martes, 27 de octubre de 2015

CAPITULO 6

Ese día, a las dos y media, todos excepto VICTORIO, que ha
ido a visitar a un posible cliente de Jerez, estamos en el restaurante
de la Pachuca. Para celebrar nuestro aniversario, PETER nos
invita a todos comer.
Antes de salir de la habitación, me entrega mi regalo. Es un
sobre. Él y los sobres. Me río. Lo abro y pone:
Vale por una equipación completa de motocros.
Está feliz. Su rostro, sus ojos, su sonrisa me dicen que todo
está bien, y yo soy la mujer más feliz del mundo. Ni que decir
que me lo como a besos.
Desde que nos hemos casado no hemos discutido ni una sola
vez y eso me asombra. Estoy pensando contactar con los
editores del Libro de los récords Guiness y que nos añadan.
Pues, como dice nuestra canción, si él dice blanco, yo digo
negro, pero nuestra felicidad hasta el momento es tanta que ni
en colores hemos pensado. Nuestra armonía es completa y
espero que siga así durante mucho... mucho tiempo.
Mi padre está radiante por tenernos a todos reunidos y yo
disfruto de su felicidad. Siempre he pensado que es el mejor
padre del mundo y cada día lo ratifico más. Sólo por aguantarnos
a mi hermana y a mí ya se ha ganado el cielo.
PETER y él se llevan de maravilla y eso me gusta. Me encanta
ver la complicidad que hay entre los dos y, aunque sé que alguna
vez se pondrá en mi contra, no me importa. Esa alianza entre
ellos es algo que nunca tuvo mi padre con el atocinado de mi ex
cuñado.
PETER lo escucha, no se las da de listo con él y eso a mi padre le
gusta y a mí mucho más.
Está claro que son dos hombres de diferentes clases sociales,
pero ambos se amoldan a las situaciones y eso es lo que creo que
me tiene enamorada de ambos: su saber estar.
Mientras todos comemos alrededor de la mesa, observo
cómo Dexter mira a unos chicos que han entrado en el restaurante.
Graciela regresaba del servicio y ellos le han silbado al
pasar.
Me hace gracia la mirada del duro de Dexter. No sé que pasará
entre ellos, pero lo que sí tengo claro es que al final algo surgirá.
Sólo hay que darle tiempo al mexicano.
Mi hermana parece relajada. Tras hablar con ella y saber que
el tonto de mi ex cuñado quiere volver, me quedo tranquila
cuando Raquel me deja claro que ni de coña lo va a hacer. Ya le
ha tomado bastante el pelo y no piensa volver a darle ninguna
oportunidad.
Al final, mi padre la ha convencido y, al menos durante el
primer año de vida de la pequeña Lucía, vivirá con él en Jerez.
Retrasa lo de regresar a Madrid y buscar trabajo. A mí me
parece una idea excelente. CANDE con mi padre estará como
una reina, aunque a veces tengan ganas de estrangularse
mutuamente.
Flyn y Luz se han hecho muy amigos en las vacaciones y
cuando me entero de las trastadas que han protagonizado, me
río. Cada vez que comentamos que dentro de unos días
regresaremos a Alemania, se ponen tristes, pero entienden que
el curso escolar empezará en breve y que todos debemos volver
a la normalidad.
Cuando la Pachuca trae una tarta, mi hermana le pregunta a
PETER:
—¿Te ha gustado la tarta de esta mañana?
Mi chicarrón me mira. Yo sonrío y, finalmente, dice:
—Ha sido la mejor tarta que he comido en toda mi vida.
Raquel, encantada por el halago, sonríe y ofrece:
—Pues cuando quieras, me lo dices y te hago otra de limón,
que me salen muy ricas.
—¡¿Limón?! —murmura PETER, mirándome—. ¡Qué
refrescante!
Incapaz de aguantarme, me río a carcajadas y PETER conmigo.
Nos besamos y mi hermana, que nos mira, dice, con la pequeña
Lucía en brazos:
—Ay, cuchu, qué bonito es el amor cuando estás enamorado
y eres correspondido.
