El sábado
por la tarde decido salir de nuevo con mis amigos. Nos tomamos unas
birras en el bar de Asensio, cenamos en una pizzería
y, después de la cena, nos
vamos a tomar algo al Amnesia. Miro a mi alrededor
en busca del espía que PETER
con seguridad ha mandado tras de mí. Como es lógico,
no veo nada. Sólo gente
divirtiéndose como yo.
Cuando llevo
una hora allí, aparece BENJAMIN. Lo miro sorprendida y él me
sonríe.
—¿Qué haces
aquí?
—Jerez sin
ti es muy aburrido.
Extrañada
por aquella aparición, vuelvo a mirarlo.
—BENJAMIN...
te estás equivocando conmigo. Nunca te he mentido y...
Pone un dedo
en mi boca para hacerme callar.
—Lo sé, pero
no puedo evitarlo. Vamos... ven a mi hotel. Tenemos que hablar.
Me despido
de mis amigos y a Azu le prometo que regresaré pronto. Sé que lo
haré. La conversación que voy a tener con BENJAMIN
va a ser corta y, seguramente,
no muy agradable.
Cuando
llegamos al hotel, la tensión se puede palpar en el ambiente. Me niego a
subir a su habitación. Vamos a la cafetería y
pedimos algo de beber. Hablamos
durante una hora , discutimos, dejamos claros
nuestros sentimientos. Y, cuando
por fin parece todo aclarado y me voy a marchar, me
coge por el brazo y acerca su
frente a la mía.
—Dame una
oportunidad, por favor. Tú misma acabas de decir que no sabes si
quieres algo más. Déjame demostrarte de una vez por
todas lo que soy capaz de
darte. Eres preciosa, me gustas, me enloquece tu
ímpetu al hacer las cosas y quiero
que sepas que por ti soy capaz de cualquier cosa.
Necesito
mimos y sus palabras son, en ese momento, un bálsamo para mis
heridas. No puedo dejar de pensar en mi maldito
jefe. Cierro los ojos y la mirada
posesiva e intrigante de PETER LANZANI aparece y,
sin saber por qué, beso a
BENJAMIN. Lo beso con tal erotismo y necesidad que
hasta yo misma me sorprendo.
Sin mediar
palabra, BENJAMIN me arrastra hasta el ascensor. Sé lo que quiere. Sé
dónde me lleva y yo le dejo. Subimos a su habitación
y entramos sin mediar
palabra. Durante unos minutos, nos besamos mientras
dejo que recorra mi cuerpo
con sus manos. Pero me siento una traidora, no puedo
evitar pensar en PETER.
Cuando siento que me sube la falda vaquera hasta
dejarla a la altura de mis
caderas suspiro y, sorprendiéndolo, le cojo una mano
y le incito a que me toque.
BENJAMIN, excitado por mi efusividad, me tumba en la
cama, se pone sobre mí y
me restriega su erección aún guardada bajo su
vaquero. Es cauteloso. Siempre lo
ha sido. Su manera de hacer el amor no tiene nada
que ver con la de PETER.
BENJAMIN, en el plano sexual, es pausado y delicado.
PETER es posesivo y rudo.
Dos hombres
distintos para mí, con dos formas diferentes de hacer el amor.
Mi corazón
bombea con fuerza. Pienso en PETER y eso me excita. Estoy segura de
que si viera lo que hago se excitaría tanto o más
que yo. Su juego se ha convertido
en el mío. En ese momento, aunque es BENJAMIN quien
me toca, es PETER quien me
posee.
Saco mi
móvil y, con disimulo, hago un par de fotos mientras me besa.
Enloquecido
por la entrega que ve en mí, me quita las bragas y veo su sorpresa
cuando me ve con las piernas abiertas para él. Sin
demora, planta su boca en mi
vagina e, instantes después, mi jadeo envuelve la
habitación mientras dejo que me
coma, que me chupe, que me penetre con sus dedos.
Tengo los
ojos cerrados y siento la mirada de PETER. Sus ojos ardientes me
reprochan mi actitud, pero al mismo tiempo veo el
deseo en su mirada. No quiero
abrir los ojos. No quiero ver a BENJAMIN. Sólo
quiero seguir con los ojos cerrados y
que PETER vuele sobre mí.
De pronto, BENJAMIN
para y abro los ojos. Se ha abierto el vaquero y se está
poniendo un preservativo.
—¿Estás
segura? —me pregunta, al subir de nuevo a la cama.
Contesto que
sí con la cabeza. No puedo hablar.
Él sonríe
pero no dice nada. Instantes después, con delicadeza, comienza a entrar
en mi interior. Un poco... otro poco... otro poco
más, pero la impaciencia me
puede y soy yo quien va en su busca. Incorporo las
caderas y me ensarto en él,
deseosa de que descargue toda su potencia sexual en
mí. Aquel ataque lo pilla por
sorpresa. Lo oigo resoplar, me agarra por las
caderas y comienza a bombear su
pene una y otra vez dentro y fuera de mí. Me gusta.
Sí... sigue... sigue... pero
necesito más. Mi vagina se abre pare recibirlo pero
aquel pene no es el que yo
anhelo. Mis músculos se contraen, a la espera de más
profundidad, más posesión,
pero BENJAMIN, tras varios envites más, se corre y
cae sobre mí.
Cierro los
ojos y siento ganas de llorar. Deseo a PETER. Deseo que sea él quien me
tome y me haga vibrar. Lo que hacía un mes antes con
BENJAMIN o cualquier otro
era una maravilla; ahora, tras él, se ha vuelto soso
y aburrido. Yo necesito más y
sólo PETER sabe dármelo.
Siento la
cabeza de BENJAMIN en mi cuello. Lo oigo respirar por el esfuerzo.
Cuando se separa de mí me pregunta si todo va bien.
Yo le miento y asiento. No
quiero herirlo.
Me ayuda a
levantarme y voy al baño. Cierro la puerta y me echo agua en la
cara, me miro al espejo y susurro al pensar en PETER:
—¿Qué me has
hecho, gilipollas?
Una vez me
he refrescado, salgo y me encuentro a BENJAMIN sentado en una silla.
Nos miramos.
—Me voy.
Su cara se
contrae.
—No, LALI...
no te vayas.
Consciente
de que me estoy comportando como una mala persona, como una
cabrona, de que soy lo peor de lo peor, me acerco a
él y le doy un beso en los
labios.
—Por favor, BENJAMIN,
continúa con tu vida y déjame a mí continuar con la mía.
Nos vemos en Jerez.
Dicho esto,
me doy la vuelta y me marcho. Cuando cierro la puerta tras de mí
cierro los ojos y suspiro. Qué mal me siento. Me
encamino hacia el ascensor y,
cuando salgo a la calle, llamo a mi amiga Azu. Me
dice en qué local están y me
encamino hacia allí. Necesito emborracharme y
olvidar lo que acabo de hacer.
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