Estamos
a 17 de diciembre. Se acercan las Navidades y los amigos de toda la vida que
viven fuera de Jerez van llegando. Si se acaba el mundo el día 21 como dicen
los mayas, por lo menos nos habremos visto por última vez.
Como
todos los años, nos reunimos en la gran fiesta que organiza BENJAMIN en la casa
de campo de su padre y lo pasamos de lujo. Risas, bailes, chistes y, sobre
todo, buen rollo. Durante la fiesta, BENJAMIN no me hace la menor insinuación.
Se lo agradezco. No estoy yo para insinuaciones.
En
un momento de la juerga, BENJAMIN se sienta junto a mí y hablamos. Nos
sinceramos. Por sus palabras infiero que sabe mucho sobre mi relación con
PETER.
—BENJAMIN,
yo...
No
me deja hablar. Pone un dedo en mi boca para acallarme.
—Hoy
me vas a escuchar a mí. Te dije que ese tipo no me gustaba.
—Lo
sé...
—Que
no era recomendable para ti por lo que tú y yo sabemos.
—Lo
sé...
—Pero,
me guste o no, soy consciente de la realidad. Y esa realidad es que estás colada
por él, y él por ti. —Lo miro, asombrada, y prosigue—: PETER es un hombre
poderoso que puede tener la mujer que quiera, pero me ha demostrado que siente
algo muy fuerte por ti, y lo sé por su insistencia.
—¿Insistencia?
—Me
llamó mil veces desesperado el día en que desapareciste de su oficina. Y cuando
digo «desesperado», es desesperado.
—¿Te
llamó?
—Sí,
todos los días varias veces. Y a pesar de que sabe que no es santo de mi
devoción, el tío se arriesgó, se tragó su orgullo, y lo hizo para pedirme
ayuda. No sé cómo consiguió mi móvil, pero lo cierto es que me llamó para
suplicarme que te encontrara. Estaba preocupado por ti.
Mi
corazoncito se descontrola. Pensar en mi Iceman enloquecido por mi ausencia me
pone tonta. Demasiado tonta.
—Me
dijo que se había comportado como un idiota —continúa Fernando— y que tú te
habías marchado. Te localicé en Valencia, pero no le conté nada a él ni intenté
ponerme en contacto contigo porque imaginé que necesitabas pensar, ¿verdad?
—Sí.
Bloqueada
por lo que me está diciendo, lo miro.
—¿Has
tomado una decisión? —me pregunta.
—Sí.
—¿Se
puede saber cuál es?
Doy
un trago a mi bebida, me retiro el pelo de la cara y, con todo el dolor de mi
corazón, con un hilo de voz susurro:
—Lo
que había entre PETER y yo se acabó.
BENJAMIN
asiente, mira hacia unos amigos y, tras resoplar, murmura:
—Creo
que te equivocas, jerezana.
—¿¡Cómo!?
—Lo
que oyes.
—¡Cómo
que lo que oigo! ¿Estás tonto?
Mi
amigo el tonto sonríe y da un trago a su bebida.
—¡Ojalá
te brillaran los ojos por mí como te brillan por él! —exclama finalmente—.
¡Ojalá te hubieras vuelto tan loca por mí como sé que lo estás por él! ¡Y ojalá
no fuera consciente de que ese ricachón está tan loco por ti que es capaz de
llamarme a mí para que te busque y te encuentre a pesar de que en un momento
así yo te puedo poner en su contra!
Cierro
los ojos. Los aprieto cuando BENJAMIN empieza a hablar de nuevo.
—Para
él, tu seguridad, encontrarte y saber que estabas bien, ha sido lo primordial,
lo más importante, y eso me hace ver la clase de hombre que es PETER y lo
enamorado que está de ti. —Abro los ojos y escucho con atención—. Sé que me
estoy echando piedras en mi propio tejado al confesarte esto, pero si lo que
hay entre tú y ese guaperas es tan auténtico como ambos me dais a entender,
¿por qué acabarlo?
—¿Me
estás diciendo que vuelva con él?