Ese comentario, unido a su vocecita de pena, me entristece.
Ojalá CANDE conozca a alguien y rehaga su vida. Lo necesita. Es
la típica mujer que necesita un hombre al lado que la quiera
para ser feliz. Y ese hombre no es mi padre.
Los días pasan y nuestra estancia en Jerez es una maravilla.
VICTORIO visita varias empresas por Andalucía y, encantado,
nos comenta que ve posibilidades en la zona.
En esos días, observo cómo mira a mi hermana. Lo hace
interesado, incluso me he percatado de que se lleva bien con mi
sobrina. La verdad, llevarse mal con Luz es difícil, es tan dicharachera
que en cuanto le haces caso y entras en su juego te quiere
para toda la vida.
VICTORIO viaja todos los días, pero quiere regresar por
las noches a Jerez. Según él, prefiere estar acompañado. Según
PETER y yo, le gusta mi hermana. Se le ve el plumero.
Como es lógico, a CANDE no se le escapa lo que ocurre y me
sorprende que pasen los días y no diga nada. Pero claro, como
siempre digo, mi hermana es mi hermana, y una tarde, mientras
tomamos el sol junto a la piscina de mi padre a solas, dice:
—Es majo ese VICTORIO, ¿verdad?
—Sí.
Espero... Si quiere sacar el tema que lo saque y, tras un par
de minutos en silencio, insiste:
—Se le ve muy educado, ¿verdad?
—Sí.
Sonrío... Veo que me mira de reojo y entonces me pregunta:
—¿Qué te parece a ti como hombre?
—Es majo.
—¿Sabes qué me dijo el otro día, cuando salimos todos a
cenar?
—No.
—¿Quieres saberlo?
—Claro... cuéntamelo.
En ese momento aparece Graciela y se tumba a nuestro lado.
Imagino que mi hermana va a cerrar el pico, pero en vez de eso,
se sienta en la tumbona y continúa:
—La otra noche, cuando regresábamos de tomar unas copas,
antes de marcharos para tu casa, me miró a los ojos y dijo:
«Eres como un sabroso capuchino: dulce, caliente y me pones
nervioso».
Graciela al oírla, comenta:
—Los mexicanos son muy aduladores.
Sorprendida, miro a mi hermana y pregunto:
—¿Te dijo eso?
—Sí, tal como te lo he dicho.
—Vaya..., qué piropo más bonito, ¿no crees?
CANDE asiente y, con una voz de lo más sugerente, añade:
—Sí, es un piropo muy elegante, como él.
Graciela, que está a nuestro lado, suelta una risita y las tres
nos callamos. Vaya con mi hermana y parecía tonta.
Silencio. Raquel se tumba, pero la conozco y sé que esa paz
durará poco. En menos de dos minutos se vuelve a sentar en la
hamaca.
—Y ahora, cada vez que cruzo mi mirada con él, me dice
«¡Sabrosa!».
—¡¿Sabrosa?! —repite Graciela y, sentándose también,
aclara—: Eso, en México es como decirte, qué buenas estás, o te
comería entera.
—¿En serio? —pregunta CANDE, acalorada, y la joven chilena
asiente.
Me aguanto la risa. Ver a mi hermana en esa tesitura es algo
nuevo para mí y de pronto dice, dándome un golpe en el brazo:
—¡Se acabó! No puedo continuar obviando que ese mexicano
guapo y con cara y voz de galán de telenovela me gusta, y
cuando me dice eso de «¡Sabrosa!»... Uy, cuchuuuuu, lo que me
entra por el cuerpo. Y ahora que sé que ese «¡Sabrosa!» quiere
decir eso... Oh, Dios, ¡qué calor!
Me río a carcajadas y la oigo decir:
—Cuchu, no te rías que estoy preocupada.
—¿Preocupada?
CANDE asiente y, acercándose a Graciela y a mí, cuchichea:
—Llevo varias noches teniendo sueños muy subiditos de
tono con él y ahora la nerviosa sin tomar el capuchino soy yo.
