Mi jefa se
vuelve loca cuando PETER la informa de
que yo lo acompañaré en su
viaje a las delegaciones. Miguel se alegra de no ser
él. Mi jefa intenta convencerlo
de mil formas para que yo no lo acompañe. Argumenta
cosas como mi falta de
experiencia o mi poco tiempo en la empresa, pero al
final desiste. PETER manda y ella
debe aceptarlo. ¡Toma ya!
Llamo a mi
padre el miércoles y le explico mi retraso de las vacaciones por el
viaje. Le parece bien y me anima a hacer un buen
trabajo. Si él supiera el trasfondo
de todo, me metía en una caja y la embalaba para que
no pudiera salir. Mi
hermana, en cambio, se enfada conmigo. Marcharme
durante varias semanas fuera
de Madrid para ella es desquiciante. ¿A quién le va
a explicar sus problemas?
El jueves,
Eric pasa a recogerme con su chófer a las seis de la mañana. Viajamos
en su avión privado y tanto lujo me escandaliza.
Parece que acabo de salir del
pueblo. Miro todo con tanta curiosidad, que creo que
PETER hace esfuerzos por no
reír.
Cuando
llegamos a Barcelona, un coche nos recoge en el aeropuerto del Prat y
nos lleva directos al hotel Arts. ¡Casi nada! Lo
mejorcito de la ciudad. Allí nos
alojamos en la última planta en dos suites. Ha
cumplido su promesa: habitaciones
separadas. Cuando el botones cierra la puerta tras
de mí y me quedo en medio de
aquella enorme habitación, miro a mi alrededor. Todo
es grande, espacioso. Y lo
mejor, hay unos grandes ventanales que me permiten
ver el mar.
Alucinada
por el lujo que me rodea, suelto mi maleta y me acerco a la ventana.
¡Increíble! Tras disfrutar durante un rato del
paisaje, comienzo a buscar y a
curiosear. Abro la nevera y veo chocolate. Me lanzo
a por él. Cuando descubro la
zona de mi habitación donde se encuentra la cama, un
silbido de camionero sale de
mí. ¡Es preciosa! Grandes ventanales que dan al mar
y moqueta violeta a juego con
un diván precioso. La cama es enorme y me tiro en
plancha sobre ella. ¡Qué
pasada! El baño es otra maravilla. Madera clara y
una bañera rodeada por espejos.
¡Morboso!
Al salir
del baño, el teléfono suena. Es PETER.
—¿Qué tal
tu suite?
—Alucinante. Enorme. Es como cinco veces mi casa —me mofo.
Oigo cómo
ríe al otro lado de la línea.
—En media
hora te espero en recepción —me dice—. No olvides los
documentos.
Llego a
recepción puntual y veo a PETER hablando con una mujer. Alta, glamurosa
y rubia. Rubísima. Cuando él me ve, me invita a
acercarme a ellos y nos presenta:
—NATALIE,
ella es mi secretaria, la señorita ESPOSITO.
La tal
NATALIE me hace un escaneo en profundidad y me da mal rollito, pero, en
un gesto de profesionalidad, las dos nos damos la
mano y PETER añade en alemán:
—Señorita
ESPOSITO, la señorita PEREZ ha venido desde Berlín. Ella estará unos días
con nosotros. NATALIE es la encargada de ver si
podemos suministrar nuestro
medicamento en el Reino Unido.
Sonríe
mientras la rubia de piernas largas mueve su cabeza en gesto afirmativo.
Sin embargo, percibo algo raro en su mirada. No sé
lo que es, pero no me gusta. Un
hombre se acerca a nosotros y nos indica que nuestro
vehículo nos espera. Los tres
caminamos hacia una enorme limusina negra. PETER se
sienta junto a aquella mujer y
se olvida de mí. Eso me inquieta. Pero lo que más me
molesta es percibir que entre
ellos hubo o hay algo. Me lo dicen las miradas de la
rubia. De todas formas, como
soy una profesional, mantengo la compostura mientras
miro por la ventanilla e
intento pensar en mis cosas.
Cuando
llegamos a las oficinas centrales de Barcelona, nos recibe el jefe de la
delegación, Xavi Dumas. Nada más verme, me sonríe, y
luego saluda al jefazo y a
NATALIE.
—Hola, LALI
—se dirige a mí, después de saludarlos—. ¡Qué alegría volver a
verte!
