sábado, 17 de octubre de 2015

CAPITULO 29 Y 30

Por la mañana, la tonalidad de mi cara es más verde que roja. Me miro en el espejo y me desespero. ¿Cómo puedo tener esta pinta?
Por favor, ¡si parezco Hulk, el monstruo verde!
Vale..., no es que sea una belleza, pero vamos, verme así es terrible, es deprimente. Pobre PETER. Vaya novia que tiene. Soy igualita a la novia cadáver. Me río. Soy tonta. Cuando regreso a la habitación en la radio suena Satisfaction de los Rolling Stones y canto. Esa canción siempre me recuerda a mis amigos de Jerez. Comienzo a bailar mientras canto a voz en grito. PETER sube a darme un beso antes de marcharse a trabajar y, sorprendido, me mira desde la puerta, hasta que soy consciente del deprimente espectáculo que le estoy ofreciendo y me paro, aunque mis hombros siguen el ritmo mientras me acerco a él.
—Me encanta verte así de feliz.
Sonrío. Le doy un beso.
—Esta canción me trae muy buenos recuerdos de mi gente.
—¿De alguien en especial?
Con una maquiavélica sonrisa, asiento. PETER cambia su gesto y, dándome un azote de lo más sensual, exige con posesión:
—¿De quién?
Divertida por lo que voy a decir, explico:
—De BENJAMIN... —Y cuando su mirada se tensa, prosigo—: De Rocío, Laura, Alberto, Pepi, Loli, Juanito, Almudena, Leire...
Me da otro azote y otro más. Pica, pero me río. Cambia su gesto a otro más divertido y murmura mientras me masajea la nalga enrojecida:
—No juegues con fuego pequeña o te quemarás.
—¡Mmm!, me gusta quemarme. —Y contoneándome, susurro—: ¿Quieres quemarme?
PETER me retira de su lado y resopla. Lo tiento. Me desea. Después menea la cabeza hacia ambos lados.
—Tú recupérate, que, cuando lo estés, prometo quemarte.
—¡Guau! —grito, y sonríe.
Después me da un beso.
—Que tengas un buen día, cariño.
Dicho esto, se va. Está a cinco metros de mí y ya lo echo en falta. Pero he quedado con Frida para comer y sé que me lo voy a pasar bien. Asomada a la ventana, veo cómo se aleja su coche y, de pronto, suena el teléfono. Mi hermana.
—¡Hola, cuchuuuuuuuuuuuuu!
—¡Hola, gordita! ¿Cómo estás? —le pregunto riendo mientras me tumbo en la cama para hablar con ella.
—Bien. Cada día más ceporri, pero bien. ¿Y tú que tal, cómo andas?
Su voz suena algo triste, pero yo con el subidón de lo ocurrido segundos antes con PETER, respondo:
—Pues mira, Raquel, no te asustes. Estoy bien, aunque soy igualita que el increíble Hulk. Anteayer me caí en la nieve. Tengo la cara que parece un cuadro de Picasso y puntos en la barbilla. Con eso, te lo digo todo.
—¡Cuchuuuuuuuuuuuu, no me asustes!
Al ver que se alarma, añado:
—Pero ¿no ves que estoy tranquilamente hablando contigo? Ha sido un golpecito de nada. No dramatices, que te conozco.
Durante más de una hora hablo con ella. La noto bien, pero hay algo que no sé..., no me deja contenta. Cuando cuelgo el teléfono me visto y bajo al comedor. Simona está pasando el aspirador, y al verme, lo para y pregunta:
—¿Cómo está hoy, señorita?
—Mejor, Simona. ¿Ha comenzado ya «Locura esmeralda»?
La mujer mira el reloj y dice:
—¡Por todos los santos!, corramos o nos la perderemos.
Hoy Luis Alfredo Quiñones, tras perseguir a caballo por toda la dehesa a Esmeralda Mendoza, la besa y le promete, mientras miran juntos al horizonte, recuperar al hijo de ambos. Simona y yo, emocionadas, nos miramos y suspiramos.
A las doce aparece EUGE con el encargo que le hice cuando supe que iba a venir y cuando me ve se queda sin habla. Aunque la he avisado por teléfono, no puede dejar de impresionarse al contemplar mi rostro.
Sentadas en el salón comemos lo que Simona nos ha preparado mientras charlamos.
—Tengo que contarte algo, EUGE.
—Tú dirás.
Divertida, la miro y murmuro:
—El otro día me encontré con PAULA y le di dos guantazos y una patada en el culo. Vale, antes de que digas nada, sé que estuvo mal. Soy una adulta y no puedo ir comportándome como una delincuente, pero, oye, reconozco que me sentí bien al hacerlo y que si no hubiera sido por las caras de todas las que nos miraban, le habría dado siete más.
