domingo, 26 de julio de 2015

CAPITULO 36

  Al día siguiente, en la maravillosa villa y tras una noche plagada de morbo y
pasión entre nosotros, PETER y yo tomamos el sol desnudos mientras planeamos una
escapada a Zahara de los Atunes. No hemos vuelto a mencionar a BENJAMIN.
Ninguno quiere hablar de él. Me besa el tatuaje. Le ha encantado. Cada vez que me
hace el amor, me mira con lujuria y me dice: «¡Pídeme lo que quieras!». Me vuelve
loca. Totalmente majareta.
  PETER me ha propuesto ir a casa de unos amigos suyos en Zahara y a mí me parece
bien. Podemos disfrutar de unos días con ellos y luego regresar a la villa, que, por
cierto, me encanta. Es una preciosidad.
  Por la noche, cuando me lleva de regreso a la casa de mi padre, me lo encuentro
sentado en el patio trasero sobre el balancín y voy a saludarlo.
  —Este hombre te conviene, morenita.
  —¿Ah... sí? ¿Por qué? —pregunto divertida mientras me siento en el balancín
con él.
  —Es un hombre que se viste por los pies. ¿Cuántos años tiene?
  —Treinta y uno.
  —Buena edad en un hombre.
  Eso me hace sonreír y continúa:
  —Te mira de la misma forma que yo miraba a tu madre y eso me gusta. Y mira
lo que te digo, hasta hace poco pensaba que BENJAMIN era el hombre ideal para ti.
Pero después de conocer a PETER, me retracto. PETER y tú estáis hechos el uno para el
otro. Se le ve que es un hombre con principios y dignidad que te cuidará. No es un
depravado como el mequetrefe que conocí en Madrid, lleno de agujeros y
pendientes.
   De nuevo vuelvo a reírme. Mi padre tiene razón, PETER tiene principios pero estoy
segura de que si conociera su faceta en el sexo le daría un pasmo. Pero ésa es mi
intimidad.
   —Papá... PETER me gusta, pero no sé cuánto tiempo durará lo nuestro.
   Sorprendido, me mira.
   —¿Qué ocurre, morenita?
   Las palabras bullen por salir. Quisiera explicarle a mi padre que es mi jefe, pero
no puedo. Tengo miedo de su reacción. Cientos de dudas y miedos pugnan por
salir de mí pero no se lo permito.
   —No ocurre nada, papá —respondo, finalmente—. Sólo que es difícil mantener
una relación a distancia. Ya sabes que él vive en Alemania y yo aquí. Y cuando
acabe lo que ha venido a hacer a Madrid, ambos tendremos que regresar a nuestros
trabajos y, bueno... ya me entiendes.
   Veo que asiente y con la prudencia que lo caracteriza, añade:
   —Mira, mi vida. Ya no eres una niña. Eres una mujer y como tal te tengo que
tratar. Por eso, sólo te puedo decir que disfrutes el momento y seas feliz. De nada
sirve pensar muchas veces en el «qué pasará», porque lo que tenga que pasar...
ocurrirá. Si PETER y tú estáis predestinados a estar juntos, no habrá distancia que os
separe. Eso sí, sé cautelosa y un poco egoísta y piensa en ti. No quiero verte sufrir
innecesariamente cuando tú misma ya me estás diciendo que lo vuestro es
complicado.
   Las palabras de mi padre, como siempre, me reconfortan. No sé si será la edad,
la experiencia de haber perdido a mi madre años atrás. Pero si hay algo que él
siempre ha tenido claro y que nos ha transmitido a mi hermana y a mí es que la
vida es para vivirla.
   Al día siguiente, PETER me recoge muy temprano en su moto. Comienza nuestra
pequeña y cercana aventura. Mi padre se despide de nosotros encantado y nos
desea un feliz viaje. Visitamos Barbate y Conil. Allí comemos y nos bañamos en la
playa y por la tarde, cuando llegamos a Zahara de los Atunes, su teléfono suena y
él sonríe.
   —Andrés nos espera.
   Nos montamos en la moto y conduce hacia su casa. Por la seguridad con la que
se mueve por las carreteras secundarias del lugar, imagino que ya ha estado allí en
otras ocasiones. Los celos vuelven a mí, pero los expulso. Nada me va a impedir
disfrutar de mi tiempo con PETER.
   Tras desviarnos por un camino, paramos ante una valla de piedra. PETER toca un
timbre y, segundos después, la enorme puerta de chapa negra se abre y yo me
quedo sin habla. Ante mí se extiende un maravilloso jardín con cientos de flores de
colores que enmarcan una preciosa casa minimalista.