Sentándome en la hamaca, miro a Graciela y me río. Si es
que mi hermana es la bomba. Pero al ver su gesto de preocupación,
pregunto:
—Vamos a ver, ¿a ti te gusta VICTORIO?
Mi loquita hermana coge su Fanta de naranja, da un trago y
contesta:
—Más que comer langostinos con las manos.
Las tres nos reímos y añade:
—Me gustaría saber de él, cuchu. Es un tipo muy agradable y
me gusta su simpatía.
—No te conviene, CANDE.
—¿Por qué?
—Porque él regresará a México y...
—¿Y a mí eso qué me importa?
Eso me descuadra. ¿Cómo no le va a importar? Boquiabierta
estoy cuando dice:
—Yo no quiero que me jure amor eterno ni nada por el estilo.
Quiero ser moderna por una vez en mi vida y saber lo que es
tener un rollito salvaje.
—¿Cómo? —pregunto descolocada.
—Cuchufleta, quiero pasarlo bien. Olvidarme de mis problemas.
Sentirme guapa y deseada, pero no me gustaría tontear
con él y luego descubrir que está casado. No quiero hacer sufrir
a otra mujer.
Vamos a ver... vamos a ver...
Mi hermana es la persona más convencional que existe sobre
la faz de la tierra ¿y quiere ser moderna y tener un rollito salvaje?
Yo flipo. Flipo en colorines.
Como veo que me mira a la espera de que le cuente algo de
su posible rollito, miro a Graciela. Ella conoce a VICTORIO
mejor que yo, pero dispuesta a hacer rabiar a CANDE, pregunto:
—¿Rollito salvaje?
Ella sonríe. Qué linda es cuando lo hace, y al ver la guasa en
mi mirada, dice:
—Ay, cuchu, debo de estar muy necesitada de atenciones,
porque cuando estoy con él o me dice eso de «¡Sabrosa!», siento
unas ganas irrefrenables de cogerlo del cuello, meterlo en mi
habitación y hacerle de todo. Vamos, ¡que me pone!
¡¿Que la pone?!
¿Mi hermana ha dicho que la pone VICTORIO?
Muerta de risa, la miro. Dios... CANDE necesita sexo urgente
y al ver que ella me mira a la espera de que le cuente cosas, digo:
—Graciela, tú que lo conoces mejor que yo, por favor, saca a
mi hermana de sus dudas y cuéntale cosas de VICTORIO.
La joven chilena sonríe, mira a Raquel y explica:
—Está divorciado y...
—¡¿Divorciado?!
—Ajá...
Eso a mi hermana le gusta. Nerviosa, bebe más Fanta de
naranja y Graciela añade:
—Se llama VICTORIO D'ALESSANDRO .
—Vaya, tiene nombre de culebrón —susurra CANDE,
complacida.
—Ya te digo —respondo divertida.
—Tiene cuarenta años y es primo de Dexter por parte de
madre. No tiene hijos. Su ex mujer, Jazmina, una víbora de
mucho cuidado, nunca quiso darle ese placer en los seis años de
matrimonio. Pero tras divorciarse de él, actualmente está
encinta de su nueva pareja.
—Las hay lagartas —masculla mi hermana.
—Muy lagartas —asiento yo, pensando en que no quiero
tener hijos.
—VICO es dueño de una empresa muy exitosa de seguridad
en México y con este viaje intenta expandir su negocio por
Europa. Es un hombre hogareño, cariñoso y muy amigo de sus
amigos.
Durante unos instantes, observo cómo mi hermana procesa
la información que Graciela le da y, una vez lo hace, suelta:
—Lo de los hijos me lo imaginaba. Sólo hay que ver cómo
coge a Lucía para saber que no ha tenido un bebé en brazos en
su vida.
—PETER tampoco tiene hijos y...
—Pero él es diferente —afirma CANDE.
—¿Diferente por qué? —pregunto curiosa.
—Pues porque ha criado solito a su sobrino y estoy segura de
que cuando Flyn era un bebé, era súper cariñoso con él. Sólo
hay que ver cómo lo cuida, cómo mima a Luz y cómo se deshace
con Lucía. Y, hablando de niños...