El tenedor se le cae de las manos, y ambas nos reímos. Le cuento lo ocurrido y maldice no haber estado allí para haber aprovechado como Marta y darle su deseado bofetón. Cuando terminamos de comer, en vez de sentarnos en el salón, decidimos ir a mi cuarto. Se sorprende de lo bonito que lo estoy dejando y, cuando ve el árbol de Navidad rojo en un rincón, mi comentario es:
—Mejor no preguntes.
Animadas, nos sentamos en el cómodo sillón rojo que me ha regalado PETER, y tras cotillear sobre nuestro culebrón preferido, pregunta:
—Entonces, ¿todo bien con PETER?
—Sí. Discutimos, nos reconciliamos y volvemos a discutir. Bien.
—Me alegro —dice riendo—. Y en lo sexual, ¿bien también?
Pongo los ojos en blanco y asiento. Ambas nos reímos.
—Increíble. Cada vez que quedamos con PABLO y hacemos un trío es indescriptible. Me vuelve loca ver la pasión que pone PETER. Cómo me ofrece... ¡Oh, Dios, me encanta
cómo me poseen entre los dos! Nunca había pensado que lo pudiera pasar tan bien en algo que al principio me parecía escandaloso.
—El sexo es sexo, LALI. No hay que darle más vueltas. Si a vosotros como pareja os gusta y lo disfrutáis, ¡adelante!
—Ahora lo disfruto, EUGE. Pero antes, te aseguro que pensaba que las personas que lo hacían eran unas depravadas. Pero la sensación que me produce sentirme tan deseada y cómo ellos me hacen suya...
—Calla..., calla que me excitas. ¡Soy una depravada! —Ambas reímos, y ella añade—: Por cierto, hablando de depravación, ¿te ha dicho PETER algo de la fiesta privada de esta noche? —Niego con la cabeza—. Heidi y Luigi dan unas fiestas estupendas. Estoy segura de que os han invitado, pero en tu estado seguro que PETER ha declinado la oferta.
—Normal. Con la pinta que tengo. Mejor no sacarme de casa, que asusto —me mofo, y las dos nos reímos. Pero, curiosa, pregunto—: ¿Va mucha gente a esa fiestecilla?
—Sí. La verdad es que sí va bastante gente. La suelen hacer en su bar de intercambio de parejas, y te aseguro que allí va lo mejor de lo mejor. —Y bajando la voz, murmura—: El año pasado en esa fiesta Andrés y yo hicimos realidad una de nuestras fantasías.
Al ver mi cara, EUGE ríe y cuchichea:
—Hice un gangbang y Andrés, un boybang. —Y al ver que pestañeo, susurra—: Andrés escogió seis mujeres de la fiesta, y yo escogí a seis hombres. Nos metimos en uno de los cuartos del local, y yo me entregué a ellos y Andrés a ellas. Fue alucinante, LALI. Yo era el centro de mis hombres e iba probando distintas posturas sexuales con todos ellos. ¡Dios!, ni te imaginas lo que disfruté, y Andrés te aseguro que se lo pasó pipa con sus chicas. Al final nos unimos los dos grupos e hicimos una orgía. Como te digo, las fiestas de Heidi y Luigi siempre deparan cosas buenas.
Lo que me dice parece excitante, pero, para mi gusto, exagerado. Con dos hombres yo tengo bastante, pero calienta imaginarlo.
Durante un rato me explica sus experiencias. Todas son morbosas y excitantes. Me encanta hablar con EUGE tan abiertamente de sexo. Nunca he tenido una amiga con la que poder conservar con tanta sinceridad de esto y me gusta. A las cinco se marcha. Tiene que arreglarse para la fiesta.
Sonia llama para ver qué tal estoy, y tras ella, Marta. Está encantada con su cita de esa noche. Le doy ánimos y le pido que mañana me llame y me cuente qué tal fue todo.
Por la tarde, Flyn regresa del colegio. Tras hacer sus deberes lo espero en mi habitación. Cuando entra le enseño los patines en línea que le había encargado para él a EUGE. Aplaude. Una vez que se pone las coderas, rodilleras y casco, comenzamos sus clases con el skateboard. Como era de esperar, se desespera. Lo primero que hay que aprender es a saber cuál es el centro del equilibrio de uno. Le cuesta un poco, aunque al final lo consigue, pero poco más.
Cuando oímos el coche de PETER, rápidamente dejamos todo en su sitio. No debe saber ni notar que estamos practicando con eso. Flyn corre a su cuarto de estudios, y los dos disimulamos muy bien. Me saco del bolsillo de mi pantalón un chicle de fresa y lo mastico.