—Lo mismo
digo, señor Dumas.
Seguidamente, me saluda Jimena, su secretaria.
—LALI, ¿por
qué no me has dicho que venías?
—Porque
hasta ayer no sabía que tendría que venir —respondo mientras la
abrazo.
Jimena, con
el gesto divertido, observa a PETER, para luego mirarme a mí con
picardía.
—Vaya,
vaya, con el jefazo alemán... ¡Está potentón!
Ambas nos
reímos, pero nos dirigimos sin demora hacia una salita que ella me
indica.
Instantes
después, varios directivos, entre los que se encuentran PETER y NATALIE,
entran en la estancia. Es una sala rectangular de
paneles oscuros y una cristalera
que da a un monte. En el centro de la estancia hay
una larga mesa con varias sillas
y, en un lateral, varias mesitas más pequeñas. Me
siento a una de esas mesitas y
PETER preside la mesa justo frente a mí. Su mirada
implacable me hace recordar el
mote que le puso Miguel: Iceman. Al recordarlo, no
puedo evitar sonreír.
La reunión
comienza y Jimena, avisada por su jefe, se levanta de mi lado y se
sienta a la mesa. Su jefe quiere que ella traduzca
todo lo que él vaya diciendo para
la tal NATALIE. Atiendo a lo que dicen y observo que
Jimena es una excelente
traductora. Pero ocurre algo que me sorprende. En un
momento dado, el señor
Dumas menciona al padre de PETER y éste, muy serio
pero también muy
educadamente, le pide que no vuelva a nombrarlo.
¿Qué habrá pasado entre padre
e hijo? Una hora después, mientras la reunión
continúa su curso, recibo un mensaje
en mi portátil.
De: PETER
LANZANI
Fecha: 5 de
julio de 2012 10.38
Para: LALI
ESPOSITO
Asunto: Tu
boca
Querida
señorita ESPOSITO, ¿le ocurre algo? Su boca la delata.
PS: Es
usted la mujer más sexy de la reunión.
PETER
LANZANI
Sin mover
mi cabeza, lo observo a través de mis pestañas. ¿Tendrá morro? Lleva
ignorándome desde que aparecí en la recepción del
hotel y ahora me viene con
ésas. Así que decido responderle el correo.
De: LALI
ESPOSITO
Fecha: 5 de
julio de 2012 10.39
Para: PETER
LANZANI
Asunto:
Estoy trabajando
Estimado
señor PETER LANZANI, le agradecería que me dejara trabajar.
LALI ESPOSITO
Sé que lo
recibe. Lo veo mirar con interés a la pantalla y cómo se curva la
comisura de sus labios. Al cabo de pocos segundos,
teclea de nuevo y yo recibo
otro correo.
De: PETER
LANZANI
Fecha: 5 de
julio de 2012 10.41
Para:
ESPOSITO
Asunto: ¿Enfadada?
Sus palabras
me desconcentran, ¿está enfadada por algo?
PS: Ese
traje le sienta fenomenal.
PETER LANZANI
Me muevo en
mi silla, incómoda. ¿Tanto se me nota? Intento sonreír,
avergonzada, pero mi boca se niega. Durante unos
minutos atiendo a la reunión
hasta que mi ordenador me indica que he recibido
otro mensaje.
De: PETER
LANZANI
Fecha: 5 de
julio de 2012 10.46
Para: LALI
ESPOSITO
Asunto:
Usted decide
Le advierto,
señorita ESPOSITO, que si no contesta a mi correo en cinco minutos,
pararé la reunión.
PS: ¡Lleva
tanga bajo la falda!
PETER LANZANI
Al leer
aquello, abro los ojos como platos, aunque intento mantener la calma. Se
está tirando un farol. Le encanta picarme. Sonrío y
lo reto con la mirada. Él no
sonríe. El tiempo pasa y yo me relajo. Lo veo mirar
su ordenador e imagino que
está escribiéndome otro correo cuando de repente
interrumpe la reunión:
—Señores,
acabo de recibir un correo que he de responder de inmediato. Un
contratiempo y les pido disculpas por ello. —Y, levantándose,
añade—: ¿Serían
todos tan amables de dejarnos a solas unos minutos a
mi secretaria y a mí? Y, por
favor, por nada del mundo quiero que nos
interrumpan. Mi secretaria los avisará
cuando hayamos acabado.
