Los
maravillosos días juntos continúan y lo ocurrido esa noche se acaba
convirtiendo en una anécdota más. Dedicamos los días
a tomar el sol, a charlar y a
disfrutar de nuestra compañía. Los mensajes de la
tal PAU siguen llegando e
intento no pensar en ellos. No debo. BENJAMIN
también me manda mensajes a mí y
PETER se abstiene de comentarlos.
Una de las
mañanas nos vamos los cuatro de excursión a Tarifa, para ver las
ruinas romanas de Baelo Claudia en Bolonia. Comemos
allí en un precioso
restaurante y, cuando vamos a pagar, nos encontramos
con PABLO, el amigo de PETER
y otro amigo.
Nos saludan
con afabilidad y juntos vamos todos a tomar un café a una terracita.
Mientras tomamos café, me entero que PABLO es un
abogado alemán y que está de
vacaciones por el sur. El otro amigo, un tal Fred,
es un viticultor francés. Durante
un rato charlamos de lo primero que sale, pero soy
consciente de las miradas que
me lanza PABLO de vez en cuando. PETER también se da
cuenta y se acerca a mi oído.
—PABLO se
muere por probarte de nuevo.
—¿Y no te
molesta saberlo?
PETER sonríe y me besa en el cuello.
—No. Es un
buen amigo y sé que nunca haría nada sin mi permiso. Además,
estoy deseando ofrecerte a él de nuevo, si tú
quieres.
El calor se
apodera de mi cara y me abanico, mientras PETER sonríe.
—¿Calor,
pequeña?
—Sí.
Pasea las
manos por mis muslos, con posesión, y veo que PABLO nos observa. PETER,
que está pendiente de todo, murmura:
—¿Quieres
que vayamos a un hotel y te follemos?
—¡PETER
—O mejor...
¿Qué tal si vamos a la playa y en el agua...?
—¡PETER!
—Sólo
pensar en cómo abres la boca cuando jadeas ya me pone duro.
Divertido,
quita las manos de mis piernas. Disfruta con sus provocaciones y yo
me acaloro. Me abanico y PETER sonríe.
Tras los
cafés, cuando nos vamos a despedir, oigo a Andrés preguntar:
—PABLO,
Fred, ¿os apetece venir a mi casa a cenar?
Aceptan
inmediatamente y yo me acaloro más. Tras despedirnos de ellos y
quedar a las nueve, EUGE se me acerca mientras
caminamos hacia el coche.
—¡Uoooo...!
Esta noche tenemos fiestecita privada.
Durante
todo el camino de vuelta, PETER no hace más que mirarme y sonreír. Y
cuando llegamos a casa y nos duchamos me estimula,
mientras me susurra al oído
que esa noche me va a ofrecer. Tras la ducha, me
pide que me vista para la cena
con un vestido verde y unos zapatos de tacón que le
gustan y me sugiere que no
lleve ropa interior.
A las
nueve, llegan Fred y PABLO. Siento cómo éste me mira y recorre mi cuerpo
con sus ojos. Eso me inquieta, ya que sé por y para
qué ha venido.
Andrés nos
hace la cena. Es un estupendo cocinero y los seis disfrutamos del
asado de carne alrededor de la mesa. Durante la
cena, PETER no me quita ojo y veo
que sonríe al notar mis pezones duros como piedras
marcarse bajo mi vestido. Está
disfrutando de mi nerviosismo y eso me pone todavía
más histérica.
Nada más
acabar la cena, PETER se levanta impaciente, coge mi mano, una botella
de champán y, tras mirar a PABLO, murmura:
—Vayamos a
por el postre.
PABLO se
limpia la boca con la servilleta, sonríe y se dirige hacia donde está PETER.
Yo me quedo ojiplática.
Me dejo
llevar por PETER de la mano. La dirección que lleva es la del cuarto azul
con la cama redonda. En cuanto los tres entramos en
la habitación, me suelta y
dice:
—No te
muevas.
Me paro en
seco y veo cómo él se sienta en la cama. Pone tres copas sobre una
mesita y las comienza a llenar. Comienzo a tener
calor. Sobre la cama veo varios
botes y... y... el vibrador. Ardo. Me fijo en las
sábanas. Brillan. Parecen de plástico
y en ese instante siento que PABLO se me acerca y se
queda detrás de mí. PETER coge
una de las copas y comienza a beber.
—Maravilloso postre —dice, tras dar un trago—, ¿no crees, PABLO?
