Ese
día, a las dos y media, todos excepto VICTORIO, que ha
ido
a visitar a un posible cliente de Jerez, estamos en el restaurante
de
la Pachuca. Para celebrar nuestro aniversario, PETER nos
invita
a todos comer.
Antes
de salir de la habitación, me entrega mi regalo. Es un
sobre.
Él y los sobres. Me río. Lo abro y pone:
Vale por una equipación completa de motocros.
Está
feliz. Su rostro, sus ojos, su sonrisa me dicen que todo
está
bien, y yo soy la mujer más feliz del mundo. Ni que decir
que
me lo como a besos.
Desde
que nos hemos casado no hemos discutido ni una sola
vez
y eso me asombra. Estoy pensando contactar con los
editores
del Libro de los récords Guiness y
que nos añadan.
Pues,
como dice nuestra canción, si él dice blanco, yo digo
negro,
pero nuestra felicidad hasta el momento es tanta que ni
en
colores hemos pensado. Nuestra armonía es completa y
espero
que siga así durante mucho... mucho tiempo.
Mi
padre está radiante por tenernos a todos reunidos y yo
disfruto
de su felicidad. Siempre he pensado que es el mejor
padre
del mundo y cada día lo ratifico más. Sólo por aguantarnos
a
mi hermana y a mí ya se ha ganado el cielo.
PETER
y él se llevan de maravilla y eso me gusta. Me encanta
ver
la complicidad que hay entre los dos y, aunque sé que alguna
vez
se pondrá en mi contra, no me importa. Esa alianza entre
ellos
es algo que nunca tuvo mi padre con el atocinado de mi ex
cuñado.
PETER
lo escucha, no se las da de listo con él y eso a mi padre le
gusta
y a mí mucho más.
Está
claro que son dos hombres de diferentes clases sociales,
pero
ambos se amoldan a las situaciones y eso es lo que creo que
me
tiene enamorada de ambos: su saber estar.
Mientras
todos comemos alrededor de la mesa, observo
cómo
Dexter mira a unos chicos que han entrado en el restaurante.
Graciela
regresaba del servicio y ellos le han silbado al
pasar.
Me
hace gracia la mirada del duro de Dexter. No sé que pasará
entre
ellos, pero lo que sí tengo claro es que al final algo surgirá.
Sólo
hay que darle tiempo al mexicano.
Mi
hermana parece relajada. Tras hablar con ella y saber que
el
tonto de mi ex cuñado quiere volver, me quedo tranquila
cuando
Raquel me deja claro que ni de coña lo va a hacer. Ya le
ha
tomado bastante el pelo y no piensa volver a darle ninguna
oportunidad.
Al
final, mi padre la ha convencido y, al menos durante el
primer
año de vida de la pequeña Lucía, vivirá con él en Jerez.
Retrasa
lo de regresar a Madrid y buscar trabajo. A mí me
parece
una idea excelente. CANDE con mi padre estará como
una
reina, aunque a veces tengan ganas de estrangularse
mutuamente.
Flyn
y Luz se han hecho muy amigos en las vacaciones y
cuando
me entero de las trastadas que han protagonizado, me
río.
Cada vez que comentamos que dentro de unos días
regresaremos
a Alemania, se ponen tristes, pero entienden que
el
curso escolar empezará en breve y que todos debemos volver
a
la normalidad.
Cuando
la Pachuca trae una tarta, mi hermana le pregunta a
PETER:
—¿Te
ha gustado la tarta de esta mañana?
Mi
chicarrón me mira. Yo sonrío y, finalmente, dice:
—Ha
sido la mejor tarta que he comido en toda mi vida.
Raquel,
encantada por el halago, sonríe y ofrece:
—Pues
cuando quieras, me lo dices y te hago otra de limón,
que
me salen muy ricas.
—¡¿Limón?!
—murmura PETER, mirándome—. ¡Qué
refrescante!
Incapaz
de aguantarme, me río a carcajadas y PETER conmigo.
Nos
besamos y mi hermana, que nos mira, dice, con la pequeña
Lucía
en brazos:
—Ay,
cuchu, qué bonito es el amor cuando estás enamorado
y
eres correspondido.
Ese
comentario, unido a su vocecita de pena, me entristece.
