Dos días después, tras la noche de sexo lujurioso que pasamos en el cuartito de
juegos de NICO y EUGE, la vida sigue su rumbo. Cada vez estoy más colgada por
PETER y él cada vez está más pendiente de mí. Todo lo que necesito o deseo, antes de
que yo lo pida, él me lo da. ¿Se estará enamorando de mí?
Esa mañana, NICO decide encargar una paellita en la playa. Sobre las dos de la
tarde bajamos a comerla al chiringuito. Está deliciosa. La mejor paellita mixta que
he comido en mi vida. El teléfono de PETER suena continuamente y tan pronto leo el
nombre de Marta como el de PAU. No digo nada, él ya lo dice todo con sus gestos.
Tras la paella decidimos tirarnos en la playa un ratito a tomar el sol.
El teléfono de PETER vuelve a sonar. Finalmente observo que teclea en él, pero poco
después se agobia y le pide a Andrés que lo lleve al chalet. Su humor ha cambiado
y, aunque lo intenta disimular, su cara no lo puede negar.
Rápidamente me levanto y comienzo a recoger las cosas. PETER, al verme, me coge
de la mano.
—Quédate con EUGE, cielo. NICO regresará para estar con vosotras.
—No... no, yo me voy contigo —insisto.
—He dicho que te quedes, LALI no quiero compañía. Me duele la cabeza y
quiero estar solo.
Su humor me exaspera.
—Mira, chato, me importa un bledo si no quieres compañía, he dicho que
regreso contigo y no se hable más.
—¡Maldita sea! —gruñe—. He dicho que te quedes.
Su gruñido no me asusta.
—No me gustan los numeritos y menos cuando no sé de qué van. Por lo tanto
me lo vas a aclarar e iré contigo.
Pero PETER se niega. Está irascible y, por más que intento convencerlo, lo único que
consigo es que se enfade a cada segundo más conmigo. Al final, EUGE se interpone
entre los dos y pone paz. Andrés habla algo con PETER y lo tranquiliza. No entiendo
por qué se ha puesto así y me niego a darle un beso cuando se marcha con NICO.
Durante un rato, EUGE y yo permanecemos calladas mientras tomamos el sol,
hasta que ella dice:
—LALI, no te preocupes. No pasa nada.
Me muerdo los labios. Estoy enfadada. Me siento en la toalla.
—Sí. Sí pasa, EUGE. Sus cambios de humor me desesperan. Tan pronto está bien,
como...
—Os conocéis desde hace poco, ¿verdad?
—Sí. Hará unos dos meses más o menos.
—¿Sólo ese tiempo?
—Sí.
Hace un gesto con la cabeza.
—Pues, chica... te aseguro que conozco a PETER desde hace muchos años y nunca
lo he visto tan atontadito con una mujer.
—Sí... seguro.
—Te lo prometo, LALI. No tengo por qué engañarte.
Asiento, deseosa de creer lo que ella dice. Lo necesito. Pero entonces recuerdo lo
enfadado que estaba.
—No lo conozco apenas, EUGE. No me deja conocerlo salvo en el plano sexual y,
aunque con él estoy descubriendo cosas que me gustan y que sin él nunca habría
experimentado, quiero y necesito saber de él. De PETER como persona.
EUGE arruga la comisura de los labios. Quiero preguntarle mil cosas.
—¿Quiénes son PAU y Marta? Cada día recibe varios mensajes de ellas.
Noto que mi pregunta incomoda aEUGE.
—Sé que sabes de lo que hablo. No lo niegues. Por favor, dime qué pasa.
EUGE se sube las gafas de sol para mirarme directamente a los ojos y murmura:
—LALI...
Durante unos instantes, la miro a los ojos y finalmente bajo la mirada, rendida.
Todo es hermético en torno a él y murmuro mientras me tumbo en la toalla:
—De acuerdo, EUGE, tomemos el sol.
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