Lunes
El
despertador suena a las siete de la mañana.
¡Qué asco
madrugar!
Me levanto y
me meto en la ducha sin ganas. Estoy agotada. No he podido
dormir pensando en PETER. Cuando regreso a la
habitación para vestirme, fijo mi
mirada en la lamparita. Me siento en la cama y, con
añoranza, paso mis dedos por
el dibujo de sus labios y su nombre. Durante un buen
rato me dedico a mirarlo
mientras pienso en él.
Finalmente
me levanto de la cama. Tengo que ir a trabajar. Me visto y cojo mi
coche.
Cuando llego
al trabajo, dejo el bolso sobre la mesa y siento que alguien se acerca
a mí por detrás. Es mi compi, Miguel.
—Buenos
días, preciosa.
—Buenos
días.
Al ver mi
desgana, se aproxima todavía más y me observa.
—Vaya...
—murmura—. ¿Iceman te hizo trabajar más de la cuenta? Tu pinta es
horrible.
Su
comentario me reactiva.
—Sí —le
digo, sonriendo—. Es un poco negrero en el trabajo. Pero por lo demás,
bien.
De pronto
Miguel se percata del vendaje de mi brazo.
—Pero ¿qué
te ha pasado?
Sin ganas de
dar muchas explicaciones, musito:
—Me quemé
con la plancha.
Miguel asiente
y vuelve a preguntar:
—¿Cuándo
regresaste del viaje?
—El viernes
por la noche. De momento se han cancelado las reuniones que
teníamos porque el señor LANZANI tuvo que regresar a
Alemania.
Miguel mueve
su cabeza afirmativamente. Me coge del brazo y dice:
—Vamos. Te
invito a desayunar y me cuentas qué te pasa.
En el
desayuno, para justificar mis ojeras, hablo de Curro. El simple hecho de
nombrarlo me llena los ojos de lágrimas y es un buen
pretexto para que no se
percate de lo que realmente me pasa. Veinte minutos
después, una vez acabados
los desayunos, regresamos a nuestros puestos de
trabajo. Hay mucho que hacer.
Mi jefa me
saluda a medida que pasa por mi lado y me pide que entre en su
despacho. Desea que le informe de qué tal ha ido
todo y lo que le explico parece
agradarle. Tras eso, me carga de trabajo. Su manera
de decirme lo enfadada que
está por que el jefazo me llevara a mí y no a ella
es ésa: ¡agobiándome con el
trabajo! Cuando salgo de la oficina por la tarde
estoy agotada, pero decido ir al
gimnasio. Necesito desfogarme y allí lo consigo.
Martes
Le envío un e-mail a PETER... No contesta.
Mi jefa me satura. Está tremendamente impertinente.
Cualquier día la mando a la mierda y me voy al paro
de cabeza.
BENJAMIN me llama. Hablo con él e insiste para que
adelante mi viaje a Jerez.
Miércoles
Vuelvo a
enviarle otro e-mail a PETER... Tampoco contesta.
Hoy he
tenido que salvarle el culo a mi jefa.
Gerardo, el
jefe de personal, llegó de improviso y tuve que ingeniármelas para
que no pillara a la calentona de mi jefa y a Miguel
en actitud no muy profesional
en el despacho.
Jueves
Me niego a
enviarle más correos a PETER. Pero al final no lo puedo remediar y le
envío uno en el que sólo pone «¡Gilipollas!».
Viernes
Mi
desesperación es máxima.
Ni una
noticia. Ni una llamada. Nada.
No sé
absolutamente nada de él. Y eso me hace entender que efectivamente fui
su juguete durante unos días y ahora sólo espero olvidarme
yo de él.
Mi jefa es
una borde. Hoy me ha montado un numerito delante de varios
compañeros. No la he mandado a hacer puñetas porque
hay mucho paro, porque
si no... ésta se iba a enterar de quién es MARIANA
ESPOSITO.
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