Ataviada
con un bonito vestido rojo que me he comprado esta tarde, me miro en el espejo
de la habitación. Me he hecho un moño alto, y mi apariencia es sofisticada.
Llueve una barbaridad. Hay una tormenta tremenda, y los truenos me hacen
encogerme. No soy miedosa, pero los truenos nunca me han gustado.
Llamo
a mi padre por teléfono a Jerez y hablo con él y con mi hermana. De fondo
escucho las risotadas de mi sobrina y se me encoge el corazón. Mientras
charlamos por teléfono, todos parecemos felices, a pesar de que sabemos que nos
echamos mucho de menos. Muchísimo.
Tras
colgar el teléfono algo emocionada, decido retocarme el maquillaje. He llorado,
tengo la nariz como un tomate y necesito una puesta a punto. Cuando creo que ya
estoy totalmente presentable otra vez, salgo de la habitación y, tras bajar por
la presidencial escalera, aparezco en el salón. Es la última noche del año y
quiero pasarlo bien con Eric y Flyn. PETER, al verme aparecer, se levanta y
camina hacia mí. Está guapísimo con su traje oscuro y su camisa celeste.
—Estás
preciosa, LALI. Preciosa.
Me
besa en los labios y su beso me sabe a deseo y amor. Durante una fracción de
segundo nos miramos a los ojos, hasta que una vocecita protesta.
—Dejad
de besaros ya. ¡Qué asco!
Flyn
no soporta nuestras demostraciones de afecto, y eso nos hace sonreír, aunque al
niño no le parece gracioso. Cuando me fijo en él, va vestido como PETER, pero
¡en miniatura! Asiento con aprobación.
—Flyn,
así vestido, te pareces mucho a tu tío. Estás muy guapo.
El
crío me mira y esboza una sonrisita. Le ha gustado mi comentario sobre que se
parece a su tío, pero, aun así, me apremia para cenar.
—Vamos...,
llegas tarde y tengo hambre.
Miro
el reloj. ¡No son ni las siete!
¡Por
Dios!, pero ¿cómo pueden cenar tan pronto?
Este
horario guiri me va a matar. PETER parece leer mis pensamientos y sonríe.
Cuando me recompongo, contemplo la preciosa y engalanada mesa que Simona y
Norbert nos han preparado y pregunto mientras PETER me guía hacia una de las
sillas:
—Bueno,
y en Alemania, ¿qué se cena la última noche del año?
Pero
antes de que me puedan responder se abre la puerta y aparecen Simona y Norbert
con dos soperas que dejan sobre la bonita mesa. Sorprendida, observo que en una
de las soperas hay lentejas, y en otra, sopa.
—¿Lentejas?
—digo entre risas.
—¡Puag!
—gesticula Flyn.
—Es
tradición en Alemania, al igual que en Italia —contesta PETER, feliz.
—La
sopa es de chicharrones con salchichas, señorita LALI, y está muy sabrosa
—indica Simona—. ¿Le pongo un poquito?
—Sí,
gracias.
Simona
llena mi plato, y todos me miran. Esperan que la pruebe. Cojo mi cuchara y hago
lo que desean. Efectivamente, está muy buena. Sonrío, y los demás también lo
hacen.
Incapaz
de callar lo que pienso, mientras Norbert bromea con Flyn y Simona le llena el
plato de sopa, miro a PETER y cuchicheo:
—¿Por
qué no les dices a Simona y Norbert que se sienten con nosotros a cenar?
Mi
propuesta en un principio le sorprende, pero tras entender lo que pretendo
finalmente accede.
—Simona,
Norbert, ¿les apetece cenar con nosotros?
El
matrimonio se mira. Por su cara imagino que es la primera vez que PETER les
propone algo así.
—Señor
—responde Norbert—, se lo agradecemos mucho, pero ya hemos cenado.
PETER
me mira. Como estoy dispuesta a conseguir mi propósito, digo sonriente:
—Me
encantaría que para el postre se sentaran con nosotros, ¿me lo prometen?
El
matrimonio se vuelve a mirar, y al final, ante la insistencia de Flyn, Simona
sonríe y asiente.
Diez
minutos después, tras acabar la sopa, Simona y Norbert entran con más platitos.
Me quedo mirando fijamente uno.
—Eso
es verdura. Se llama sauerkraut —indica Eric—. Es col agria. Pruébala.
—Sí.
Está muy rico —señala Flyn.