   Una vez llegamos hasta la puerta y PETER para la moto, me bajo y poco después
Andrés y una mujer con un bebé en brazos salen a nuestro encuentro. NICOLAS es el
médico que PETER llamó en Madrid y me curó el brazo, y eso me sorprende.
   La mujer de NICO se llama EUGE y el niño, Glen. EUGE es alemana como PETER,
pero habla perfectamente español y en seguida hay buen rollo entre nosotras. Una
mujer de mediana edad aparece y se lleva al pequeño, y, segundos después, los
cuatro pasamos a un jardín trasero donde una asistenta nos lleva unas bebidas.
Divertidos, los cuatro charlamos mientras escucho anécdotas divertidas de sus
viajes. Pronto me doy cuenta de la estupenda amistad que los une desde hace años
y eso me hace sonreír. Sobre las ocho, EUGE nos conduce hasta nuestra habitación.
Un lugar espacioso, decorado con un gusto exquisito y donde hay una enorme
cama.
   En cuanto nos quedamos solos, EUGE me coge entre sus brazos y me besa mientras
me desnuda. Me lleva en volandas hasta una enorme ducha donde abre el agua y
los dos gritamos divertidos al sentir el agua fría caer sobre nosotros. Los besos de
Eric se intensifican y mi ansiedad por él más. De pronto, me tumba en la ducha y
se tumba sobre mí mientras el agua cae sobre nosotros. Su boca exigente me
muerde los labios mientras siento sus manos recorrer mi cuerpo y éste vibrar por el
contacto.
   Cuando abandona mis labios, su boca baja hasta mi pecho. Mis pezones están
duros y, al mordisquearlos, me hace gritar. Sigue su andadura por mi cuerpo y
siento que su lengua baja por mi ombligo, se entretiene en él unos instantes hasta
que continúa su camino y de pronto se detiene.
   Al notar que él ha frenado su exploración incorporo mi cabeza para mirarlo y me
doy cuenta de qué es lo que ha visto. Está mirando el tatuaje. Eso me excita y
jadeo, mientras siento que me mira tras sus pestañas mojadas.
   —¿En serio puedo pedir lo que aquí pone?
   Asiento.
   —¿Cualquier cosa?
   El cosquilleo en mi vagina es impresionante. Creo que voy a tener un orgasmo
con sólo escuchar su voz y ver el morbo de su mirada. Vuelvo a asentir ante lo que
él me ha preguntado y curva la comisura de su boca.
  Clava sus rodillas en el suelo de la ducha y, con urgencia, me coge de las caderas
y me atrae hacia él. Coge la ducha con las manos me separa las piernas y me lava.
Humedece cada centímetro de mi vagina y yo me dejo, encantada. Excitada, veo
que cambia la intensidad de la ducha. Ahora son menos chorros pero el agua sale
con más fuerza.
  Imagino lo que va a hacer y no me muevo. Lo deseo.
  Se agacha, mete su lengua en mi empapada vagina y me chupa. Busca mi clítoris,
lo rodea con su lengua y juega con él. Lo mima. Lo estira. Lo devora. Me vuelve
loca. Cuando lo tiene como él desea vuelve a coger la ducha, mientras con dos de
sus dedos me separa los pliegues de mi sexo y siento que los chorros caen
directamente sobre mi hinchado clítoris.
  ¡Me vuelvo loca!
  Jadeo... me retuerzo y él me sujeta para que no me mueva mientras los chorros
caen con fuerza sobre mi clítoris proporcionándome cientos de sensaciones.
¡Calor...! El calor sube por mi cuerpo y, cuando me contraigo por un maravilloso
orgasmo, suelta la ducha, coloca su duro pene en mi abierta vagina. Entonces da
un empellón y me la mete hasta el fondo.
  —De acuerdo, pequeña... te tomo la palabra. Te pediré lo que yo quiera.
  Tirada en el suelo de la ducha con Eric poseyéndome con fuerza, dejo que me
mueva a su antojo.
  Diez... once... doce, sigue su bombeo sobre mí, mientras mi vagina se contrae a
cada embestida y mi clítoris con su roce me hace vibrar más y más. Vuelvo a tener
otro maravilloso orgasmo esta vez al mismo tiempo que él.
  Instantes después, rueda a mi lado y los dos quedamos en el suelo de la enorme
ducha mirando hacia el techo mientras el agua corre a nuestro alrededor. Su mano
busca la mía y cuando la encuentra la aprieta. Se la lleva a la boca. Me besa los
nudillos y dice:

  —LA   LA... ¿Qué me estás haciendo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario