viernes, 24 de julio de 2015

CAPITULO 28

  El sábado por la tarde decido salir de nuevo con mis amigos. Nos tomamos unas
birras en el bar de Asensio, cenamos en una pizzería y, después de la cena, nos
vamos a tomar algo al Amnesia. Miro a mi alrededor en busca del espía que PETER
con seguridad ha mandado tras de mí. Como es lógico, no veo nada. Sólo gente
divirtiéndose como yo.
  Cuando llevo una hora allí, aparece BENJAMIN. Lo miro sorprendida y él me
sonríe.
  —¿Qué haces aquí?
  —Jerez sin ti es muy aburrido.
  Extrañada por aquella aparición, vuelvo a mirarlo.
  —BENJAMIN... te estás equivocando conmigo. Nunca te he mentido y...
  Pone un dedo en mi boca para hacerme callar.
  —Lo sé, pero no puedo evitarlo. Vamos... ven a mi hotel. Tenemos que hablar.
  Me despido de mis amigos y a Azu le prometo que regresaré pronto. Sé que lo
haré. La conversación que voy a tener con BENJAMIN va a ser corta y, seguramente,
no muy agradable.
  Cuando llegamos al hotel, la tensión se puede palpar en el ambiente. Me niego a
subir a su habitación. Vamos a la cafetería y pedimos algo de beber. Hablamos
durante una hora , discutimos, dejamos claros nuestros sentimientos. Y, cuando
por fin parece todo aclarado y me voy a marchar, me coge por el brazo y acerca su
frente a la mía.
  —Dame una oportunidad, por favor. Tú misma acabas de decir que no sabes si
quieres algo más. Déjame demostrarte de una vez por todas lo que soy capaz de
darte. Eres preciosa, me gustas, me enloquece tu ímpetu al hacer las cosas y quiero
que sepas que por ti soy capaz de cualquier cosa.
  Necesito mimos y sus palabras son, en ese momento, un bálsamo para mis
heridas. No puedo dejar de pensar en mi maldito jefe. Cierro los ojos y la mirada
posesiva e intrigante de PETER LANZANI aparece y, sin saber por qué, beso a
BENJAMIN. Lo beso con tal erotismo y necesidad que hasta yo misma me sorprendo.
  Sin mediar palabra, BENJAMIN me arrastra hasta el ascensor. Sé lo que quiere. Sé
dónde me lleva y yo le dejo. Subimos a su habitación y entramos sin mediar
palabra. Durante unos minutos, nos besamos mientras dejo que recorra mi cuerpo
con sus manos. Pero me siento una traidora, no puedo evitar pensar en PETER.
Cuando siento que me sube la falda vaquera hasta dejarla a la altura de mis
caderas suspiro y, sorprendiéndolo, le cojo una mano y le incito a que me toque.
BENJAMIN, excitado por mi efusividad, me tumba en la cama, se pone sobre mí y
me restriega su erección aún guardada bajo su vaquero. Es cauteloso. Siempre lo
ha sido. Su manera de hacer el amor no tiene nada que ver con la de PETER.
BENJAMIN, en el plano sexual, es pausado y delicado. PETER es posesivo y rudo.
  Dos hombres distintos para mí, con dos formas diferentes de hacer el amor.
  Mi corazón bombea con fuerza. Pienso en PETER y eso me excita. Estoy segura de
que si viera lo que hago se excitaría tanto o más que yo. Su juego se ha convertido
en el mío. En ese momento, aunque es BENJAMIN quien me toca, es PETER quien me
posee.
  Saco mi móvil y, con disimulo, hago un par de fotos mientras me besa.
  Enloquecido por la entrega que ve en mí, me quita las bragas y veo su sorpresa
cuando me ve con las piernas abiertas para él. Sin demora, planta su boca en mi
vagina e, instantes después, mi jadeo envuelve la habitación mientras dejo que me
coma, que me chupe, que me penetre con sus dedos.
  Tengo los ojos cerrados y siento la mirada de PETER. Sus ojos ardientes me
reprochan mi actitud, pero al mismo tiempo veo el deseo en su mirada. No quiero
abrir los ojos. No quiero ver a BENJAMIN. Sólo quiero seguir con los ojos cerrados y
que PETER vuele sobre mí.
  De pronto, BENJAMIN para y abro los ojos. Se ha abierto el vaquero y se está
poniendo un preservativo.
  —¿Estás segura? —me pregunta, al subir de nuevo a la cama.
  Contesto que sí con la cabeza. No puedo hablar.
  Él sonríe pero no dice nada. Instantes después, con delicadeza, comienza a entrar
en mi interior. Un poco... otro poco... otro poco más, pero la impaciencia me
puede y soy yo quien va en su busca. Incorporo las caderas y me ensarto en él,
deseosa de que descargue toda su potencia sexual en mí. Aquel ataque lo pilla por
sorpresa. Lo oigo resoplar, me agarra por las caderas y comienza a bombear su
pene una y otra vez dentro y fuera de mí. Me gusta. Sí... sigue... sigue... pero
necesito más. Mi vagina se abre pare recibirlo pero aquel pene no es el que yo
anhelo. Mis músculos se contraen, a la espera de más profundidad, más posesión,
pero BENJAMIN, tras varios envites más, se corre y cae sobre mí.
  Cierro los ojos y siento ganas de llorar. Deseo a PETER. Deseo que sea él quien me
tome y me haga vibrar. Lo que hacía un mes antes con BENJAMIN o cualquier otro
era una maravilla; ahora, tras él, se ha vuelto soso y aburrido. Yo necesito más y
sólo PETER  sabe dármelo.
  Siento la cabeza de BENJAMIN en mi cuello. Lo oigo respirar por el esfuerzo.
Cuando se separa de mí me pregunta si todo va bien. Yo le miento y asiento. No
quiero herirlo.
  Me ayuda a levantarme y voy al baño. Cierro la puerta y me echo agua en la
cara, me miro al espejo y susurro al pensar en PETER:
  —¿Qué me has hecho, gilipollas?
  Una vez me he refrescado, salgo y me encuentro a BENJAMIN sentado en una silla.
Nos miramos.
  —Me voy.
  Su cara se contrae.
  —No, LALI... no te vayas.
  Consciente de que me estoy comportando como una mala persona, como una
cabrona, de que soy lo peor de lo peor, me acerco a él y le doy un beso en los
labios.
  —Por favor, BENJAMIN, continúa con tu vida y déjame a mí continuar con la mía.
Nos vemos en Jerez.
  Dicho esto, me doy la vuelta y me marcho. Cuando cierro la puerta tras de mí
cierro los ojos y suspiro. Qué mal me siento. Me encamino hacia el ascensor y,
cuando salgo a la calle, llamo a mi amiga Azu. Me dice en qué local están y me

encamino hacia allí. Necesito emborracharme y olvidar lo que acabo de hacer.

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