—No —la corto—. No me he planteado tenerlos todavía. Por
lo tanto, obviemos ese temita.
Nada más decir eso, me doy cuenta de las miradas de mi
hermana y de Graciela. ¡Lagarto, lagarto! Y, tumbándose en la
hamaca, CANDE dice:
—Ay, cuchufleta..., con lo bonitos que te van a salir los niños.
Cuando se calla, respiro con tranquilidad.
Pero ¿por qué todo el mundo se empeña en que tengo que
tener hijos?
Al final, sin querer darle más vueltas al asunto, me tumbo
como ellas en la hamaca y disfruto del sol de mi Andalucía.
¡Viva mi tierra!
Esa noche, cuando todos nos juntamos en la casa de mi
padre para cenar, observo con más detenimiento a mi hermana
y a VICTORIO. No hacen mala pareja.
Cuando, después de cenar, CANDE cierra el móvil tras hablar
con el atontado, veo que el mexicano se acerca a ella y la tranquiliza.
Cada vez que llama el empanado de mi ex cuñado, mi
hermana se sale de sus casillas.
Mi padre me mira, yo levanto las cejas y, de pronto, veo que
sonríe señalando a VICTORIO. No quiero ni imaginarme qué
estará pensando.
Papá, ¡que te conozco!
Los días pasan y tenemos que regresar a Alemania. Las vacaciones
se acaban. PETER debe trabajar, el colegio de Flyn comienza
y nuestra vida se tiene que normalizar.
Tras una opípara comida en el restaurante de la Pachuca,
donde Flyn y yo nos ponemos hasta las cejas de salmorejo, decidimos
salir esa última noche a tomar algo.
Mi padre se desmarca. Él prefiere quedarse en casa cuidando
de los cachorros, como él dice.
A las ocho de la tarde, tras regresar VICTORIO de un viaje
a Málaga, pasamos por la casa de mi padre para recoger a
CANDE y nos vamos todos a cenar y a tomar algo.
Cuando llegamos al bareto de Sergio y Elena, como siempre
el más concurrido de Jerez, mis amigos se levantan para
saludarme. Me felicitan por mi boda y PETER los invita a unas
copas. Rocío, mi amiga, está contenta. Me ve feliz y con eso le
vale. De pronto suena una canción y ella, cogiéndome de la
mano, me lleva hasta la pista mientras las dos cantamos como
locas.
Never can say goodbye, no, no, no, no,
never can say goodbye.
Every time I think I´ve had enough
And start heading for the door.
Reímos. Cientos de recuerdos de veranos locos nos vienen a
la memoria mientras cantamos a voz en grito y bailamos esa
canción de la voz de Jimmy Somerville.
Cuando acaba, vamos al baño, centro neurálgico del puro
cotilleo, y allí le contesto a todo lo que quiere saber. Hablamos...
hablamos y hablamos. Nos ponemos al día en diez minutos y
cuando salimos estamos sedientas y nos paramos en la barra
para pedir unas bebidas. De pronto, alguien me agarra por la
cintura y oigo que me dicen al oído:
—Hola, preciosa.
Reconozco su voz...
Rápidamente, me vuelvo y veo a MARIANO MARTINEZ. Mi amigo
de las competiciones de motocross. Me da dos besos y me
abraza. Convencida de que a PETER no le gustaría cómo me tiene
cogida, me escabullo de sus manos como puedo y pregunto:
—¿Qué tal? ¿Cómo tú por aquí?
MARIANO, un bombón en toda regla, pasea sus ojos por mi
cuerpo y, dando de nuevo un paso hacia mí que me deja contra
la barra del bar, contesta:
—Llegué ayer. Y hoy he venido para ver si te veía.
Rocío me mira. Yo la miro a ella y, antes de que pueda decir
nada, veo aparecer a mi alemán, alias Iceman, con cara de cabreo
por detrás de MARIANO y sisea:
—¿Podrías separarte de mi mujer para que pueda respirar?