En décimas
de segundo, las manos de éste se posan sobre mi cintura y bajan por
el contorno de mi trasero mientras Eric nos observa.
Cuando llega a las cachas de
mi culo las aprieta.
—Mmmmm...
estupendo.
Me muevo
enloquecida mientras ese hombre me sigue tocando sin decoro. Los
ojos de PETER chispean de excitación cuando nota que
mi movimiento facilita que
PABLO me acaricie. Durante unos minutos, se limita a
tocarme por encima del
vestido. Mis pezones duros se marcan en éste y él
posa su boca sobre la tela. Juega
con ellos hasta que PETER dice:
—Ven, LALI...
voy a desnudarte.
En décimas
de segundo, el vestido cae a mis pies y quedo totalmente desnuda
ante ellos. PABLO se sienta junto a PETER en la
cama.
—Tu mujer
me encanta... Es tan sabrosa que deseo chuparla entera.
Eric sonríe
con morbo, me da un cachete en el culo que me escuece y le indica a
su amigo, mientras me acerca a él.
—Chúpala,
es tu postre. Deseo ver cómo lo haces.
Escuchar
eso hace que mi estómago se contraiga y entonces PABLO, aún vestido,
se tumba en la cama.
—Vamos,
preciosa. Ven aquí. Arrodíllate frente a mi cara y dame tu coñito. Eres
mi postre y te voy a comer entera.
Me subo a
la cama y hago lo que me pide, avivada por lo que me dice y, en
especial, por la posesiva mirada de PETER.
Sin
dilación me agarra por los muslos y su boca se pasea, acelerada, por mi sexo.
Lo lame. Lo chupa. Lo succiona. Lo restriega sobre
su cara mientras siento que sus
dientes me dan pequeños mordisquitos que me hacen
jadear. Cierro los ojos. Estoy
extasiada y mis caderas bailan sobre su boca,
mientras mis pechos se mueven de
un lado para el otro.
No veo a PETER.
Está sentado detrás de mí y, debido a mi postura, no puedo ver su
cara. Pero siento su mirada clavada en mi espalda y
soy consciente de que nota
cómo restriego mi vagina sobre la boca de su amigo
en busca de mi placer. Aquel
nuevo mundo que estoy descubriendo cada vez me gusta
más y, a cada instante, su
disfrute es superior al hecho de perder la vergüenza
y buscar mi placer. Oigo algo
que se rasga y presupongo que es un preservativo. De
pronto siento que PETER me
tira de las caderas y me pone a cuatro patas sobre
su amigo. PABLO junta mis pechos
y se levanta para metérselos en la boca, mientras PETER
pone la punta de su pene en
mi húmeda vagina y poco a poco lo introduce.
Dos
hombres. Uno encima y otro debajo. Estoy a su merced. Estoy tan excitada
que noto cómo mis fluidos resbalan por mi pierna
cuando oigo la voz de PETER:
—Sí...
empapada para mí.
Las manos
de PABLO y las de PETER están en mi cintura. Cuatro manos me sujetan y
grito al notar que son ellos quienes me mueven para
empalarme en el pene de PETER
una y otra vez. A cada grito mío, oigo sus
resuellos.
Una y
otra... y otra vez más, Eric me penetra mientras PABLO empuja mis caderas
hacia él, hasta que de pronto noto que algo duro y
muy mojado intenta entrar por
el mismo sitio por donde PETER me penetra. Me muevo
y PETER susurra.
—Es un
consolador, cariño. Tranquila. Algún día quiero que seamos dos los que
te follemos por el mismo sitio.
Calor...
calor y más calor.
¡Voy a
explotar!
PETER
continúa sus penetraciones, mientras PABLO me chupa los pezones y, con una
de sus manos, mete poco a poco el consolador junto
al pene de PETER. Me dilato. Mi
cuerpo y el interior de mi vagina se amoldan a la
nueva intrusión y comienzo a
disfrutar de ellos. Todo es morbo. Todo es caliente.
PETER me da un nuevo azote y
vuelve a penetrarme con fuerza. Yo grito y siento
que voy a estallar. PABLO saca el
consolador, lo deja sobre la cama y murmura mientras
abre mis muslos para PETER:
—Eres
exquisita.
Eric
detiene sus embestidas y coge el bote de lubricante que se encuentra a
nuestro lado mientras PABLO sigue diciendo cosas calientes
frente a mi cara y me da
azotitos en el trasero que me avivan.