BENJAMIN
sonríe, retira un mechón de pelo de mi cara y musita:
—Eres
buena, generosa, una excelente mujer y siempre te he considerado lo bastante
lista como para no dejarte engañar por cualquiera o hacer algo que no sea de tu
agrado. Además, te quiero como amiga, y si tú te has enamorado de ese tipo, por
algo será, ¿no? Escucha, jerezana, si eres feliz con PETER, piensa en lo que
quieres, en lo que deseas, y si tu corazón te pide estar con él, no te lo
niegues o te arrepentirás, ¿de acuerdo?
Sus
palabras tocan mi corazón, pero antes de que me ponga a llorar como una imbécil
y las cataratas del Niágara broten de mis ojos, sonrío. Está sonando el Waka
waka de Shakira.
—No
quiero pensar. Ven, vamos a bailar —le propongo.
BENJAMIN
sonríe a su vez, me coge de la mano, me lleva al centro de la pista y juntos
bailamos mientras, a voz en grito, cantamos con nuestros amigos: Tsamina
mina, eh eh, waka waka, eh eh Tsamina mina, zangaléwa, anawa ah ah Tsamina
mina, eh eh, waka waka, eh eh Tsamina mina, zangaléwa, porque esto es África.
Horas
después, la fiesta continúa, y hablo con Sergio y Elena, los dueños del pub más
concurrido de Jerez. Otros años, en Navidades, he trabajado de camarera en su
local y me lo vuelven a ofrecer. Accedo, complacida. Ahora que estoy en el
paro, cualquier ingreso extra me viene de perlas.
De
madrugada, cuando llego a casa, estoy cansada, algo borracha y satisfecha.
Como
cada año me inscribo para participar en la carrera solidaria de motocross que
recauda fondos para comprar juguetes a los niños menos favorecidos de Cádiz. La
carrera será el día 22 de diciembre en El Puerto de Santa María. Mi padre, el
Bicharrón y el Lucena están encantados. Ellos siempre disfrutan tanto o más que
yo con estos eventos.
El
20 de diciembre por la mañana mi teléfono suena por decimoctava vez. Estoy
muerta. Trabajar en el pub es divertido pero agotador. Al coger el móvil y ver
que se trata de EUGE, me reactivo y respondo rápidamente.
—¡Hola,
LALI Feliz Navidad. ¿Cómo estás?
—Feliz
Navidad. Estoy bien, ¿y tú?
—Bien,
bonita, bien.
Su
voz es tensa y me asusto.
—¿Qué
pasa? —pregunto—. ¿Ocurre algo? ¿PETER está bien?
Tras
un incómodo silencio, EUGE se decide.
—¿Es
cierto lo que he escuchado sobre PAU?
—No
—respondo, y resoplo al recordarla—. Todo ha sido un montaje de ella.
—Lo
sabía —murmura.
—Pero
da igual, EUGE —añado—, ya no importa.
—¡Cómo
que ya no importa! A mí no me da igual. Cuéntame ahora mismo tu versión.
Sin
demora, le cuento lo ocurrido con todos sus pelos y señales, y cuando acabo,
comenta:
—Esa
Marisa nunca me gustó. Es una bruja, y PETER parece nuevo. ¡Hombres! Sabe que
Marisa es amiga de PAU; ella les presentó.
—¿Ella
les presentó?
—Sí.
PAU es de Huelva como Marisa. Cuando comenzó su relación con PETER, se fue a
Alemania a vivir con él, hasta que pasó lo que pasó y le perdí la pista. Pero
esa Marisa se merece un escarmiento por mala.
—Tranquila.
A esa bruja le hice una visita y le dejé muy claro que conmigo no se juega.
—¡No
me digas!
—Lo
que oyes. Le advertí que yo también sé jugar sucio.
EUGE
suelta una carcajada, y yo hago lo mismo.
—¿Cómo
está PETER? —pregunto sin que pueda evitarlo.
—Mal
—contesta, y suspiro. Ella sigue—: Anoche cené con él en Alemania y, al no
verte, pregunté y fue cuando me enteré de lo ocurrido entre vosotros. Me enfadé
y le dije cuatro cositas bien dichas.
Escucharla
hablar así me hace gracia, e insisto mientras me desperezo:
—Pero
¿él está bien?
—No,
no está bien, LALI, y no me refiero a su enfermedad, sino a él como persona.