Al oír eso, MARIANO mira hacia atrás y, al verlo, sin moverse del
sitio, responde:
—Tú otra vez. —Y antes de que yo pueda decir nada, salta—:
Mira, amigo, ésta no es tu mujer y, por lo que imagino, no lo va
a ser nunca. Por lo tanto, ¿qué tal si te das una vueltecita y nos
dejas en paz?
Madre mía, la cara de Iceman. Las aletas de la nariz se le
dilatan y yo rápidamente digo:
—MARIANO, tienes que...
Pero no puedo decir más. PETER lo agarra del brazo con sus
manazas, lo separa de mí y, en un tono nada calmado, sisea en
su cara:
—El que se va a ir a dar una vueltecita vas a ser tú. Porque
como vuelvas a acercarte a mi mujer como lo has hecho hoy, vas
a tener problemas conmigo, ¿entendido?
El motero se queda parado. Yo alzo la mano, le enseño el
anillo de mi dedo y aclaro:
—MARIANO, PETER es mi marido. Nos hemos casado.
El gesto del joven cambia por completo. En el fondo es un
buen chico y dice rápidamente, levantando las manos:
—Lo siento, tío. Creía que este encuentro era como el de la
última vez.
La cara de PETER se relaja. Su enfado disminuye y, cogiéndome
de la mano, tira de mí y antes de salir del local, añade:
—Pues ya lo sabes. Procura no volver a equivocarte.
Rocío me mira desde la barra y yo le sonrío mientras me
alejo con PETER. Aunque no apruebo los celos, reconozco que ese
momentito terrenal de mi maridín me ha excitado. Qué sexy se
pone cuando me mira así.
Sin hablar, salimos del local y de pronto veo aparecer a
BENJAMIN. Nuestras miradas se cruzan y ambos sonreímos.
Viene de la mano de la misma agradable muchacha que lo
acompañó a mi boda en Alemania y, cuando nos acercamos a
ellos, PETER me suelta y BENJAMIN y yo nos damos un tremendo
abrazo.
—Hola, jerezana.
Luego me suelta y le tiende la mano a PETER diciendo:
—¿Cómo va eso?
—Muy bien, amigo. Todo va muy bien.
En su código se entienden. Al final, tras todo lo que pasó
entre los tres hemos conseguido que nuestras relaciones se normalicen
y ser amigos. Eso me encanta. BENJAMIN es una de las
mejores personas que conozco y soy feliz al ver que PETER y él por
fin se llevan bien.
Tras saludar a Aurora, que es como se llama la chica que va
con él, tomamos algo juntos hasta que BENJAMIN, mirando su
reloj, dice:
—Nos tenemos que ir. Hemos quedado con unos amigos.
Yo sonrío. Nos despedimos y, cuando se van, PETER me agarra
por la cintura y pregunta:
—¿Eres feliz, pequeña?
Besándolo encantada de la vida, respondo:
—Muchísimo, grandullón.
Cuando regresamos con el resto del grupo, charlamos durante
horas y nos divertimos. Estar con mi gente es lo que tiene,
alegría, cachondeíto y diversión.
Me río para mí al ver la expectación que provoca Graciela.
Esa chilena de voz dulce se lleva a los jerezanos de calle, mientras
Dexter observa y resopla. Se resiste. Esto va a costar más de
lo que yo en un principio creía.
El buen rollo es patente entre todos, cuando mi hermana,
que está sentada a mi lado, dice con gesto contrariado:
—Ay, Cuchuuuuuuuuu...
Su actitud y su voz me alertan:
—¿Qué pasa?
Con el cejo fruncido, me mira y cuchichea:
—Acabo de ver a AGUSTIN aparcar el coche.
La sangre se me arremolina. Como al atontado de mi ex
cuñado se le ocurra acercarse, le voy a dar tal guantazo que va a
llegar sin coche hasta Madrid. Ofuscada, miro a mi alrededor y
PETER, que me ve hacerlo, pregunta:
—¿Qué ocurre?
—El imbécil de AGUSTIN está aquí.
Su cara se contrae, pero mirándome, murmura:
—Tranquila, pequeña. Somos adultos y personas civilizadas.