Ojalá
CANDE conozca a alguien y rehaga su vida. Lo necesita. Es
la
típica mujer que necesita un hombre al lado que la quiera
para
ser feliz. Y ese hombre no es mi padre.
Los
días pasan y nuestra estancia en Jerez es una maravilla.
VICTORIO
visita varias empresas por Andalucía y, encantado,
nos
comenta que ve posibilidades en la zona.
En
esos días, observo cómo mira a mi hermana. Lo hace
interesado,
incluso me he percatado de que se lleva bien con mi
sobrina.
La verdad, llevarse mal con Luz es difícil, es tan dicharachera
que
en cuanto le haces caso y entras en su juego te quiere
para
toda la vida.
VICTORIO
viaja todos los días, pero quiere regresar por
las
noches a Jerez. Según él, prefiere estar acompañado. Según
PETER
y yo, le gusta mi hermana. Se le ve el plumero.
Como
es lógico, a CANDE no se le escapa lo que ocurre y me
sorprende
que pasen los días y no diga nada. Pero claro, como
siempre
digo, mi hermana es mi hermana, y una tarde, mientras
tomamos
el sol junto a la piscina de mi padre a solas, dice:
—Es
majo ese VICTORIO, ¿verdad?
—Sí.
Espero...
Si quiere sacar el tema que lo saque y, tras un par
de
minutos en silencio, insiste:
—Se
le ve muy educado, ¿verdad?
—Sí.
Sonrío...
Veo que me mira de reojo y entonces me pregunta:
—¿Qué
te parece a ti como hombre?
—Es
majo.
—¿Sabes
qué me dijo el otro día, cuando salimos todos a
cenar?
—No.
—¿Quieres
saberlo?
—Claro...
cuéntamelo.
En
ese momento aparece Graciela y se tumba a nuestro lado.
Imagino
que mi hermana va a cerrar el pico, pero en vez de eso,
se
sienta en la tumbona y continúa:
—La
otra noche, cuando regresábamos de tomar unas copas,
antes
de marcharos para tu casa, me miró a los ojos y dijo:
«Eres
como un sabroso capuchino: dulce, caliente y me pones
nervioso».
Graciela
al oírla, comenta:
—Los
mexicanos son muy aduladores.
Sorprendida,
miro a mi hermana y pregunto:
—¿Te
dijo eso?
—Sí,
tal como te lo he dicho.
—Vaya...,
qué piropo más bonito, ¿no crees?
CANDE
asiente y, con una voz de lo más sugerente, añade:
—Sí,
es un piropo muy elegante, como él.
Graciela,
que está a nuestro lado, suelta una risita y las tres
nos
callamos. Vaya con mi hermana y parecía tonta.
Silencio.
Raquel se tumba, pero la conozco y sé que esa paz
durará
poco. En menos de dos minutos se vuelve a sentar en la
hamaca.
—Y
ahora, cada vez que cruzo mi mirada con él, me dice
«¡Sabrosa!».
—¡¿Sabrosa?!
—repite Graciela y, sentándose también,
aclara—:
Eso, en México es como decirte, qué buenas estás, o te
comería
entera.
—¿En
serio? —pregunta CANDE, acalorada, y la joven chilena
asiente.
Me
aguanto la risa. Ver a mi hermana en esa tesitura es algo
nuevo
para mí y de pronto dice, dándome un golpe en el brazo:
—¡Se
acabó! No puedo continuar obviando que ese mexicano
guapo
y con cara y voz de galán de telenovela me gusta, y
cuando
me dice eso de «¡Sabrosa!»... Uy, cuchuuuuu, lo que me
entra
por el cuerpo. Y ahora que sé que ese «¡Sabrosa!» quiere
decir
eso... Oh, Dios, ¡qué calor!
Me
río a carcajadas y la oigo decir:
—Cuchu,
no te rías que estoy preocupada.
—¿Preocupada?
CANDE
asiente y, acercándose a Graciela y a mí, cuchichea:
—Llevo
varias noches teniendo sueños muy subiditos de
tono
con él y ahora la nerviosa sin tomar el capuchino soy yo.
Sentándome
en la hamaca, miro a Graciela y me río. Si es
que
mi hermana es la bomba. Pero al ver su gesto de preocupación,
pregunto:
—Vamos
a ver, ¿a ti te gusta VICTORIO?