—Ábrela
—murmura PETER.
PABLO me coge de las cachas del culo y tira de ellas
para separarlas. En ese
instante noto cómo PETER, con la yema de su dedo,
aplica lubricante sobre mi ano. El
líquido resbaladizo está templado y noto cómo lo
introduce con su dedo. Lo
mete... lo saca y vuelve a meterlo. Jadeo y me muevo
inquieta. Nunca he
practicado sexo anal y tengo miedo al dolor. PETER
saca el dedo y vuelve a meterlo
con otra buena porción de lubricante. Esta vez su
dedo gira en circulitos en mi
interior.
—Bien,
cariño, bien... relájate. Lo estás haciendo muy bien —murmura PETER.
Gimo y me
inclino hacia adelante. Mis pechos caen sobre PABLO, que aprovecha
para mordisquearme los pezones.
—Sí,
preciosa... sí... danos tu precioso culito y te prometo que lo pasarás muy
bien.
Noto que el
dedo de PETER entra y sale cada vez mejor. Gustosa, muevo mi trasero
en busca de aquel nuevo placer cuando siento que PETER
introduce dos dedos. La
presión que percibo es tremenda y arqueo la cintura
en busca de alivio. Pero el
dolor con dos dedos se me hace insoportable.
—PETER PETER, duele.
Inmediatamente, con cuidado, saca los dedos y mete algo con forma de
chupete,
yo gimo al notar cómo mi carne se abre y se amolda a
él. Abro la boca en busca de
aire y, cuando siento que PETER me saca lo que me ha
metido..., jadeo... jadeo...
jadeo... Instantes después, PETER se acerca a mí y
deposita un beso en mi nuca.
—Ya está,
cariño. Por hoy no lo tocaré más.
PABLO me
suelta las cachas del culo y siento que vuelve a abrirme las piernas.
—PETER vamos... haz que su pechos bamboleen sobre mí.
La
penetración de PETER es profunda como a mí me gusta. De una embestida, se
mete dentro de mí y yo grito. Mis pechos se mueven
ante la cara de PABLO y éste
agarra uno y se lo mete en la boca para mordisquear
mi pezón. Cuando lo suelta,
me mira y, mientras me muevo por las embestidas de PETER,
PABLO susurra:
—Espero que PETER
me deje probar algún día la estrechez de tu trasero. Tiene que
ser maravilloso follártelo.
No sé qué
decir. Sólo muevo mi cabeza mientras me mira y observo las ganas
que tiene de penetrarme.
PABLO no me
besa. No se acerca a mi boca. Aún recuerda que PETER le indicó que
mi boca es sólo de él. Pero me mira y siento su
excitación mientras mi cuerpo salta
sobre él ante las penetraciones de PETER.
Uno...
dos... tres... diez.
PETER saquea
mi cuerpo una y otra vez, hasta que se tensa y cae desplomado sobre
mí. Yo caigo sobre PABLO. El sudor de su frente me
empapa la espalda y su boca me
besa en la cintura. Sonrío al sentirlo bien y feliz.
Después, saca su pene de mí,
libera su cuerpo del mío y dice:
—Ahora
tú...
PABLO asiente, me echa a un lado, se desnuda y coge
uno de los preservativos que
hay sobre la cama. Con los dientes, lo rasga y se lo
pone rápidamente. PETER me mira
mientras su pecho sube y baja por el esfuerzo que
acaba de hacer. Se quita el
preservativo y lo deja a un lado.
—Túmbate
sobre la cama, preciosa —murmura PABLO.
Cuando lo
hago, veo que ambos se levantan, PETER le cuchichea algo y PABLO hace
un gesto afirmativo. Después, ambos se suben sobre
la cama y PETER coge la botella
de champán.
—Junta las
plantas de tus pies y flexiona las rodillas.
De nuevo mi
húmedo, abierto y chorreante sexo queda ante ellos. PABLO se
agacha y pasea nuevamente su boca por él, mientras PETER
me echa champán en el
ombligo. Mi estómago se contrae y el champán cae
descontrolado por él. PABLO
chupa el reguero de alcohol que llega hasta mi vulva
y murmura:
—Mmmmmmm...
Maravilloso. Más...
PETER vuelve
a echarme champán. Esta vez sobre mi vulva y yo me arqueo,
mientras PABLO chupa y lame con avidez el frescor
que el champán deja sobre mí.
—Mastúrbate
para nosotros, LALI—pide PETER, mientras me entrega un vibrador
para el clítoris.