Su comentario me hace sonreír al recordar lo ocurrido antes
con MARIANO, pero para calmar el ansia que tengo de abrirle la
cabeza al que ha hecho sufrir tanto a mi hermana, cojo mi vaso y
bebo un trago, cuando veo que CANDE se levanta. ¿Adónde va?
Voy a agarrarla del brazo para que no se acerque a AGUSTIN,
pero ella me deja sin palabras. Va hasta VICTORIO, que está
hablando con Dexter, lo agarra por el cuello, se sienta en sus
piernas y lo besa en la boca.
¡Flipante!
Yo me atraganto.
PETER me coge la mano.
Dexter me mira y yo, ojiplática, sólo puedo ver que mi hermana
se morrea como una quinceañera allí, delante de todos.
Mi ex cuñado, que se acerca, al ver eso se paraliza y grita:
—¡CANDELA!
Pero ella continúa su devastador beso a VICTORIO. Desde
luego, lo está paladeando, la jodía. Me la veo diciéndole
«¡Sabroso!».
Pero ahí no queda la cosa. El mexicano, animado por el
momento, rodea con los brazos la cintura de mi hermana y profundiza
el beso mientras una de sus manos baja hasta su trasero
y se lo aprieta.
Por el amor de Dios, ¿qué están haciendo?
El tiempo parece que pase a cámara lenta mientras ellos se
besan sin ninguna prisa, hasta que sus labios se separan y oigo
que VICTORIO dice:
—CANDE, ¿crees en el amor a primera vista o tengo que
volverte a besar?
Guauuu, ¡no me lo puedo creer!
¡Culebrón mexicano en vivo y en directo!
Un ex marido, un nuevo amante y la prota, que no es otra
que mi hermana. ¡Qué fuerte, por favor!
Boquiabierta, parpadeo, mientras PETER, a mi lado, observa
muy tranquilo la situación. El tío es puro hielo cuando quiere. Y
entonces, con un gesto de lagarta que me deja totalmente paralizada,
mi alucinante hermana mira a mi ex cuñado, que está
parado ante ella, y pregunta:
—¿Qué quieres, pesadito?
Él no puede ni hablar. Le tiembla hasta la barbilla y yo estoy
a punto de gritar: «¡Toma y toma, por capullo!».
Instantes después, cuando AGUSTIN consigue reponerse, con los
ojos como platos dice:
—CANDE, no te tomaré esto en cuenta, pero tenemos que
hablar.
¿Que no se lo tomará en cuenta?
Madre, madre, yo me levanto y le pateo la cabeza. ¡Será
sinvergüenza!
Pero PETER, que ve cómo me remuevo en la silla, me mira y,
sin soltarme la mano, me pide tranquilidad con los ojos.
—Mira, AGUSTIN —replica CANDE, sorprendiéndome—, tómame
esto en cuenta porque lo pienso volver a repetir tantas veces
como quiera. ¡Estamos separados! Y antes de que comiences
con tu perorata, la respuesta es ¡NO!
—Pero churriiii.
—Ya no soy tu churri —grita ella.
AGUSTIN la mira y, por su mueca, veo que no la reconoce y, oye,
no me extraña, ¡no la reconozco ni yo!
De pronto, sorprendiéndonos a todos, se levanta VICTORIO, con mi hermana aún entre sus brazos y, con gesto serio
e intimidante, le dice a mi ex cuñado:
—Escucha, güey, esta linda mujercita no tiene nada que
platicar contigo. A partir de ahorita, cada vez que la llames al
celular te las verás conmigo, porque estamos cansaditos de tus
llamadas y tus insistencias. Ella no quiere ni comer, ni cenar, ni
desayunar con un tipo como tú. Primero, porque no lo desea y
segundo, porque esta preciosa muchacha está conmigo y yo soy
muy terrenal. Y lo mío es sólo mío y no permito que lo toque
nadie. Pásale la manutención de las bebitas, que es lo que tienes
que hacer, que para eso eres su padre, y en lo referente a mi
reina, ahora soy yo el que velará por ella. Por lo tanto, ándale y
desaparece de mi vista, ¿entendido?