Mi
loquita hermana coge su Fanta de naranja, da un trago y
contesta:
—Más
que comer langostinos con las manos.
Las
tres nos reímos y añade:
—Me
gustaría saber de él, cuchu. Es un tipo muy agradable y
me
gusta su simpatía.
—No
te conviene, CANDE.
—¿Por
qué?
—Porque
él regresará a México y...
—¿Y
a mí eso qué me importa?
Eso
me descuadra. ¿Cómo no le va a importar? Boquiabierta
estoy
cuando dice:
—Yo
no quiero que me jure amor eterno ni nada por el estilo.
Quiero
ser moderna por una vez en mi vida y saber lo que es
tener
un rollito salvaje.
—¿Cómo?
—pregunto descolocada.
—Cuchufleta,
quiero pasarlo bien. Olvidarme de mis problemas.
Sentirme
guapa y deseada, pero no me gustaría tontear
con
él y luego descubrir que está casado. No quiero hacer sufrir
a
otra mujer.
Vamos
a ver... vamos a ver...
Mi
hermana es la persona más convencional que existe sobre
la
faz de la tierra ¿y quiere ser moderna y tener un rollito salvaje?
Yo
flipo. Flipo en colorines.
Como
veo que me mira a la espera de que le cuente algo de
su
posible rollito, miro a Graciela. Ella conoce a VICTORIO
mejor
que yo, pero dispuesta a hacer rabiar a CANDE, pregunto:
—¿Rollito
salvaje?
Ella
sonríe. Qué linda es cuando lo hace, y al ver la guasa en
mi
mirada, dice:
—Ay,
cuchu, debo de estar muy necesitada de atenciones,
porque
cuando estoy con él o me dice eso de «¡Sabrosa!», siento
unas
ganas irrefrenables de cogerlo del cuello, meterlo en mi
habitación
y hacerle de todo. Vamos, ¡que me pone!
¡¿Que
la pone?!
¿Mi
hermana ha dicho que la pone VICTORIO?
Muerta
de risa, la miro. Dios... CANDE necesita sexo urgente
y
al ver que ella me mira a la espera de que le cuente cosas, digo:
—Graciela,
tú que lo conoces mejor que yo, por favor, saca a
mi
hermana de sus dudas y cuéntale cosas de VICTORIO.
La
joven chilena sonríe, mira a Raquel y explica:
—Está
divorciado y...
—¡¿Divorciado?!
—Ajá...
Eso
a mi hermana le gusta. Nerviosa, bebe más Fanta de
naranja
y Graciela añade:
—Se
llama VICTORIO D'ALESSANDRO .
—Vaya,
tiene nombre de culebrón —susurra CANDE,
complacida.
—Ya
te digo —respondo divertida.
—Tiene
cuarenta años y es primo de Dexter por parte de
madre.
No tiene hijos. Su ex mujer, Jazmina, una víbora de
mucho
cuidado, nunca quiso darle ese placer en los seis años de
matrimonio.
Pero tras divorciarse de él, actualmente está
encinta
de su nueva pareja.
—Las
hay lagartas —masculla mi hermana.
—Muy
lagartas —asiento yo, pensando en que no quiero
tener
hijos.
—VICO
es dueño de una empresa muy exitosa de seguridad
en
México y con este viaje intenta expandir su negocio por
Europa.
Es un hombre hogareño, cariñoso y muy amigo de sus
amigos.
Durante
unos instantes, observo cómo mi hermana procesa
la
información que Graciela le da y, una vez lo hace, suelta:
—Lo
de los hijos me lo imaginaba. Sólo hay que ver cómo
coge
a Lucía para saber que no ha tenido un bebé en brazos en
su
vida.
—PETER
tampoco tiene hijos y...
—Pero
él es diferente —afirma CANDE.
—¿Diferente
por qué? —pregunto curiosa.
—Pues
porque ha criado solito a su sobrino y estoy segura de
que
cuando Flyn era un bebé, era súper cariñoso con él. Sólo
hay
que ver cómo lo cuida, cómo mima a Luz y cómo se deshace
con
Lucía. Y, hablando de niños...