Su
gesto me demuestra que no le gusta y, por la pinta que tiene, no me llama.
Decido declinar la oferta con la mejor de mis sonrisas y cojo un panecillo con
algo que parece una salchicha blanca.
De
pronto, veo que Norbert deja unas bandejas sobre la mesa. Aplaudo. Langostinos,
queso y jabón ibérico. ¡Olé! PETER, al ver mi gesto, coge mi mano.
—No
olvides que mi madre es española y tenemos muchas costumbres que ella nos ha
inculcado.
—¡Mmm,
me encanta el jamón!—añade el pequeño.
El
jamoncito está de vicio. ¡Dios, qué maravilla! Y cuando traen el asado de pato,
ya no puedo más. Pero como no quiero hacer un feo, me sirvo un poquito, y la
verdad, ¡está exquisito!
También
pruebo un queso alemán fundido y col con zanahoria. Me dicen que son comidas
tradicionales para traer la estabilidad financiera, y como estoy en paro, ¡me
pongo morada!
La
cena es en todo momento amena, aunque me doy cuenta de que soy yo quien lleva
el hilo de la conversación. PETER, con mirarme y sonreír, tiene bastante. Flyn
intenta obviarme, pero la edad es un grado, y cuando hablo de juegos de la Wii
o la PlayStation, es incapaz de no sumarse a la conversación. PETER sonríe y,
acercándose a mí, murmura:
—Eres
increíble, cariño.
Cuando
decido que no voy a comer nada más para no reventar, aparecen Simona y Norbert
con un postre que tiene una pinta maravillosa y que con sólo verlo ya lo quiero
devorar.
—Bienenstich
de Simona. ¡Qué rico! —aplaude Flyn, emocionado.
Sin
que pueda apartar mis ojos de ese pastel con tan buena pinta, pregunto:
—¿Qué
es eso?
—Es
un postre alemán, señorita —indica Norbert—, que a mi Simona le sale de
maravilla.
—¡Oh,
sí! Es el mejor bienenstich que comerás en tu vida —me asegura PETER,
divertido.
La
mujer, emocionada al sentirse el centro de atención de todos, en especial de
los tres hombres de la casa, sonríe y se dirige a mí:
—Es
una receta que ha pasado de mi abuela a mi madre, y de mi madre a mí. El bienenstich
está confeccionado por capas. La de abajo es masa quebrada con levadura; la
segunda es un relleno de azúcar, mantequilla y crema de almendras que yo
trituro hasta hacerla cremosa, y la de arriba es de nuevo masa quebrada con
almendras caramelizadas.
—¡Mmm,
qué rico! —susurro. Y levantándome con decisión, añado—: Como éste es el
postre, se tienen que sentar con nosotros a comerlo. —Simona y Norbert se
miran, y antes de que digan nada, les recuerdo—: ¡Me lo han prometido!
PETER
sigue mi ejemplo; se levanta, retira una silla y le dice a la mujer:
—Simona,
¿serías tan amable de sentarte?
La
mujer, casi sin respirar, se sienta, y junto a ella, su marido, y yo,
acercándome, pregunto:
—Esto
se corta como si fuera una tarta, ¿verdad?
Simona
asiente.
—Muy
bien, pues seré yo quien os sirva a todos este fantástico bienenstich. —Luego,
miro al niño y le pido—: Flyn, ¿podrías traer dos platitos más para Simona y
Norbert?
El
pequeño, dichoso, se levanta, corre hacia la cocina y regresa con los dos platos.
Con decisión, corto cinco trozos y los reparto, y una vez que me siento en mi
silla, PETER me mira, satisfecho.
—Vamos...,
atacadlo antes de que yo me lo coma todo —murmuro, haciéndoles reír a todos.
Entre
risas y ocurrencias devoramos el maravilloso postre. Sorprendida, observo cómo
las cuatro personas que me rodean disfrutan del momento como algo único, y yo
soy tremendamente feliz. Entonces, les propongo que me canten un villancico
alemán, y rápidamente Norbert se arranca con el tradicional O Tannenbaum.
O
Tannenbaum, O Tannenbaum,
wie
treu sind deine Blätter.
Du grünst nicht nur zur Sommerzeit,
nein auch im Winter, wenn es schneit.
O
Tannenbaum, O Tannenbaum,
wie
grün sind deine Blätter!
