viernes, 24 de julio de 2015

CAPITULO 25

  Lunes
  El despertador suena a las siete de la mañana.
  ¡Qué asco madrugar!
  Me levanto y me meto en la ducha sin ganas. Estoy agotada. No he podido
dormir pensando en PETER. Cuando regreso a la habitación para vestirme, fijo mi
mirada en la lamparita. Me siento en la cama y, con añoranza, paso mis dedos por
el dibujo de sus labios y su nombre. Durante un buen rato me dedico a mirarlo
mientras pienso en él.
  Finalmente me levanto de la cama. Tengo que ir a trabajar. Me visto y cojo mi
coche.
  Cuando llego al trabajo, dejo el bolso sobre la mesa y siento que alguien se acerca
a mí por detrás. Es mi compi, Miguel.
  —Buenos días, preciosa.
  —Buenos días.
  Al ver mi desgana, se aproxima todavía más y me observa.
  —Vaya... —murmura—. ¿Iceman te hizo trabajar más de la cuenta? Tu pinta es
horrible.
  Su comentario me reactiva.
  —Sí —le digo, sonriendo—. Es un poco negrero en el trabajo. Pero por lo demás,
bien.
  De pronto Miguel se percata del vendaje de mi brazo.
  —Pero ¿qué te ha pasado?
  Sin ganas de dar muchas explicaciones, musito:
  —Me quemé con la plancha.
  Miguel asiente y vuelve a preguntar:
  —¿Cuándo regresaste del viaje?
  —El viernes por la noche. De momento se han cancelado las reuniones que
teníamos porque el señor LANZANI tuvo que regresar a Alemania.
  Miguel mueve su cabeza afirmativamente. Me coge del brazo y dice:
  —Vamos. Te invito a desayunar y me cuentas qué te pasa.
  En el desayuno, para justificar mis ojeras, hablo de Curro. El simple hecho de
nombrarlo me llena los ojos de lágrimas y es un buen pretexto para que no se
percate de lo que realmente me pasa. Veinte minutos después, una vez acabados
los desayunos, regresamos a nuestros puestos de trabajo. Hay mucho que hacer.
  Mi jefa me saluda a medida que pasa por mi lado y me pide que entre en su
despacho. Desea que le informe de qué tal ha ido todo y lo que le explico parece
agradarle. Tras eso, me carga de trabajo. Su manera de decirme lo enfadada que
está por que el jefazo me llevara a mí y no a ella es ésa: ¡agobiándome con el
trabajo! Cuando salgo de la oficina por la tarde estoy agotada, pero decido ir al
gimnasio. Necesito desfogarme y allí lo consigo.

Martes
Le envío un e-mail a PETER... No contesta.
Mi jefa me satura. Está tremendamente impertinente.
Cualquier día la mando a la mierda y me voy al paro de cabeza.
BENJAMIN me llama. Hablo con él e insiste para que adelante mi viaje a Jerez.
  Miércoles
  Vuelvo a enviarle otro e-mail a PETER... Tampoco contesta.
  Hoy he tenido que salvarle el culo a mi jefa.
  Gerardo, el jefe de personal, llegó de improviso y tuve que ingeniármelas para
que no pillara a la calentona de mi jefa y a Miguel en actitud no muy profesional
en el despacho.
  Jueves
  Me niego a enviarle más correos a PETER. Pero al final no lo puedo remediar y le
envío uno en el que sólo pone «¡Gilipollas!».
   Viernes
   Mi desesperación es máxima.
   Ni una noticia. Ni una llamada. Nada.
   No sé absolutamente nada de él. Y eso me hace entender que efectivamente fui
su juguete durante unos días y ahora sólo espero olvidarme yo de él.
   Mi jefa es una borde. Hoy me ha montado un numerito delante de varios
compañeros. No la he mandado a hacer puñetas porque hay mucho paro, porque

si no... ésta se iba a enterar de quién es MARIANA ESPOSITO.

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