—No
—la corto—. No me he planteado tenerlos todavía. Por
lo
tanto, obviemos ese temita.
Nada
más decir eso, me doy cuenta de las miradas de mi
hermana
y de Graciela. ¡Lagarto, lagarto! Y, tumbándose en la
hamaca,
CANDE dice:
—Ay,
cuchufleta..., con lo bonitos que te van a salir los niños.
Cuando
se calla, respiro con tranquilidad.
Pero
¿por qué todo el mundo se empeña en que tengo que
tener
hijos?
Al
final, sin querer darle más vueltas al asunto, me tumbo
como
ellas en la hamaca y disfruto del sol de mi Andalucía.
¡Viva
mi tierra!
Esa
noche, cuando todos nos juntamos en la casa de mi
padre
para cenar, observo con más detenimiento a mi hermana
y
a VICTORIO. No hacen mala pareja.
Cuando,
después de cenar, CANDE cierra el móvil tras hablar
con
el atontado, veo que el mexicano se acerca a ella y la tranquiliza.
Cada
vez que llama el empanado de mi ex cuñado, mi
hermana
se sale de sus casillas.
Mi
padre me mira, yo levanto las cejas y, de pronto, veo que
sonríe
señalando a VICTORIO. No quiero ni imaginarme qué
estará
pensando.
Papá,
¡que te conozco!
Los
días pasan y tenemos que regresar a Alemania. Las vacaciones
se
acaban. PETER debe trabajar, el colegio de Flyn comienza
y
nuestra vida se tiene que normalizar.
Tras
una opípara comida en el restaurante de la Pachuca,
donde
Flyn y yo nos ponemos hasta las cejas de salmorejo, decidimos
salir
esa última noche a tomar algo.
Mi
padre se desmarca. Él prefiere quedarse en casa cuidando
de
los cachorros, como él dice.
A
las ocho de la tarde, tras regresar VICTORIO de un viaje
a
Málaga, pasamos por la casa de mi padre para recoger a
CANDE
y nos vamos todos a cenar y a tomar algo.
Cuando
llegamos al bareto de Sergio y Elena, como siempre
el
más concurrido de Jerez, mis amigos se levantan para
saludarme.
Me felicitan por mi boda y PETER los invita a unas
copas.
Rocío, mi amiga, está contenta. Me ve feliz y con eso le
vale.
De pronto suena una canción y ella, cogiéndome de la
mano,
me lleva hasta la pista mientras las dos cantamos como
locas.
Never can say goodbye, no, no, no, no,
never can say goodbye.
Every time I think I´ve had enough
And start heading for the door.
Reímos.
Cientos de recuerdos de veranos locos nos vienen a
la
memoria mientras cantamos a voz en grito y bailamos esa
canción
de la voz de Jimmy Somerville.
Cuando
acaba, vamos al baño, centro neurálgico del puro
cotilleo,
y allí le contesto a todo lo que quiere saber. Hablamos...
hablamos
y hablamos. Nos ponemos al día en diez minutos y
cuando
salimos estamos sedientas y nos paramos en la barra
para
pedir unas bebidas. De pronto, alguien me agarra por la
cintura
y oigo que me dicen al oído:
—Hola,
preciosa.
Reconozco
su voz...
Rápidamente,
me vuelvo y veo a MARIANO MARTINEZ. Mi amigo
de
las competiciones de motocross. Me da dos besos y me
abraza.
Convencida de que a PETER no le gustaría cómo me tiene
cogida,
me escabullo de sus manos como puedo y pregunto:
—¿Qué
tal? ¿Cómo tú por aquí?
MARIANO,
un bombón en toda regla, pasea sus ojos por mi
cuerpo
y, dando de nuevo un paso hacia mí que me deja contra
la
barra del bar, contesta:
—Llegué
ayer. Y hoy he venido para ver si te veía.
Rocío
me mira. Yo la miro a ella y, antes de que pueda decir
nada,
veo aparecer a mi alemán, alias Iceman, con cara de cabreo
por
detrás de MARIANO y sisea:
—¿Podrías
separarte de mi mujer para que pueda respirar?