Boquiabierta...
Alucinada...
Y sorprendida, parpadeo, cuando mi hermana, agarrada al
gigante del mexicano, mira a su ex con una sonrisita de satisfacción
y dice:
—Ya lo has oído AGUSTIN. ¡Adiós!
—Pero las niñas...
—Las niñas las verás siempre que te toque. Por eso no te preocupes
—afirma CANDE.
Una vez el atontado procesa lo que allí ha pasado, se da la
vuelta y se marcha. Cuando desaparece de nuestra vista, yo miro
a mi hermana aún con la boca abierta y ella, descomponiéndose
por segundos por su atrevimiento, balbucea mirando a VICTORIO con cara de susto.
—Gra... Gracias por tu ayuda.
Él, soltándola, se vuelve a sentar donde estaba y, paseando
su mirada por el cuerpo de CANDE, murmura en tono melosón:
—Las que tú tienes, relinda.
—Joder —murmuro y oigo reír a PETER.
Pero ¿cómo se puede reír en un momento así?
Como veo a mi hermana totalmente bloqueada tras lo que ha
ocurrido, decido entrar en acción y, cogiéndola de la mano, tiro
de ella y me alejo de las miradas guasonas de los demás. Una
vez llegamos al baño, la suelto, abre el grifo y se echa agua en la
nuca. No sé qué decir hasta que CANDE exclama:
—Ay, cuchufleta...
—Lo sé...
—Ay, qué calor, cuchuuuuuuu.
—Normal.
Totalmente desencajada, la decente de mi hermana me
pregunta:
—¿Acabo de hacer lo que creo que he hecho?
—Sí.
—¿En serio?
—Lo corroboro. Lo acabas de hacer.
—¿Me acabo de besar con... con... VICTORIO?
—Sí. —Y al ver que no reacciona, añado—: Te acabas de dar
un filetón con tu rollito salvaje que no se lo salta un cojo.
Vamos, que sólo te ha faltado decirle eso de «¡Sabroso!»
canturreando.
Mi hermana parpadea.
Yo parpadeo.
Las dos parpadeamos y, de pronto, la muy lagartona dice:
—Madre mía..., madre mía, pero ¿tú has visto cómo besa ese
hombre?
Asiento con la cabeza. Lo he visto yo y medio Jerez y, antes
de que diga nada, añade:
—Me he lanzado y... y... luego él me ha apretado y... y... ¡me
ha tocado el culo el muy cochino!, además de meterme la lengua
hasta la campanilla. Oh, Dios... ¡qué calor! Y luego ha dicho eso
de que si creo en el amor a primera vista o...
—... O te besaba otra vez. Sí... muy culebrón mexicano
—finalizo.
La abanico o ésta se me desploma, que es muuuu exagerá.
Se vuelve a echar agua en la nuca y jadea como un perrillo.
Todavía no puede creerse lo que ha hecho. Pobrecita. Pero
deseosa de que sonría, digo:
—Creo que hoy te has quitado a AGUSTIN de encima para el
resto de tu vida. —Y, divertida, añado—: Ese mexicano se lo ha
dejado clarito, güeyyyyyyyyyyyy.
Ay, cuchu... no te rías.
—No puedo evitarlo, CANDE.
Tocándose la cara, horrorizada, sisea:
—Ese hombre habrá pensado que soy una fresca.
—Pero ¿no decías que querías ser moderna?
—Sí, pero no una zorrasca —insiste acalorada.
Consciente de que necesita reactivar su vida, la miro y le
digo:
—Mira, CANDE, que piense lo que quiera. ¿A ti te ha gustado
ese beso?
No lo duda ni un segundo y responde:
—Sí..., no lo voy a negar.
—Pues ya está. Sé positiva y piensa dos cosas. La primera, te
has quitado a AGUSTIN de encima y, la segunda, un mexicano como
los de las telenovelas que te gustan te ha dado un beso que te ha
quitado el sentido.
Al escuchar eso, por fin sonríe y yo la imito. Aunque segundos

después me mira y dice:

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