Vuelve a
echarme champán en mi sexo y agradezco de nuevo el frescor, pero
PABLO lo seca rápidamente a lengüetazos. Enciendo el
vibrador y lo pongo al uno
sobre mi ya hinchado clítoris. Me muevo sofocada y
lo subo al dos. Jadeo al notar
cómo se abre la flor que hay en mí ante aquel
runruneo y, cuando PETER lo pone al
tres y PABLO apoya sus manos en mis muslos para que
no los cierre, el calor se
apodera de mi cuerpo y despego el vibrador de mi
clítoris mientras grito y alzo las
caderas.
PABLO
deseoso de entrar en mi interior y, más tras lo que acabo de hacer, coge mis
muslos y se los pone sobre sus hombros. Me penetra
con cuidado. Yo grito y él
vuelve a penetrarme, mientras PETER se acerca a mí
por la cabecera de la cama, riega
su pene con champán y me lo mete en la boca.
—Todo tuyo,
pequeña.
Excitada
por mi situación, jugueteo con el glande de PETER en mi boca. Dibujo
círculos con la lengua alrededor de la corona y
siento que reacciona. Su pene se
ensancha y agranda mientras lo succiono, escucho a PETER
gemir y PABLO me penetra.
Como tengo los brazos sueltos, llevo mis manos hasta
sus testículos y los acaricio
lentamente.
—Ahhh...
—susurra.
Me llenan
entre los dos.
PABLO por
mi vagina y Eric por mi boca hasta que siento que PETER se retira con su
pene duro y erecto y observa cómo mi cuerpo se mueve
ante las penetraciones de
PABLO.
—¡Dios, me
voy a correr! —jadea éste.
Me coge por
las caderas y me aprieta contra él. Eso me hace retorcerme y gemir.
Mis pechos se bambolean delante de ellos, mi cuerpo
se arquea y grito:
—¡Más!
PABLO sale
de mí y vuelve a entrar. Abro los ojos y miro a PETER que me observa a
mi lado y siento la lujuria en sus ojos. Me gusta.
Me excita. PABLO da un grito de
placer, se echa hacia atrás y se deja ir. Eric se
sienta sobre la cama se pone un
preservativo y me dice:
—LALI,
ven... siéntate sobre mí.
Con las
piernas temblorosas, me muevo y lo obedezco. Estoy dispuesta a que me
penetren otra vez. Lo deseo. Su pene entra en mi
ensanchada vagina y sin piedad
alguna me aprieta contra él.
—Así...
vamos, cariño, aráñame al espalda.
Jadeo...
grito y lo araño. Durante unos minutos, PETER bambolea sus caderas en
círculo y su pene se mueve dentro de mí al mismo
tiempo que yo me estrujo contra
él. Adoro esa sensación de plenitud.
—PETER...
—Dime,
cariño... —susurra mientras me aprieta una y otra vez y me da la
impresión de que me va a partir en dos.
—Me
gusta... oh... sí... me gusta.
Asiente con
los ojos encendidos.
—Lo sé,
pequeña... lo sé.
PABLO,
colocado a nuestro lado, nos observa y, segundos después, se pone detrás
de mí y me toca los pezones con sus dedos mientras PETER
vuelve a apretarme contra
su enorme erección.
—Hoy no,
cariño... pero otro día te penetraremos los dos por la vagina.
Un espasmo
me recorre el cuerpo. Grito... Jadeo.
Un chillido
llama mi atención y de pronto veo a EUGE sobre la cama. ¿Cuándo
han entrado?
Está en la
misma tesitura que yo. Pero ella está siendo penetrada por los dos
hombres. NICO, su marido, la penetra por la vagina,
mientras Fred la penetra con
holgura y fuerza por el ano. Nuestras miradas se
encuentran y la carne se me pone
de gallina. Ambas disfrutamos de lo que esos hombres
nos hacen, mientras nos
sentimos sus muñecas, sus juguetes y accedemos a sus
caprichos.
Siento que
un orgasmo devastador va a salir de mí... calor... calor... calor...
Mi vagina se
contrae y succiona la enorme erección de PETER. Los dos gritamos. Yo
me dejo ir, mientras PETER se bebe mi orgasmo.
Agotada, me
quedo entre sus brazos y él me dice dulces y bonitas palabras de
amor. Parece mentira que tengamos esa intimidad
rodeados por otras personas.
Pero sí. Ése es un momento totalmente íntimo entre
él y yo.
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