Al
oír eso, MARIANO mira hacia atrás y, al verlo, sin moverse del
sitio,
responde:
—Tú
otra vez. —Y antes de que yo pueda decir nada, salta—:
Mira,
amigo, ésta no es tu mujer y, por lo que imagino, no lo va
a
ser nunca. Por lo tanto, ¿qué tal si te das una vueltecita y nos
dejas
en paz?
Madre
mía, la cara de Iceman. Las aletas de la nariz se le
dilatan
y yo rápidamente digo:
—MARIANO,
tienes que...
Pero
no puedo decir más. PETER lo agarra del brazo con sus
manazas,
lo separa de mí y, en un tono nada calmado, sisea en
su
cara:
—El
que se va a ir a dar una vueltecita vas a ser tú. Porque
como
vuelvas a acercarte a mi mujer como lo has hecho hoy, vas
a
tener problemas conmigo, ¿entendido?
El
motero se queda parado. Yo alzo la mano, le enseño el
anillo
de mi dedo y aclaro:
—MARIANO,
PETER es mi marido. Nos hemos casado.
El
gesto del joven cambia por completo. En el fondo es un
buen
chico y dice rápidamente, levantando las manos:
—Lo
siento, tío. Creía que este encuentro era como el de la
última
vez.
La
cara de PETER se relaja. Su enfado disminuye y, cogiéndome
de
la mano, tira de mí y antes de salir del local, añade:
—Pues
ya lo sabes. Procura no volver a equivocarte.
Rocío
me mira desde la barra y yo le sonrío mientras me
alejo
con PETER. Aunque no apruebo los celos, reconozco que ese
momentito
terrenal de mi maridín me ha excitado. Qué sexy se
pone
cuando me mira así.
Sin
hablar, salimos del local y de pronto veo aparecer a
BENJAMIN.
Nuestras miradas se cruzan y ambos sonreímos.
Viene
de la mano de la misma agradable muchacha que lo
acompañó
a mi boda en Alemania y, cuando nos acercamos a
ellos,
PETER me suelta y BENJAMIN y yo nos damos un tremendo
abrazo.
—Hola,
jerezana.
Luego
me suelta y le tiende la mano a PETER diciendo:
—¿Cómo
va eso?
—Muy
bien, amigo. Todo va muy bien.
En
su código se entienden. Al final, tras todo lo que pasó
entre
los tres hemos conseguido que nuestras relaciones se normalicen
y
ser amigos. Eso me encanta. BENJAMIN es una de las
mejores
personas que conozco y soy feliz al ver que PETER y él por
fin
se llevan bien.
Tras
saludar a Aurora, que es como se llama la chica que va
con
él, tomamos algo juntos hasta que BENJAMIN, mirando su
reloj,
dice:
—Nos
tenemos que ir. Hemos quedado con unos amigos.
Yo
sonrío. Nos despedimos y, cuando se van, PETER me agarra
por
la cintura y pregunta:
—¿Eres
feliz, pequeña?
Besándolo
encantada de la vida, respondo:
—Muchísimo,
grandullón.
Cuando
regresamos con el resto del grupo, charlamos durante
horas
y nos divertimos. Estar con mi gente es lo que tiene,
alegría,
cachondeíto y diversión.
Me
río para mí al ver la expectación que provoca Graciela.
Esa
chilena de voz dulce se lleva a los jerezanos de calle, mientras
Dexter
observa y resopla. Se resiste. Esto va a costar más de
lo
que yo en un principio creía.
El
buen rollo es patente entre todos, cuando mi hermana,
que
está sentada a mi lado, dice con gesto contrariado:
—Ay,
Cuchuuuuuuuuu...
Su
actitud y su voz me alertan:
—¿Qué
pasa?
Con
el cejo fruncido, me mira y cuchichea:
—Acabo
de ver a AGUSTIN aparcar el coche.
La
sangre se me arremolina. Como al atontado de mi ex
cuñado
se le ocurra acercarse, le voy a dar tal guantazo que va a
llegar
sin coche hasta Madrid. Ofuscada, miro a mi alrededor y
PETER,
que me ve hacerlo, pregunta:
—¿Qué
ocurre?
—El
imbécil de AGUSTIN está aquí.
Su
cara se contrae, pero mirándome, murmura:
—Tranquila,
pequeña. Somos adultos y personas civilizadas.