Me quiero
morir.
¿Está loco?
Abro los
ojos tanto como me es posible y veo que todos los directivos recogen
sus carpetas y se marchan. Jimena me guiña un ojo y
sigue a su jefe. La última en
abandonar la sala es la tal NATALIE. Me mira con
cara de perro y, tras decirle a PETER
en alemán «Estaré fuera», cierra la puerta tras de
sí.
Todavía
sentada en mi silla lo miro sin comprender nada. PETER cierra su portátil,
se repanchinga en su silla y clava su mirada en la
mía.
—Señorita
ESPOSITO, venga aquí.
Me levanto
como un resorte y me dirijo hacia él, gesticulando por la sorpresa.
—Pero...
Pero ¿cómo has podido hacerlo?
Me mira,
sonríe y no contesta.
—¿Cómo has
podido parar una reunión? —insisto.
—Te di cinco
minutos.
—Pero...
—La reunión
la has parado tú —me contesta.
—¡¿Yo?!
PETER responde afirmativamente y, justo cuando
me paro frente a él, me coge de la
mano y, aún sentado, me coloca entre sus piernas.
Luego me empuja y me hace
sentar sobre la mesa. Ante él. Acalorada, miro a mi
alrededor en busca de cámaras
cuando él dice:
—La
habitación no tiene cámaras pero no está insonorizada. Si gritas, todos
sabrán lo que ocurre.
Voy a
protestar, ya que a cada instante que pasa me encuentro más alucinada,
cuando PETER se acerca a mí y hace eso que tan loca
me vuelve. Saca su lengua, la
pasa por mi labio superior. Me mira. Después vuelve
a pasarla por mi labio
inferior, me lo muerde hasta que yo abro la boca y
finalmente me besa. Me
succiona la boca de tal manera que me deja sin
aliento y, como siempre, caigo a sus
pies. Me tumba en la mesa y me sube la falda. Sus
manos ascienden lentamente por
mis muslos hasta que siento que llegan a mis
caderas. Entonces agarra el tanga y
me lo quita.
—Mmmm... Me
alegra saber que llevas tanga.
Disfruto el
momento y entro como una loba en el juego.
Me paso la
lengua por los labios y quiero gritar «¡¡¡Sí!!!». Mi gesto lo estimula y
enloquece. Abro mis piernas con descaro pidiéndole
más y él levanta la cabeza, sin
mover el resto de su cuerpo.
—¿Llevas en
el bolso lo que te dije que debías llevar siempre?
Cierro los
ojos y maldigo con frustración.
—Me lo he
dejado en el hotel.
Mi reacción
lo hace sonreír. Me incorpora de la mesa sin apenas tocarme, a
excepción de la cara interna de mis muslos.
—Lo siento,
pequeña. Estoy seguro de que la próxima vez no lo olvidarás.
Lo miro,
bloqueada.
¿Me va a
dejar así?
Me da un
azote en el trasero cuando me bajo de la mesa.
—Señorita
ESPOSITO, debemos continuar con la reunión. Y, por favor, no vuelva a
interrumpirla.
Siento las
mejillas arreboladas y el deseo por todo lo alto mientras él es el rey del
control. Eso me encoleriza. Lo sabe. Me agarra de la
mano y me acerca a él en un
gesto posesivo.
—En cuanto
terminemos la reunión te quiero desnuda en el hotel. De momento,
me quedo con tu tanga.
—¡¿Cómo?!
—Lo que
oyes.
—Ni hablar.
Devuélvemelo.
—No.
—PETER, por
favor. ¿Cómo voy a estar sin tanga?
Se levanta.
Sonríe con malicia y se encoge de hombros.
—Muy fácil.
¡Estando!
Me coloca
bien la falda. Me empuja hacia la puerta e insiste.
—Vamos.
Diles que entren. La reunión es importante.
Histérica y
a punto de que me dé un «pumba», sólo puedo resoplar.
¿Cómo me
puede estar pasando esto a mí?
Finalmente,
cierro los ojos, camino con seguridad hacia la puerta y antes de abrir
me vuelvo hacia él.
—Ésta me la
pagas.
PETER ni se
inmuta.
Un minuto
después, la reunión continúa y todo vuelve a la normalidad. Todo,
excepto que no llevo tanga.
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