Los
escucho, maravillada. PETER, con su sobrino sentado en su regazo, también canta
ese villancico tan alemán que me pone la carne de gallina. Ver a esas cuatro
personas unidas por la música me hace recordar a mi familia. Con seguridad, mi
padre y mi hermana estarán rebañando el cordero, y mi sobrina y mi cuñado riendo
por las bromas. Eso me
emociona,
y los ojos se me llenan de lágrimas.
Pero
cuando acaban la canción aplaudo, y rápidamente Flyn, que ha entrado en el
juego que yo quería, pide que yo cante uno en español. Mi mente va rápida, e
intento pensar qué villancico él ha podido escucharle a Sonia y me arranco con Los
peces en el río. Acierto, y el niño y PETER me siguen, y cantamos entre
palmas.
Pero
mira cómo beben los peces en el río,
pero
mira cómo beben por ver a Dios nacido
Beben,
y beben, y vuelven a beber,
los
peces en el río por ver a Dios nacer.
Cuando
acabamos, esta vez son Simona y Norbert quienes nos aplauden, y nosotros nos
sumamos a los aplausos.
¡Qué
momento tan bonito y familiar!
PETER
descorcha una botella de champán, llena todas las bonitas copas y a Flyn le
pone zumo de piña. Todos brindamos por san Silvestre.
Cuando
Simona se empeña en recoger la mesa, quiero ayudarla. Al principio, ella y
Norbert se quejan, pero al final desisten al escuchar a PETER decir:
—Simona,
si Jud ha dicho que te ayuda, nada la va a detener.
La
mujer se da por vencida y, encantada, la ayudo. Consigo que Norbert se quede
con PETER y Flyn en el salón, hablando. Cuando regreso para quitar los últimos
platos, Simona me susurra:
—No,
señorita LALI..., esos platos hay que dejarlos sobre la mesa hasta bien entrada
la madrugada. En Alemania es tradición dejar las sobras de lo cenado en la
mesa. Eso nos asegura que el año que viene tendremos la despensa bien llena.
Inmediatamente,
suelto los platos con alegría.
—Pues
¡ea! ¡Todo sea por la despensa llena!
Durante
un rato los cinco nos reímos mientras contamos anécdotas graciosas. Entre risas
me comentan que allí es tradición un juego llamado Bleigiessen, y sorprendida
escucho que se venden kits de Bleigiessen con los significados.
El
Bleigiessen es un ritual para predecir o adivinar el futuro. Se funde plomo en
una cuchara con el fuego de una vela y, una vez fundido, las gotas de plomo se
echan a un recipiente con agua fría y se deja que endurezcan. Cada persona coge
luego una de esas formas y, con la ayuda del kit, predice su futuro.
—Si
el plomo tiene forma de mapa —dice Flyn, gozoso—, es que vas a viajar mucho.
—Si
tiene forma de flor —indica Norbert—, significa que habrá nuevos amigos.
—Y
si sale en forma de corazón —explica sonriendo Simona—, es que el amor llegará
pronto.
PETER
está disfrutando. Lo veo en su cara y en su forma de sonreír. Finalmente, se
levanta de la mesa, nos invita a todos a sentarnos en el sillón y dice mientras
pone la televisión:
—LALI,
en Alemania hay otra tradición. Resulta algo extraña, pero es una tradición.
—¿Ah,
sí? ¿Y cuál es? —pregunto, curiosa.
Todos
sonríen, y PETER, tras darme un dulce beso en la mejilla, indica:
—Los
alemanes, después de la cena de Nochevieja y antes de salir a admirar los
fuegos artificiales, solemos ver un vídeo cómico, bastante antiguo, en blanco y
negro, llamado Dinner for One. Mira..., empieza tras los anuncios.
Los
demás asienten y se acomodan, y PETER, al ver que me río, murmura:
—No
te rías, morenita. ¡Es una tradición! Todos los canales de televisión lo emiten
año tras año el 31 de diciembre. Pero lo más curioso de todo es que es un sketch
en inglés, aunque en algunos canales lo ponen con subtítulos en alemán.
—¿Y
de qué trata?
PETER
me acomoda entre sus brazos y, mientras comienza el sketch, susurra en
mi oreja:
—La
señora Sophie celebra su noventa cumpleaños en compañía de James, su mayordomo,
y varios amigos que ya no están porque han muerto. Lo gracioso es ver cómo el
mayordomo, durante la velada, se hace pasar por cada uno de los amigos de la
señora.