Su
comentario me hace sonreír al recordar lo ocurrido antes
con
MARIANO, pero para calmar el ansia que tengo de abrirle la
cabeza
al que ha hecho sufrir tanto a mi hermana, cojo mi vaso y
bebo
un trago, cuando veo que CANDE se levanta. ¿Adónde va?
Voy
a agarrarla del brazo para que no se acerque a AGUSTIN,
pero
ella me deja sin palabras. Va hasta VICTORIO, que está
hablando
con Dexter, lo agarra por el cuello, se sienta en sus
piernas
y lo besa en la boca.
¡Flipante!
Yo
me atraganto.
PETER
me coge la mano.
Dexter
me mira y yo, ojiplática, sólo puedo ver que mi hermana
se
morrea como una quinceañera allí, delante de todos.
Mi
ex cuñado, que se acerca, al ver eso se paraliza y grita:
—¡CANDELA!
Pero
ella continúa su devastador beso a VICTORIO. Desde
luego,
lo está paladeando, la jodía. Me la veo diciéndole
«¡Sabroso!».
Pero
ahí no queda la cosa. El mexicano, animado por el
momento,
rodea con los brazos la cintura de mi hermana y profundiza
el
beso mientras una de sus manos baja hasta su trasero
y
se lo aprieta.
Por
el amor de Dios, ¿qué están haciendo?
El
tiempo parece que pase a cámara lenta mientras ellos se
besan
sin ninguna prisa, hasta que sus labios se separan y oigo
que
VICTORIO dice:
—CANDE,
¿crees en el amor a primera vista o tengo que
volverte
a besar?
Guauuu,
¡no me lo puedo creer!
¡Culebrón
mexicano en vivo y en directo!
Un
ex marido, un nuevo amante y la prota, que no es otra
que
mi hermana. ¡Qué fuerte, por favor!
Boquiabierta,
parpadeo, mientras PETER, a mi lado, observa
muy
tranquilo la situación. El tío es puro hielo cuando quiere. Y
entonces,
con un gesto de lagarta que me deja totalmente paralizada,
mi
alucinante hermana mira a mi ex cuñado, que está
parado
ante ella, y pregunta:
—¿Qué
quieres, pesadito?
Él
no puede ni hablar. Le tiembla hasta la barbilla y yo estoy
a
punto de gritar: «¡Toma y toma, por capullo!».
Instantes
después, cuando AGUSTIN consigue reponerse, con los
ojos
como platos dice:
—CANDE,
no te tomaré esto en cuenta, pero tenemos que
hablar.
¿Que
no se lo tomará en cuenta?
Madre,
madre, yo me levanto y le pateo la cabeza. ¡Será
sinvergüenza!
Pero
PETER, que ve cómo me remuevo en la silla, me mira y,
sin
soltarme la mano, me pide tranquilidad con los ojos.
—Mira,
AGUSTIN —replica CANDE, sorprendiéndome—, tómame
esto
en cuenta porque lo pienso volver a repetir tantas veces
como
quiera. ¡Estamos separados! Y antes de que comiences
con
tu perorata, la respuesta es ¡NO!
—Pero
churriiii.
—Ya
no soy tu churri —grita ella.
AGUSTIN
la mira y, por su mueca, veo que no la reconoce y, oye,
no
me extraña, ¡no la reconozco ni yo!
De
pronto, sorprendiéndonos a todos, se levanta VICTORIO, con mi hermana aún entre
sus brazos y, con gesto serio
e
intimidante, le dice a mi ex cuñado:
—Escucha,
güey, esta linda mujercita no tiene nada
que
platicar
contigo. A partir de ahorita, cada vez que la llames al
celular
te las verás conmigo, porque estamos cansaditos de tus
llamadas
y tus insistencias. Ella no quiere ni comer, ni cenar, ni
desayunar
con un tipo como tú. Primero, porque no lo desea y
segundo,
porque esta preciosa muchacha está conmigo y yo soy
muy
terrenal. Y lo mío es sólo mío y no permito que lo toque
nadie.
Pásale la manutención de las bebitas, que es lo que tienes
que
hacer, que para eso eres su padre, y en lo referente a mi
reina,
ahora soy yo el que velará por ella. Por lo tanto, ándale y
desaparece
de mi vista, ¿entendido?