Cuando PETER viene a mi cuarto a buscarme, me encuentra sentada en el suelo, mirando la pantalla del ordenador.
—¿Por qué no te sientas en una silla? —pregunta.
—Pues porque me gusta mucho sentarme en esta mullida y carísima alfombra. ¿Hago mal?
Se agacha y me da un beso. Está guapísimo con su caro abrigo azul y su traje oscuro. Su aspecto de ejecutivo es imponente, y me encanta. Me pone. Me da la mano y me levanto, y entonces, sorprendiéndome, me entrega un precioso ramo de rosas rojas.
—Feliz día de los Enamorados, pequeña.
Boquiabierta.
Patitiesa y asombrada me quedo.
¡Qué romántico!
Mi Iceman me ha comprado un precioso y maravilloso ramo de rosas rojas por el día de los Enamorados, y yo ni le he felicitado ni tengo nada para él. ¡Soy lo peor! PETER sonríe. Parece saber lo que pienso.
—Mi mejor regalo eres tú, morenita. No necesito nada más.
Lo beso. Me besa y sonrío.
—Te debo un regalo. Pero de momento tengo algo para ti.
Sorprendido, me mira, y saco el paquete de chicles del bolsillo. Se lo enseño. Sonríe. Saco uno. Lo abro y se lo meto en la boca. Divertido por lo que aquello significa para nosotros, pregunta:
—¿Ahora te van a salir los ronchones y la cabeza te va a dar vueltas como a la niña del exorcista?
La carcajada de los dos es deliciosa.
—La nueva modalidad es mi cara verde y mis puntos. ¿Puede haber algo más sexy para un día de los Enamorados?
PETER me besa y, cuando se separa de mí, digo:
—Me ha comentado EUGE que esta noche va a una fiesta en un bar de intercambio de parejas. ¿Tú sabías algo?
—Sí. Luigi me llamó para invitarnos al Nacht. Pero decliné la oferta. No estás tú para muchas fiestas, ¿no crees?
—Pues sí..., pero, oye, si hubiera estado presentable, me habría gustado ir.
PETER me besa y me mordisquea el labio inferior.
—Pequeña viciosilla, ¿tan necesitada estás? —Yo me río y niego con la cabeza, y él comenta mientras me aprieta contra él—: Ya habrá otras fiestas. Te lo prometo. —Y al ver mi mirada, pregunta—: A ver, morenita, ¿qué quieres preguntar?
Yo sonrío. Cómo me va conociendo. Y acercándome a él, pregunto:
—¿Has hecho alguna vez un boybang?
—Sí.
—¡Hala, qué fuerte!
PETER ríe por mi contestación.
—Cariño, llevo más de catorce años practicando un tipo de sexo que para ti de momento es una novedad. He hecho muchas cosas, y te aseguro que algunas de ellas nunca querré que las hagas. —Y al ver que lo miro en busca de saber más, indica—: Sado.
—¡Ah, no!, eso no quiero —aclaro. Y tras escuchar la risa de PETER, pregunto—: ¿Qué piensas de los gangbang?
PETER me mira, me mira, me mira..., y cuando mi paciencia está a punto de explotar, responde:
—Demasiados hombres entre tú y yo. Preferiría que no lo propusieras.
Eso me hace reír, y antes de que pueda decir nada, cambia de tema:
—Tengo sed. ¿Quieres beber algo?
Enamorada, con mi ramo de rosas en la mano, camino de su mano por el enorme y
amplio pasillo de la casa. De pronto, cuando llego a la cocina y entro, Simona me mira con una sonrisa, y yo grito:
—¡Susto!
El animal corre hacia mí, y PETER lo para. No quiere que me haga daño. Pero el animal está como loco de felicidad, y yo todavía más. Tras abrazar con cuidado a Susto y decirle mil cosas cariñosas, miro a mi machote de ojos azules y, sin importarme que Simona esté delante, le abrazo y murmuro en español:
—¡Ni gangbang ni leches! Eres lo más bonito que ha parido tu madre y te juro que me casaba contigo ahora mismo con los ojos cerrados.
PETER sonríe. Está pletórico. Me besa.
—Lo más bonito eres tú. Y cuando quieras..., nos podemos casar.
¡Oh, Dios! Pero ¿qué acabo de decir? ¿Le acabo de pedir matrimonio? Pa matarme.
Susto da saltos a nuestro alrededor, y PETER, parándolo, comenta, divertido:
—Como verás, le he puesto la bufanda para el cuello que le hiciste. Por cierto, está tremendamente afónico.
