Cuando
llego al Amnesia, mis amigos me preguntan por BENJAMIN. Mis señas les
indican que no quiero hablar. Respetan mi silencio y
no vuelven a preguntar. Mi
buen amigo Nacho se acerca a mí y me pide una
Coca-Cola.
—Bebe... Te
sentará bien.
Una hora
después, ya estoy más relajada. Nacho se ha encargado de hacerme
sonreír y sólo me ha permitido beber Coca-Cola.
Según él, el alcohol no es bueno
para las penas. Mientras todos hablamos, me fijo en
su brazo. Su tatuaje me llama
la atención. Por ello lo agarro y lo acerco a mí.
—¿Éste es
nuevo?
—Sí, ¿te
gusta?
Asiento.
Siempre me
han gustado los tatuajes y los hombres que los llevan.
Algo que,
ni por asomo tiene PETER. Su piel es suave e impoluta, algo de lo que
carece Nacho, que es tatuador y un ferviente amante
de grabar su piel. De pronto,
se me ocurre algo.
—Nacho, ¿tú
me harías un tatuaje?
Sus
almendrados ojos me miran.
—Claro que
sí. Cuando tú quieras, LALI.
—¿Cuánto me
cobrarías?
Nacho
sonríe
—Nada,
cielo. A ti te lo hago gratis.
—¿En serio?
—Que sí,
petarda.
—¿Me lo
harías ahora?
Sorprendido, deja su cerveza sobre el mostrador y repite mis palabras:
—¿Ahora?
—Sí.
—Son las
cinco de la madrugada.
Sonrío.
Pero, dispuesta a conseguir mi propósito, me acerco a él.
—¿No crees
que es una hora estupenda para hacerlo?
No hace
falta seguir hablando. Nacho me agarra con fuerza de la mano y salimos
del bareto. Nos montamos en su moto y me lleva hasta
su estudio, su negocio de
tatuajes. Al entrar, enciende las luces y yo miro a
mi alrededor. Cientos de dibujos
colgados por las paredes, el trabajo de Nacho
durante todos aquellos años.
Tribales, nombres, caricaturas, dragones...
—Bueno,
doña Impaciencia. ¿Qué tatuaje quieres que te haga?
Sin
moverme, sigo observando las fotos hasta que veo algo y entonces sé lo que
deseo tatuarme. Se sorprende cuando se lo digo, pero
buscamos en sus plantillas lo
que quiero. Decidimos el tamaño. No muy grande, pero
que se vea. Decidido,
trabaja en la plantilla. Veinte minutos después, me
mira.
—Ya lo
tengo, preciosa.
Nerviosa,
respondo afirmativamente. Me lo enseña.
Observo su
diseño y sonrío. Me invita a sentarme en la camilla donde hace los
trabajos.
—¿Dónde
quieres que te tatúe?
Durante
unos instantes, dudo. Quiero que aquel tatuaje sea algo muy íntimo,
que sólo vea quien yo quiera y que siempre...
siempre me recuerde a él. A PETER. Al
final. convencida de lo que quiero, me toco justo
encima de mi depilado monte de
Venus y susurro:
—Aquí,
quiero que lo tatúes aquí.
Nacho
sonríe. Yo lo hago también.
—Nena, será
un tatuaje muy sensual. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí, lo sé
—contesto.
Nacho asiente
y pregunta, mientras coge una aguja:
—¿Estás
segura, LALI?
—Sí —afirmo
con rotundidad
—Vale
preciosa, entonces túmbate.
Mientras
hablamos y escuchamos a Bon Jovi, Nacho trabaja sobre mi cuerpo. Los
pinchazos de la aguja me duelen, pero no es comparable
con el dolor que tengo en
mi corazón por culpa de PETER. Sobre las siete de la
mañana, Nacho deja la aguja
sobre la mesita y me lava con agua.
—Ya está,
preciosa.
Me levanto,
ansiosa por ver el resultado.
En bragas,
me dirijo hacia un espejo y el corazón se me encoge al leer sobre mi
pubis: «Pídeme lo que quieras».
Cuando llego
a casa, sobre las ocho de la mañana, estoy agotada y algo dolorida
por el tatuaje. Pero abro el portátil. Descargo las
fotos que hice con mi móvil y
decido cuál enviar. Después abro mi correo y
escribo.
De: LALI
ESPOSITO
Fecha: 22 de
julio de 2012 08.11
Para: PETER
LANZANI
Asunto:
Noche satisfactoria
Para que
veas que lo que te prometí lo cumplo y lo disfruto.
Atentamente,
LALI
ESPOSITO
Adjunto al
mensaje una foto en la que se me ve sobre una cama con BENJAMIN
besándome. El tatuaje ni lo menciono. No se lo
merece. Quiero que se sienta mal.
Que vea que sin él mi vida sigue. Tras leer el
escueto mensaje cien veces, lo envío.
Cierro el portátil y me marcho a dormir.
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