. Sólo ¡PETER!
Necesito
que sea posesivo y desafiante, pero BENJAMIN es de todo menos eso. Al
final, consigo sacarlo del baño sin haber culminado.
Está cabreado, pero ni siquiera
así me pone. Cuando me invita a ir a su hotel y me
niego, se marcha y,
sinceramente, yo me quedo la mar de feliz. Cuando
llego a mi casa sobre las tres de
la mañana y me meto en la cama sonrío al pensar que
somos ¡campeones!
Me niego a
pensar en nada más.
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