—¡Aisss, que te como Iceman! —exclamo riendo y lo beso.
Apasionada por aquel bonito momento, estoy tocando a Susto, que no para de moverse por lo contento que está, cuando veo algo en las manos de Simona. Es un cachorro blanco.
— ¿Y esta preciosidad? —pregunto mientras lo miro embobada.
Sin soltarme de la cintura, nos acercamos a Simona, y PETER comenta:
—Estaba en la misma jaula que Susto. Por lo visto es el único de su camada que ha sobrevivido, y debe de tener como mes y medio me han dicho. Susto no se quería venir conmigo si no me llevaba a este pequeño también. Tenías que haberle visto cómo lo agarró con la boca y salió de la jaula cuando lo llamé. Luego, fui incapaz de devolver al cachorrillo a la jaula.
—Es usted muy humano, señor —murmura, emocionada, Simona.
—Es el mejor —asiento, dichosa. Y luego, mirando a Susto, afirmo—: Y tú, un padrazo.
Ante nuestros comentarios, mi feliz Iceman sonríe y dice, mirando al cachorro:
—Lo que no sé es de qué raza será.
Con mimo, cojo al cachorro. Es gordito y esponjoso. Una preciosidad.
—Es un mil razas.
—¿Un mil razas? Y ése ¿qué perro es? —pregunta Simona.
PETER, que ha entendido mi broma, sonríe, y yo, con el cachorro en mis manos, le aclaro a Simona:
—Un mil razas es un perro que tiene de todas las razas un poco y ninguna en especial.
Los tres nos reímos. Simona, feliz, se marcha para contárselo a Norbert. Yo dejo al cachorro en el suelo, y PETER dice mientras sujeta a Susto para que no me salte encima.
—¿Te gustan tus regalos?
Encantada y enamorada, lo beso y musito:
—Son los mejores regalos, cariño. Y tú eres el mejor.
PETER está feliz. Lo veo en su mirada.
—De momento, se pueden quedar en el garaje, hasta que les hagamos una caseta fuera.
Yo le miro. Eso no se lo cree ¡ni loco!
—Vale..., pero hoy déjales que se queden en casa. Hace mucho frío.
—¿En casa?
—Sí.
En este preciso momento, el cachorro, que camina por el suelo, se mea. ¡Vaya pedazo de meada que echa! PETER me mira y, con seriedad, pregunta:
—¿Dentro de casa?
Parpadeo. Le guiño un ojo y, con complicidad, cuchicheo:
—Que sepas que acabas de aumentar la familia. Ya somos cinco.
Mi alemán cierra los ojos y entiende perfectamente lo que acabo de decir y antes de que diga alguna de sus perlas, le apremio:
—Vamos, PETER —digo mientras cojo al cachorro—. Démosle la sorpresa a Flyn.
—¿Susto no le dará miedo?
Yo niego con la cabeza.
Sin hacer ruido, nos dirigimos hacia su habitación de juegos. Con cuidado, abro la puerta y hago entrar al animal.
—¡Susto! —grita el niño, y lo abraza.
Las carcajadas de Flyn son maravillosas. ¡Colosales! Y el perro se tumba panza arriba para que le rasque la barriguita. Durante un rato, la felicidad del pequeño es plena, hasta que ve en mis manos algo que llama su atención. Con los ojos como platos, se acerca a mí y pregunta:
—Y éste ¿quién es?
PETER, dichoso y, sobre todo, sorprendido por la felicidad que ve en su sobrino, explica:
—Cuando fui a buscar a Susto, estaba con él en la jaula. Susto no quiso dejarlo solo y se vino con nosotros.
El crío, alucinado, mira a su tío. Dos perros. ¡Dos! Yo, encantada, dejo al cachorro en sus manos.
—Este pequeñín será tu superamigo y supermascota. Por lo tanto, el nombre se lo tienes que poner tú.
Flyn mira a su tío, y cuando ve que éste asiente, sonríe. Mira a continuación al cachorro blanco y dice, tras guiñarme un ojo:
—Se llamará Calamar.
Un enorme nudo de emociones se agolpa en mi garganta al escucharlo, y sonrío. El pequeño pone el pulgar ante mí, yo pongo el mío, y terminamos con una palmada. Nos reímos. PETER me besa en el cuello y susurra en mi oído al ver a su sobrino feliz:

—Cuando quieras, ya sabes..., me caso contigo.

1 comentario:

  1. Hola, soy nueva!
    Ojala y vuelvas pronto a actualizar, me he leido todas las noves y me gusta mucho tu pagina!
    Saludos!!

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