De
pronto, para de hablar porque comienza a reír por lo que ve en la televisión.
En el tiempo que dura el vídeo los miro con sorpresa a todos. Se divierten
tanto que hasta Flyn abandona su habitual ceño fruncido para reír abiertamente
ante las cosa que hace el mayordomo de la televisión.
Cuando
acaba el sketck, Simona va a la cocina y regresa con cinco vasitos con
uvas. Miro la fruta con asombro.
—Recuerda
que mi madre es española —señala PETER—. Las uvas nunca han faltado en una
noche así.
Emocionada,
atontada y feliz por unas simples uvas, grito cuando PETER pone el canal
internacional y conecta con la Puerta del Sol de Madrid.
¡¡Aisss,
mi España!!
¡Viva
España!
Me
siento más española que nunca.
Quedan
quince minutos para que acabe el año y ver en la televisión mi querido Madrid
hace que me emocione. Flyn me mira sorprendido, y PETER se acerca a mí para
decir en mi oreja:
—No
me llores, cariño.
Me
trago las lágrimas y sonrío.
—Tengo
que ir al baño un segundito.
Desaparezco
todo lo rápidamente que puedo.
Cuando
entro en el baño y cierro la puerta, mi boca se contrae y lloro. Pero mis
lágrimas son extrañas. Estoy feliz porque sé que mi familia está bien. Estoy
feliz porque PETER está a mi lado. Pero las puñeteras lágrimas se empeñan en
salir.
Lloro,
lloro y lloro, hasta que consigo controlar el llanto. Me echo agua en la cara
y, después de unos minutos en el baño, suenan unos golpecitos en la puerta.
Salgo y PETER, preocupado, me pregunta:
—¿Estás
bien?
—Sí
—afirmo con un hilo de voz—, sólo que es la primera vez que estoy lejos de mi
familia en una noche tan especial.
Mi
cara y, sobre todo, mis ojos le indican lo que me pasa y me abraza.
—Lo
siento, cariño. Siento que, por estar aquí conmigo, estés pasando un mal rato.
Sus
palabras, de pronto, me reconfortan, me hacen sonreír, y le beso en los labios.
—No
lo sientas, cielo. Está siendo una Navidad muy mágica para mí.
No
muy convencido con lo que he dicho, clava sus impactantes ojos en mí y cuando
va
a añadir algo más, le doy un rápido beso en los labios.
—Vamos...,
regresemos al salón. Flyn, Simona y Norbert nos esperan.
Cuando
el reloj de la Puerta del Sol comienza a sonar, les indico que ésos son los
cuartos. Y cuando comienzan las verdaderas campanadas los animo a todos a
meterse una uva en la boca. Para Flyn y PETER eso es algo que ya han hecho en
otras ocasiones, pero para Norbert y Simona no, y me río al ver sus caras.
Uva
a uva, mi carácter se refuerza.
Una.
Dos. Tres. Papá, CANDE, Luz y mi cuñado están bien.
Cuatro.
Cinco. Seis. Yo soy feliz.
Siete.
Ocho. Nueve. ¿Qué más puedo pedir?
Diez.
Once. Doce. ¡Feliz 2013!
Tras
el último campanazo, PETER me va a abrazar, pero Flyn se mete entre los dos y
nos separa. Yo sonrío y le guiño un ojo. Es normal. El pequeño quiere ser el
primero. Norbert y Simona, al ser testigos de lo ocurrido, me abrazan y dicen en
alemán:
—Gutes
Neues Jahr!
Incapaz
de contener mis impulsos, los besuqueo y, entre risas, les hago repetir en
español:
—¡Feliz
Año Nuevo!
El
matrimonio se divierte repitiendo lo que yo les digo, riendo y dando muestras
de su felicidad. Norbert y Simona después le dan la mano a PETER y se desean un
Feliz Año mientras Flyn no se separa de su lado. Me agacho para estar a su
altura y, sin que él proteste, le beso en la mejilla.
—Feliz
Año, precioso. Que este año que comienza sea maravilloso y espectacular.
El
pequeño me devuelve el beso y, para mi asombro, sonríe. Norbert lo coge entre
sus brazos, y PETER rápidamente me mira, me abraza y con todo su amor murmura
en mi oído, poniéndome la carne de gallina:
—Feliz
Año Nuevo, mi amor. Gracias por hacer de esta noche algo muy especial para
todos nosotros.
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