Por eso te he llamado nada más llegar a España. Debéis arreglarlo. Debes
cogerle el teléfono. PETER te echa mucho de menos.
—Él
me apartó de su lado; que ahora asuma las consecuencias.
—Lo
sé. También me lo ha dicho. Es un cabezón, pero un cabezón que te quiere; eso
no lo dudes.
Inconscientemente,
oír tal cosa hace que revoloteen ya no mariposas, sino avestruces en mi
estómago. Soy la reina de las masoquistas. Me gusta saber que PETER aún me
quiere y me echa de menos, a pesar de que yo misma me empeñe en no creerlo.
—Te
llamo porque este fin de semana cenaremos en Nochebuena con mis suegros en
Conil, y luego estaremos en nuestra casa de Zahara tranquilitos. El Fin de Año
lo pasaremos en Alemania con mi familia. Por cierto, PETER se reunirá con
nosotros en Zahara. ¿Te apetece venir?
Ése
es un plan encantador. En otro momento me hubiera parecido perfecto. Pero
respondo:
—No,
gracias. No puedo. Estoy liada con mi familia y además trabajo estos días por
la noche, y...
—¿Que
trabajas por la noche?
—Sí.
—Pero
¿en qué trabajas?
—Soy
camarera en un pub y...
—¡Uf,
LALI! ¡Camarera! Eso a PETER no le va a hacer gracia. Le conozco y no le va a
gustar nada de nada.
—Lo
que le guste o no a PETER ya no es mi problema —le aclaro sin querer entrar en
más detalles—. Además, el sábado tengo una carrera en Cádiz y...
—¿Tienes
una carrera?
—Sí.
—¿De
qué?
—De
motocross.
—¿Corres
motocross?
—Sí.
—¡Motocross!
—grita, sorprendida—. LALI, eso no me lo pierdo yo. Eres mi heroína. ¡Qué cosas
más chulas que sabes hacer! Si alguna vez tengo una hija, quiero que de mayor
sea como tú.
Al
ver su sorpresa, me río y digo:
—Es
una carrera solidaria que busca recaudar fondos para comprar juguetes y
repartirlos entre niños de familias que no pueden permitírselo.
—¡Ah!,
pues allí estaremos ¿Y dónde dices que es?
—En
El Puerto de Santa María.
—¿A
qué hora?
—Comienza
a las once de la mañana. Pero oye, EUGE..., no se lo digas a PETER. No le
gustan nada esas carreras. Lo pasa fatal porque recuerda lo que le ocurrió a su
hermana.
—¿Que
no se lo diga a PETER? —se mofa sin querer escucharme—. Es lo primero que voy a
hacer en cuanto lo vea... Si él no quiere venir, que no venga, pero yo desde
luego voy a verte sí o sí.
—Yo
no lo quiero ver, EUGE. Estoy muy enfadada con él.
—¡Venga
ya, por Dios! ¡A ver si ahora vas a ser tú peor que él! Mira que si mañana se
acaba el mundo como dicen los mayas y no lo vuelves a ver más... ¿Lo has
pensado?
El
comentario me hace reír, aunque reconozco que he pensado en esa posibilidad.
—EUGE,
el mundo no se va a acabar. Y en cuanto a PETER, una persona que desconfía de
mí y que se enfada conmigo sin dejar que me explique no es lo que quiero en mi
vida. Además, ya estoy harta de él. Es un gilipollas.
—¡Oh,
Dios! Efectivamente eres peor que él. Pero vamos a ver, ¿tan tontos sois los
dos que no veis que estáis hechos el uno para el otro? Pero bueno..., queréis
dejar a un lado vuestro maldito orgullo y daros la oportunidad que os merecéis.
Que él es cabezón, ¡sí! Que tú eres cabezona, ¡sí! Pero ¡por el amor de Dios, LALI,
tenéis que hablar! Te recuerdo que
pensabais
mudaros en breve a vivir a Alemania. ¿Lo has olvidado ya? —Y sin darme tiempo a
decir nada más, afirma—: Bueno, tú déjame a mí. Hasta el sábado, LALI.
Y
con un extraño dolor en el estómago por lo que he ido escuchando, me despido.
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