Boquiabierta...
Alucinada...
Y
sorprendida, parpadeo, cuando mi hermana, agarrada al
gigante
del mexicano, mira a su ex con una sonrisita de satisfacción
y
dice:
—Ya
lo has oído AGUSTIN. ¡Adiós!
—Pero
las niñas...
—Las
niñas las verás siempre que te toque. Por eso no te preocupes
—afirma
CANDE.
Una
vez el atontado procesa lo que allí ha pasado, se da la
vuelta
y se marcha. Cuando desaparece de nuestra vista, yo miro
a
mi hermana aún con la boca abierta y ella, descomponiéndose
por
segundos por su atrevimiento, balbucea mirando a VICTORIO con cara de susto.
—Gra...
Gracias por tu ayuda.
Él,
soltándola, se vuelve a sentar donde estaba y, paseando
su
mirada por el cuerpo de CANDE, murmura en tono melosón:
—Las
que tú tienes, relinda.
—Joder
—murmuro y oigo reír a PETER.
Pero
¿cómo se puede reír en un momento así?
Como
veo a mi hermana totalmente bloqueada tras lo que ha
ocurrido,
decido entrar en acción y, cogiéndola de la mano, tiro
de
ella y me alejo de las miradas guasonas de los demás. Una
vez
llegamos al baño, la suelto, abre el grifo y se echa agua en la
nuca.
No sé qué decir hasta que CANDE exclama:
—Ay,
cuchufleta...
—Lo
sé...
—Ay,
qué calor, cuchuuuuuuu.
—Normal.
Totalmente
desencajada, la decente de mi hermana me
pregunta:
—¿Acabo
de hacer lo que creo que he hecho?
—Sí.
—¿En
serio?
—Lo
corroboro. Lo acabas de hacer.
—¿Me
acabo de besar con... con... VICTORIO?
—Sí.
—Y al ver que no reacciona, añado—: Te acabas de dar
un
filetón con tu rollito salvaje que no se lo salta un cojo.
Vamos,
que sólo te ha faltado decirle eso de «¡Sabroso!»
canturreando.
Mi
hermana parpadea.
Yo
parpadeo.
Las
dos parpadeamos y, de pronto, la muy lagartona dice:
—Madre
mía..., madre mía, pero ¿tú has visto cómo besa ese
hombre?
Asiento
con la cabeza. Lo he visto yo y medio Jerez y, antes
de
que diga nada, añade:
—Me
he lanzado y... y... luego él me ha apretado y... y... ¡me
ha
tocado el culo el muy cochino!, además de meterme la lengua
hasta
la campanilla. Oh, Dios... ¡qué calor! Y luego ha dicho eso
de
que si creo en el amor a primera vista o...
—...
O te besaba otra vez. Sí... muy culebrón mexicano
—finalizo.
La
abanico o ésta se me desploma, que es muuuu exagerá.
Se
vuelve a echar agua en la nuca y jadea como un perrillo.
Todavía
no puede creerse lo que ha hecho. Pobrecita. Pero
deseosa
de que sonría, digo:
—Creo
que hoy te has quitado a AGUSTIN de encima para el
resto
de tu vida. —Y, divertida, añado—: Ese mexicano se lo ha
dejado
clarito, güeyyyyyyyyyyyy.
—Ay, cuchu... no te rías.
—No
puedo evitarlo, CANDE.
Tocándose
la cara, horrorizada, sisea:
—Ese
hombre habrá pensado que soy una fresca.
—Pero
¿no decías que querías ser moderna?
—Sí,
pero no una zorrasca —insiste acalorada.
Consciente
de que necesita reactivar su vida, la miro y le
digo:
—Mira,
CANDE, que piense lo que quiera. ¿A ti te ha gustado
ese
beso?
No
lo duda ni un segundo y responde:
—Sí...,
no lo voy a negar.
—Pues
ya está. Sé positiva y piensa dos cosas. La primera, te
has
quitado a AGUSTIN de encima y, la segunda, un mexicano como
los
de las telenovelas que te gustan te ha dado un beso que te ha
quitado
el sentido.
Al
escuchar eso, por fin sonríe y yo la imito. Aunque segundos
después
me mira y dice:
Ay que risa con cande
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