sábado, 25 de julio de 2015

CAPITULO 33

  Cuando llegamos al circuito, nos encontramos con Roberto en la puerta. En
cuanto me ve, me saluda y me indica que espere a mi padre en la zona de boxes. Le
indico a Eric cómo llegar hasta allí y bromea conmigo mientras da acelerones que
hacen que yo grite y me agarre a él.
  Al llegar a boxes no hay nadie. Nos apeamos de la moto y yo la miro. Es una
preciosidad.
  —¿Quieres que te enseñe a llevarla?
  Su pregunta me sorprende y reacciono como una niña.
  —Uf... no sé.
  —¿Te dan miedo?
  —Nooooooooooo.
  —¿Entonces?
  El sol me da en la cara y guiño un ojo para verlo mejor.
  —Me da miedo caerme y jorobarla.
  —No dejaré que te caigas —responde con seguridad.
  Eso me hace reír. Ése es PETER, un hombre seguro.
  Al final, azuzada por él, me monto en la moto. Miro a mi alrededor y veo que mi
padre todavía no aparece. Durante unos minutos, me explica que las marchas están
en el pie izquierdo, luego me indica cuál es el puño de acelerar, el embrague y
cómo tengo que frenar. Después arranca la moto.
  —¡Vaya, qué sonido tiene!
  —Nena, las Ducati suenan todas así. Fuerte y bronco. Ahora venga, mete
primera y...
   Hago lo que me pide y la moto se cala.
   Con una sonrisa cariñosa, vuelve a arrancarla.
   —Esto es como un coche, cariño. Si sueltas el embrague de prisa se cala. Mete
primera, suelta despacito y acelera.
   Me ha llamado cariño dos veces en menos de dos horas. ¡Dos veces!
   Vuelvo a meter primera, suelto despacito y ¡zas!, la moto se me vuelve a calar.
   —No te preocupes. —Ríe, acercándose a mí.
   Hace el mismo proceso y esta vez me concentro. Meto primera, suelto despacito
el embrague y acelero. La moto comienza a andar y él aplaude mientras yo chillo.
De pronto freno y la moto se levanta de atrás. Eric grita y se acerca corriendo hacia
donde me he parado.
   —Si frenas sólo con el freno de delante, te puedes caer.
   —Vale.
   Repetimos el proceso veinte veces más y cada vez lo hago peor. Freno peor y me
voy a matar. La cara de Eric es un poema.
   —Vamos, bájate de la moto.
   —Nooooo... ¡Quiero aprender!
   —Otro día continuaremos con las clases —insiste.
   —Venga, PETER... no seas aguafiestas.
   Sus ojos no sonríen. Está tenso.
   —Se acabó, LALI. No quiero que te rompas la cabeza.
   Pero yo ya le he tomado el gustillo al asunto y quiero seguir.
   —Una vez más, ¿vale? Sólo una vez.
   Eric me mira, muy serio, pero claudica.
   —Una vez más, pero luego te bajas, ¿entendido?
   —¡Biennnnn! Entonces meto primera y... —Al ver la incomodidad en su
mandíbula lo miro y pregunto—: Oye, ¿por qué estás tan preocupado?
   —LALI... tengo miedo de que te hagas daño.
   —¿Te angustia no saber lo que va a pasar?
   —Sí.
   —¿Por qué?
   Sin entender mis preguntas y con el ceño fruncido responde:
   —Porque necesito saber que estás bien y que no te pasa nada.
   Arranco de nuevo la moto. Meto primera, suelto el embrague y acelero con
precaución. La moto va despacito y él a mi lado.
   —¡PETER!
   —Dime.
   —Que sepas que la angustia que acabas de sentir en este ratito no es comparable
con la que yo he sentido por ti estas dos semanas. Y ahora, ¡mira esto!
   Meto segunda, acelero y la moto sale despedida. Meto tercera... cuarta y salgo
directa al circuito. Por el retrovisor veo que se queda patidifuso y entonces sonrío.
Estoy encantada de volver a conducir una moto. Algo que siempre me ha gustado
y que me proporciona libertad. Mientras cojo las curvas del circuito de Jerez pienso
en él. En su gesto de preocupación y de nuevo vuelvo a sonreír. Me lo imagino en
los boxes, sólo y desconcertado. Acelero.
   Salgo de la pista y me meto en los boxes. Me lo encuentro sentado en un escalón.
Cuando me ve, se levanta. Su gesto es duro. Iceman ha vuelto pero, encantada de
haberlo hecho sufrir por unos minutos, llego hasta él y freno, con brusquedad y sin
apagar la moto. Me quito el casco y al más puro estilo de Los Ángeles de Charlie lo
miro.
   —Pero, vamos a ver, Iceman, ¿de verdad creías que yo, la hija de un mecánico,
no sabía conducir una moto?
   PETER se acerca a mí. Creo que me va a decir de todo menos bonita cuando me
agarra por el cuello y me besa con auténtica pasión. Subida aún en la moto lo
agarro y lo devoro hasta que escucho la voz de mi padre:
   —Ya sabía yo que la que corría por la pista era mi morenita.
   Rápidamente me separo de PETER. Le guiño un ojo, lo que lo hace sonreír, y vuelvo
la cabeza hacia mi padre.
   —Papá, te presento a un amigo. PETER LANZANI.
   Mi padre sonríe. Lo escanea con la mirada y sé que sabe que ése es el hombre
que está en mis pensamientos. PETER da un paso adelante y le da la mano con fuerza.
Mi padre se la acepta.
   —Encantado de conocerlo, señor ESPOSITO.
   —Llámame Manuel, muchacho, o tendré que llamarte yo a ti por ese apellido tan
raro que tienes.
  Ambos sonríen y sé que se han caído bien. Después, PETER me mira y se dirige a
mi padre:
  —Manuel, tiene usted una hija un poco mentirosa. Me había dicho que no sabía
montar en moto y, después de hacerme enseñarla cómo embragar, ha salido
disparada como una flecha.
  —¿Le has dicho eso, sinvergüenza? —se mofa mi padre.
  Yo asiento divertida.
  —PETER, mi morenita ha sido la campeona de motocross de Jerez durante varios
años y, a día de hoy, sigue cosechando premios.
  —¿En serio?
  —Ajá —asiento divertida.
  Durante un rato, PETER y mi padre bromean y yo entro en sus bromas. Tengo ante
mí a los dos hombres que más quiero en mi vida y estoy feliz. Un rato después, mi
padre comienza a andar y vuelve su cabeza hacia nosotros.
  —Seguidme, muchachos.
  Cuando voy a seguir a mi padre, PETER me agarra por la cintura y me acerca a él.
  —Morenita, eres una cajita de sorpresas.
  Pestañeo como una dulce damisela y le suelto un fingido puñetazo en el
estómago que lo hace reír.
  —Pues ándate con ojo, que también fui campeona regional de kárate.
  Lo oigo silbar, sorprendido, cuando mi padre dice al entrar en un box:
  —Mira lo que tengo preparado para ti.
  Ante mí está la moto con la que gané esos premios de motocross, limpia y
reluciente. Una Ducati Vox Mx 530 de 2007. Emocionada, voy hasta ella y me
monto. A mi padre le suena el móvil y sale del box. La arranco y su sonido áspero
retumba a nuestro alrededor. Después miro a PETER y digo mientras sonríe a
carcajadas:

  —¿Te he dicho que me encanta el sonido fuerte y bronco de las Ducati, nene?

No hay comentarios:

Publicar un comentario