viernes, 24 de julio de 2015

CAPITULO 29

   Cuando llego al Amnesia, mis amigos me preguntan por BENJAMIN. Mis señas les
indican que no quiero hablar. Respetan mi silencio y no vuelven a preguntar. Mi
buen amigo Nacho se acerca a mí y me pide una Coca-Cola.
   —Bebe... Te sentará bien.
   Una hora después, ya estoy más relajada. Nacho se ha encargado de hacerme
sonreír y sólo me ha permitido beber Coca-Cola. Según él, el alcohol no es bueno
para las penas. Mientras todos hablamos, me fijo en su brazo. Su tatuaje me llama
la atención. Por ello lo agarro y lo acerco a mí.
   —¿Éste es nuevo?
   —Sí, ¿te gusta?
   Asiento.
   Siempre me han gustado los tatuajes y los hombres que los llevan.
   Algo que, ni por asomo tiene PETER. Su piel es suave e impoluta, algo de lo que
carece Nacho, que es tatuador y un ferviente amante de grabar su piel. De pronto,
se me ocurre algo.
   —Nacho, ¿tú me harías un tatuaje?
   Sus almendrados ojos me miran.
   —Claro que sí. Cuando tú quieras, LALI.
   —¿Cuánto me cobrarías?
   Nacho sonríe
   —Nada, cielo. A ti te lo hago gratis.
   —¿En serio?
   —Que sí, petarda.
   —¿Me lo harías ahora?
   Sorprendido, deja su cerveza sobre el mostrador y repite mis palabras:
   —¿Ahora?
   —Sí.
   —Son las cinco de la madrugada.
   Sonrío. Pero, dispuesta a conseguir mi propósito, me acerco a él.
   —¿No crees que es una hora estupenda para hacerlo?
   No hace falta seguir hablando. Nacho me agarra con fuerza de la mano y salimos
del bareto. Nos montamos en su moto y me lleva hasta su estudio, su negocio de
tatuajes. Al entrar, enciende las luces y yo miro a mi alrededor. Cientos de dibujos
colgados por las paredes, el trabajo de Nacho durante todos aquellos años.
Tribales, nombres, caricaturas, dragones...
   —Bueno, doña Impaciencia. ¿Qué tatuaje quieres que te haga?
   Sin moverme, sigo observando las fotos hasta que veo algo y entonces sé lo que
deseo tatuarme. Se sorprende cuando se lo digo, pero buscamos en sus plantillas lo
que quiero. Decidimos el tamaño. No muy grande, pero que se vea. Decidido,
trabaja en la plantilla. Veinte minutos después, me mira.
   —Ya lo tengo, preciosa.
   Nerviosa, respondo afirmativamente. Me lo enseña.
   Observo su diseño y sonrío. Me invita a sentarme en la camilla donde hace los
trabajos.
   —¿Dónde quieres que te tatúe?
   Durante unos instantes, dudo. Quiero que aquel tatuaje sea algo muy íntimo,
que sólo vea quien yo quiera y que siempre... siempre me recuerde a él. A PETER. Al
final. convencida de lo que quiero, me toco justo encima de mi depilado monte de
Venus y susurro:
   —Aquí, quiero que lo tatúes aquí.
   Nacho sonríe. Yo lo hago también.
   —Nena, será un tatuaje muy sensual. Lo sabes, ¿verdad?
   —Sí, lo sé —contesto.
   Nacho asiente y pregunta, mientras coge una aguja:
  —¿Estás segura, LALI?
  —Sí —afirmo con rotundidad
  —Vale preciosa, entonces túmbate.
  Mientras hablamos y escuchamos a Bon Jovi, Nacho trabaja sobre mi cuerpo. Los
pinchazos de la aguja me duelen, pero no es comparable con el dolor que tengo en
mi corazón por culpa de PETER. Sobre las siete de la mañana, Nacho deja la aguja
sobre la mesita y me lava con agua.
  —Ya está, preciosa.
  Me levanto, ansiosa por ver el resultado.
  En bragas, me dirijo hacia un espejo y el corazón se me encoge al leer sobre mi
pubis: «Pídeme lo que quieras».
  Cuando llego a casa, sobre las ocho de la mañana, estoy agotada y algo dolorida
por el tatuaje. Pero abro el portátil. Descargo las fotos que hice con mi móvil y
decido cuál enviar. Después abro mi correo y escribo.
  De: LALI ESPOSITO
  Fecha: 22 de julio de 2012 08.11
  Para: PETER LANZANI
  Asunto: Noche satisfactoria
  Para que veas que lo que te prometí lo cumplo y lo disfruto.
  Atentamente,
  LALI ESPOSITO
  Adjunto al mensaje una foto en la que se me ve sobre una cama con BENJAMIN
besándome. El tatuaje ni lo menciono. No se lo merece. Quiero que se sienta mal.
Que vea que sin él mi vida sigue. Tras leer el escueto mensaje cien veces, lo envío.

Cierro el portátil y me marcho a dormir.

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